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Bibliocielo: un refugio entre las nubes

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Bibliocielo: un refugio entre las nubes

Mi primer acercamiento fue en un café donde me reuní con Sergio. Sentía que era importante entender a qué me enfrentaría antes de llegar al lugar con una cámara. Esa conversación no solo despejó mis dudas, sino que también me llenó de emoción. Pensaba que el proyecto sería en Aranjuez, donde vive Sergio, pero me sorprendí al descubrir que Bibliocielo estaba mucho más cerca del cielo de lo que imaginaba. Carpinelo, un barrio que lleva el nombre de un cura italiano que en la década de los 70 ayudó a familias desplazadas a encontrar un hogar, aunque fuera clandestino, sería la sede de este espacio que Sergio había construido con esfuerzo propio para la comunidad. Logró arrendar una pequeña casa, húmeda y fresca, y allí creó lo que ahora es Bibliocielo.

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Decidí visitar el lugar varias veces. En mi primera visita, subí en auto con Sergio. Durante el trayecto, me contaba anécdotas sobre la biblioteca, cómo concienciaba a la comunidad sobre el espacio, y cómo, a través de estos esfuerzos, Bibliocielo no solo se había convertido en un lugar para la lectura, sino también en un refugio seguro para los niños y jóvenes de Carpinelo.

Al llegar, los niños comenzaron a aparecer de inmediato. Los primeros que conocí fueron los hermanos Samuel y Santiago, chicos activos y curiosos. También nos recibió Lucy, una cerdita de la cuadra que parecía un perro. Los niños, al verme con Sergio (a quien llaman "profe"), asumieron que venía a enseñarles. Aproveché la situación para explicarles algunas cosas sobre fotografía y les dejé jugar con una cámara instantánea de juguete que traía. En pocos minutos, la biblioteca se llenó de niños que se ofrecieron a darme un pequeño "tour" por el barrio.

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Caminamos por escaleras, pasadizos y caminos sin pavimentar. Muchos de ellos, orgullosos, me mostraban sus casas: "Profe, vea, esta es mi casa". Me presentaron a sus padres y pedían la cámara, siempre con una explicación previa de cómo funcionaba ese aparato con tantos botones.

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El primer día se me fue volando entre anécdotas, respondiendo preguntas de todo tipo y, al final, haciéndome un corte de cabello con Alex, un joven que hace parte del proceso desde niño y que ahora, a sus 16 años, estudia barbería para sostenerse y apoyar a su mamá y a sus tres hermanos. Llegué a casa muy conmovida. Sergio me había contado cómo muchos chicos se refieren a Medellín como algo ajeno. Para ellos, Carpinelo no es ciudad, es "el pueblo". Y aunque forma parte del paisaje urbano, las luces de la ciudad que se ven a lo lejos desde los cerros nororientales están distantes, tanto en tiempo como en condiciones.

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Mis siguientes visitas a Carpinelo estuvieron llenas de juegos, enseñanzas y participación en las actividades de Bibliocielo. Conocí a jóvenes que ensayan con sus instrumentos, montan coreografías, apoyan a Sergio con los más pequeños o simplemente se sientan a ver películas. Me conmovió la rapidez con que fui aceptada. En la segunda visita, ya muchos niños me reconocían, me pedían prestada la cámara o querían que les explicara cosas. Es evidente que Bibliocielo es mucho más que un proyecto social. Sergio está entregado a la comunidad y a los niños, actuando como gestor, maestro, comunicador y administrador, además de su trabajo como arquitecto. Afortunadamente, cuenta con un equipo de jóvenes adultos que también toman las riendas de la casa-biblioteca.

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Al finalizar mis visitas, quedé completamente enamorada del proyecto. Lo que comenzó como un acercamiento documental se volvió algo personal. Logré construir relaciones con varios de los niños y con el barrio, un lugar que posee la vista más hermosa que haya divisado yo de la ciudad.

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Por: Sara Zuluaga

  • Maestra en Artes Plásticas con énfasis en fotografía. Docente de Artes, Diseño y Fotografía.