Fotografías: Juan David López Fernández @juandalopezfotos*
Cae la tarde en el Valle de Aburrá y el cielo es una autopista natural en la que vemos grupos de pájaros volar en todas las direcciones. Uno de estos lo conforman los coquitos o ibis negros: de vuelo grácil y apariencia elegante, con un pico largo y anaranjado que contrasta con su plumaje oscuro, es una especie que no siempre ha estado en estas tierras. De hecho, su presencia masiva en la ciudad y los municipios cercanos no tiene más de 15 años y representa un caso de asentamiento que merece la atención de los expertos.
Ramón David Ruiz, ornitólogo y especialista en Gestión Ambiental, explica que los coquitos son una de las especies que vienen asentándose en nuestra región en los últimos años, al tiempo que representan un indicador claro de cómo se está transformado el paisaje:
"El coquito es una especie de la familia de los threskiornithidae, son algo así como primos de las garzas y tienen una distribución amplia en Colombia, Venezuela y parte de Brasil. Esta especie en particular pudo adaptarse a los cambios de su entorno, ya que antes estaba principalmente en las tierras bajas del Caribe y el Oriente del país y en las cuencas del Magdalena y el Cauca, por debajo de los mil metros sobre el nivel del mar".
Según Ramón, la tala de bosques, los cambios abruptos en el entorno por cuenta de la intervención humana y el cambio climático provocaron que estas aves buscaran nuevos hábitats y llegaran al departamento en un proceso gradual: en registros de 1988 ya se señalaba su presencia, pero de una manera muy esporádica y aún sin confirmar. Desde la segunda década de este siglo, aproximadamente, se registraron asentamientos más significativos en las zonas urbanas del Valle de Aburrá y varios municipios de Antioquia que, incluso, están por encima de los 1.800 metros, como es el caso de Rionegro y sus municipios aledaños.

Así las cosas, el coquito ha sabido adaptarse rápidamente a un entorno que difiere mucho de sus zonas originarias. En ausencia de las ciénagas del Caribe, por ejemplo, ahora se rebusca los invertebrados de los que se alimenta en tierras humedecidas por el Río Medellín y las quebradas de la ciudad. Su forma de buscar comida consiste en enterrar su pico alargado en la tierra y sustraer de allí lombrices, insectos y demás bocados que, por fortuna para él, parecen abundar en nuestro territorio.
En cuanto a su preferencia para anidar, Ramón indica que gusta de las copas altas de los árboles. Se cree que sus pichones necesitan una buena dosis de radiación solar para un desarrollo óptimo. Usualmente andan en grupos no muy grandes y escogen un lugar permanente para descansar y hacer sus nidos. Allí regresan a la misma hora después de buscar alimento en zonas que no necesariamente están muy cerca de sus hogares:
Lo que necesitan los ibis negros de nosotros
Si bien los coquitos han encontrado en los entornos urbanos de Antioquia condiciones para reproducirse y permanecer, una gran amenaza asociada a la vida urbana se cierne sobre ellos: el mal manejo de los residuos sólidos. Es muy común que estas aves sean llevadas a los centros de atención y valoración de fauna silvestre por parte de personas que los rescatan en un estado de “tontera” en algún parque o zona pública. La razón es que ingieren plásticos que luego no pueden digerir o regurgitar, y sufren obstrucciones que los matan de hambre. Esto se ha evidenciado en los estudios posteriores a los decesos, de acuerdo con el experto.
Ruiz señala que el coquito, al igual que muchas aves, no tiene bien desarrollado el sentido del gusto y puede confundir la textura de materiales no orgánicos con sus alimentos. Aunque son aves grandes y esto no sucede en todos los casos —prueba de ello es que las poblaciones siguen estables—, es un problema que puede afectar a otras especies que no son tan fáciles de analizar y que se agrava con el creciente mal manejo de las basuras: un plástico que se arroje en el espacio público o a una quebrada, por ejemplo, puede convertirse en una amenaza potencial para esta y otras aves.
Así que, para seguir disfrutando del vuelo sofisticado del coquito y la gracia de su pico anaranjado, es importante entender que hace parte del mismo entorno en el que nosotros tenemos injerencia y poner atención al manejo que le damos al plástico y los demás materiales que pueden atentar contra su vida. ¡Cuidémoslos!

*Si quieres conocer más sobre Juan David López, fotógrafo de estas imágenes, visita https://www.instagram.com/juandalopezfotos/
Aquí su testimonio alrededor de cómo es fotografiar la naturaleza: