Curiosidad, asombro, palabras, árboles, rayos de sol, música y risas fueron los protagonistas en el primer fin de semana de la Fiesta del Libro y la Cultura en la Biblioteca Comfama. Este año te invitamos a sentir las palabras, a escuchar el mundo que nos rodea, a comprender los mensajes, a dejarnos atravesar por otras ideas.
Las historias de Emilio Restrepo, un escritor incógnito que bajo las sombras ha escrito y publicado ya alrededor de veinte libros, saben a hospital, barrio, paradoja, risa, aberración. Mientras contaba las anécdotas de su último lanzamiento, Un hombre solo y mal acompañado, las cinco personas que lo escuchaban atentamente, en medio de risas espontáneas y rayos de sol que atravesaban los árboles del Jardín Botánico para posarse sobre el escenario, sentían esa pulsión que nos ha unido siempre: el calor y el gusto por las buenas historias.
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En sus relatos, Emilio mencionaba un hecho que lo había desencadenado todo: un día, en plena pandemia, salió de su apartamento en una unidad residencial y pisó una caca de perro. Lo que sintió, rabia hacia el dueño del perro, rabia hacia sí mismo por estar desprevenido, lo depositó en el personaje de su novela, un hombre reaccionario que todo lo odia, lo critica, lo detesta.
A los cinco asistentes se fueron sumando otros que pasaban por el lugar y quedaban seducidos por la voz de Emilio, una voz digna de los grandes cuenteros paisas. Hasta un perro, el personaje más aludido dentro de la conversa, tomó asiento con su amo. Era un pinscher negro vestido con una camisilla amarilla, un bolso rojo que descansaba sobre su pequeño cuerpo y una gorra a la medida de su diminuta cabeza por la que sobresalían juguetonas sus orejas. Amo y perro se quedaron hasta el final, se rieron del perro de la novela, tomaron fotografías y se espantaron de lo que fue sucediendo en el microcosmos de aquella unidad residencial.

Así empezó la tarde en el primer día de la Fiesta del Libro y la Cultura en la Biblioteca Comfama. Lectores de todas las edades, habitantes de múltiples especies, sucesos inesperados alrededor de las historias, reunidos todos en un solo lugar bajo un mismo propósito: escuchar atentamente a ese otro que habla para descifrar los puntos que nos conectan.
La escucha es el llamado de Comfama para esta Fiesta. Estamos convencidos de que las palabras importan, por eso queremos invitarte a que las celebremos en todas sus formas y manifestaciones. Juan David Vélez, responsable de proyectos culturales en Comfama, nos cuenta que, aunque 2021 ha sido un año con muchas dificultades, Comfama le apuesta a la esperanza de la construcción colectiva y, para que esté presente la indispensable conversación, el punto de partida siempre será la escucha.
¿Para qué escuchar?
Una escucha activa y propositiva nos permite entender las razones sin juzgar y construir lugares seguros para las polaridades, las palabras no tan cercanas y las ideas contrarias. Karen Sánchez Palacio es periodista en Hacemos Memoria, un proyecto de la Universidad de Antioquia que investiga, discute y propone un diálogo público sobre el conflicto armado en Colombia.
Esta periodista ha trabajado con víctimas, por lo tanto, la escucha ha sido fundamental para entender otras visiones del mundo quizá desconocidas y para lograr interpretar algunas realidades que, la mayoría de las veces, no son cercanas.
Los seres humanos somos esencialmente seres de la comunicación y la escucha no es únicamente tener el oído para percibir los sonidos, es tener una actitud de disposición para el otro.
Elisa Castrillón es periodista de La Silla Vacía, un portal de noticias, análisis, debates y opinión sobre el poder en Colombia. Para ella, la escucha es la primera y más importante forma del amor, “cuando uno escucha está dando de su tiempo y el tiempo es lo más valioso que las personas tenemos. Cuando me encuentro con una persona que me escucha con atención y que le importan las cosas que digo, siento que me está demostrando que me quiere. Dar escucha es dar amor y recibirla es recibir amor también”.
Para Elisa, la escucha más importante es aquella que comprende, que no cuestiona y que no tiene intereses. Aquella que existe porque es necesaria por sí misma.
La escucha nos ayuda a tomar conciencia plena de lo que dice el otro y siempre será importante en todos los ámbitos de la vida. A través de ella podemos alimentar esos imaginarios que nos conectan con los demás y que nos permiten crear mundos posibles.
Por su parte, Estefanía Alzate, promotora de lectura de la biblioteca Comfama La Ceja, cree que la escucha es importante para entender los mensajes, las emociones, los sentimientos y las preocupaciones.
Escuchar hasta el sonido de los árboles
Luego de la presentación de Emilio, los pasos curiosos de los niños y las niñas recorrían todo el lugar y aterrizaban en el stand de contenidos digitales. El asombro, el juego y la imaginación aparecieron para escuchar audiolibros de sus historias favoritas: las aventuras de princesas, dinosaurios, magos, proponían una pausa en el día de grandes y chicos.

Las palabras que salieron durante el fin de semana para conversar sobre el olvido, los sentimientos, los museos, Antioquia, los cuentos, el río Magdalena, no fueron las únicas que resonaron en el espacio. El Jardín también hablaba. Pájaros, lagartijas, patos, grillos, iguanas y las hojas que con el soplar del viento se movían de un lado a otro, participaban del encuentro.
El domingo, otro perro fue parte nuevamente de la conversación. Se trataba de Diego Alexander Gómez y su perro Boris. Diego es un escritor incógnito a quien la escritura lo salvó de la muerte. Después de un trágico accidente escribir fue lo único que lo mantuvo de pie. Mientras presentaba su libro Mi perro Boris no es un poeta nadaísta imagenes de su compañero fiel pasaban por la pantalla. Boris es un perro que, en la novela y a veces también en la realidad afirma Diego, compone y dicta poemas que su amo Armando, un adolescente que estudia en el colegio, escribe disciplinadamente.
Ese día la tarde caía con las fotos de Boris, un criollo negro con ojos profundos color miel, pasando, una a una, por la pantalla de la Biblioteca, como compañía de los relatos que su amo, con orgullo e intimidad, compartía a los asistentes. En unas se veía a Boris jugando con gatos, en otras posando a la cámara y hasta habían algunas de cuando Diego lo rescató siendo apenas un cachorro. El público hablaba y recordaba también a sus mascotas, a los seres que inspiran, a la familia que quieren y a las pasiones que salvan.