Entre mujeres, historias y leche ha vivido Vivian Montero los últimos 42 años; una costeña que llegó a Medellín en 1980 acompañada de su esposo y una pequeña niña a quien estaba amamantando. Movida por las ganas de conocer gente y buscar ayuda para saber un poco más de esta nueva etapa de ser mamá, llegó a la Liga de la Leche, fue acogida de inmediato y desde ese momento empezó un camino más amable en la montaña y a darle a su hija una “crianza con amor”.


Allí conoció historias de mujeres que, así como ella, creían que solo ellas se enfrentaban a los avatares de la lactancia. “No me baja la leche”, “tengo el pezón partido” y muchas frases más salían en sus encuentros. La angustia fue desapareciendo, pero no las ganas de Vivian de compartir el conocimiento adquirido. La Liga de la leche le estaba ayudando a romper paradigmas y mitos que traía consigo, esto la cautivó tanto, que decidió hacerse líder y aún sigue compartiendo, asesorando y acompañando a madres lactantes, no sólo en al acto de amamantar para alimentar, sino de conexión entre la madre y el hijo.





Vivian, con esa sonrisa que la caracteriza, antes de empezar el encuentro, saca de su bolsa libros, muñecos, trapos y tetas de tela. Explica amorosamente la mejor forma de darle leche materna a un bebé. Anécdotas, respuestas e invitaciones, hacen que las horas se hagan amenas e interesantes, incluso para mí, que solo soy una espectadora de un tema tan ajeno, que en un principio me asustó un poco pensar la manera como tendría que plasmar en imágenes un universo lejano, pero que después de pasar unos minutos con ella, me sentí en confianza y despertó mi interés.



“Todos son bienvenidos” dice, acercándose a una madre, que manifiesta que su bebé queda con hambre, a lo que respetuosamente responde: “no, simplemente vuélvele a dar” y cuenta como por el contrario, hay pequeños que quedan tan saciados que entran en “coma de leche”, entendido como un momento placentero después de la amamantada, “no significa que haya un problema”, son simplemente seres diferentes, por lo tanto, sus comportamientos también.



Vivian toma una tela larga y elástica llamada fular y va acomodando su muñeco en el pecho, les cuenta que sirve para portear los bebés en sus primeros años y que no es una cosa tan nueva y moderna como parece, “en muchas comunidades de Colombia y el mundo es la forma más fácil y cómoda de cargarlos”, no sólo porque tienen las manos libres, sino porque puede escuchar el latido del corazón y afianzar la relación.



Así como Vivian hay mujeres en 85 países alrededor del mundo que seguirán trabajando en pro de una buena lactancia y de la importancia de la leche materna en el desarrollo y crianza de los bebés.
