“Hagamos lo que diga el corazón”, es una frase que se empieza leyendo y se termina cantando. Esto suele suceder cuando alguien se encuentra con algún afiche de La Linterna: con sus frases e ilustraciones icónicas, grabadas en carteles, han resaltado con orgullo la esencia de Cali. Su proyecto ha sido parte de nuestra agenda cultural, narrando su cultura e historia de resistencia a través de sus afiches.
Llevan 91 años imprimiendo carteles de forma artesanal. Lo que empezó como el taller de la revista La Linterna, pronto incluyó afiches publicitarios, pero con la crisis de los medios, se dedicaron por completo a este último, creando carteles para discotecas y conciertos. Sin embargo, con la llegada de nuevas tecnologías, la venta disminuyó porque los afiches, creados cuidadosamente a mano, pasaron a imprimirse rápidamente en máquinas con solo un clic. Fue entonces cuando La Linterna casi toma la decisión de cerrar.
“Tenían pensado chatarrizar las máquinas para pagarles a los maestros, pero eso no pagaba la deuda total que tenían con ellos”, cuenta Rosa Ortega, integrante de La Linterna. Con “maestros” se refiere a Jaime García, Olmedo Franco y Héctor Otálvaro, los tres hombres que han trabajado en el taller por cerca de 40 años y quienes son los únicos que saben manejar las máquinas con las que trabajan, las cuales tienen aproximadamente cien años funcionando.

Rosa lleva trabajando dos años allí; se encarga de las ventas virtuales, diseñar e ir a ferias para exhibir el quehacer de La Linterna. Antes de empezar a trabajar con ellos, seguía el proyecto y los apoyaba, hasta que se dio la oportunidad cuando vio al equipo atorado de trabajo. “Yo les propuse encargarme de los pedidos virtuales y los envíos, porque justamente me había quedado sin trabajo. Ahí entré y pues muy apasionada, muy enamorada de La linterna. Empecé a estudiar, empecé a buscar más información de las máquinas y a entender más de los procesos, de que esto es totalmente una creación colectiva”, cuenta Rosa.
Ese saber, las máquinas y el deseo de seguir trabajando en La Linterna, probablemente no existiría hoy si el arte no los hubiese salvado. En 2016, cuando estaban a punto de cerrar, recibieron un encargo que cambió su camino. “De casualidad vinieron unos chicos a imprimir un cartel, porque querían reactivar la industria artística en Cali y en medio de la conversación, los maestros les contaron que probablemente ese iba a ser el último pedido”, cuenta Rosa. Los jóvenes que menciona Rosa, hacen parte de Eslabón Perdido, una marca que fusiona diseño gráfico y ciclismo. Días después, volvieron con la idea de que La Linterna también se dedicara a la impresión de carteles artísticos. Desde entonces, este taller resalta el arte y la cultura popular del Pacífico colombiano.

Es fácil reconocer un cartel de La Linterna: tienen una identidad propia y por más artistas que hayan pasado por este proyecto, su esencia no cambia. Esto se debe a su técnica, grabado en linóleo, una forma de imprimir ya poco utilizada por lo artesanal. Su identidad gráfica es gracias a las cinco máquinas con las que trabajan; la más antigua fue fabricada en París en 1870 y la más nueva, en Alemania, en 1954. Maquinas que pocas personas en el país saben manejar, entre ellas los maestros.
Jaime García, Olmedo Franco y Héctor Otálvaro son los pilares de La Linterna, por eso sus compañeros de trabajos los llaman maestros; son quienes custodian un saber casi perdido. Jaime, con 45 años en el taller, empezó como ayudante y se convirtió en experto del grabado. Olmedo, con 49 años dedicándose a La Linterna, inició observando y ahora domina el funcionamiento de las máquinas. Héctor, con 39 años trabajando allí, ha sido clave, incluso ha involucrado a su familia para asegurar la continuidad y mejorar los productos del taller. La Linterna, es una parte de ellos, refleja mucho de lo que son, como sus mentalidades con carácter y sin prejuicios, pues muchos de los carteles son un grito de resistencia y de solicitud de justicia por temas como el feminismo o el alto a la violencia del país.

También en los carteles, proyectan su pasión por la salsa. Mientras los maestros van haciendo su oficio, los tambores salseros les sirven de inspiración. “Incluso, les dedican canciones de salsa a sus esposas a través de los afiches”, dice Rosa. Este género musical es tan importante para ellos, que cada año lanzan la convocatoria “Váyalo”, en la que artistas participan con un diseño que sí o sí es dedicado a la salsa. Además, el taller es su segundo hogar; después de cuatro décadas juntos, celebran su vínculo con fiestas que, para Rosa, reflejan el ambiente familiar que allí se vive.
La Linterna no es solo un taller tipográfico, es un universo donde la creatividad, la historia y la comunidad se entrelazan para dar vida a piezas coleccionables. Con cada afiche que crean no solo le apuestan a la cultura popular, sino que también enseñan de resistencia y muestran la importancia de hacerle caso a lo que dice el corazón.