Viernes
El aislamiento ha instaurado un día en la semana cuyo nombre desconocemos. No podemos decir con absoluta certeza hoy es lunes, o mañana es domingo, u hoy es viernes, puesto que todos los días son iguales pero ninguno se parece a los ya conocidos. Experimentamos, con mayor o menor afán, sabiéndolo o no, la espiral del tiempo; su circularidad. Nuestra rutina y nuestra propia vida pierden linealidad. Esto podría ser un atributo del abismo, la incertidumbre del mañana.
Acostumbrados al movimiento, la quietud puede perturbarnos o representar el riesgo del ocio o la familia, en muchos casos, el peor enemigo. El movimiento entonces es la fuga del espíritu; la quietud del cuerpo la enseñanza simple de la paciencia.
Para otros, el tiempo en este encierro es parabólico. Se mide por el número de muertos y contagiados de una región.
Todo esto me recuerda los siguientes versos:
Hacer planes para el futuro
es como ir a pescar en el cauce seco de un torrente.
Nada sale jamás como hubieras deseado;
Renuncia, pues, a todos tus proyectos y ambiciones.
Si has de pensar en algo,
que sea en la incertidumbre de la hora de tu muerte…
8:00 p.m.
Mi padre ha hablado de su padre. Nos ha contado que su hermano, quien vive con él, dice que está deprimido; que no está comiendo bien, que apenas se sienta a comer se le cierra el apetito, que no se ha bañado en días y que el sueño ha conquistado su rutina. Recuerdo las palabras del abuelo, sentados alguna vez en las mecedoras de ese balcón rodeado de plantas y viento, tu abuela se murió hace ya más de un año pero para mí es como si hubiera sido ayer.