En el silencio que rompen las lágrimas, el agradecimiento y la certeza de un nuevo encuentro, se revela un capítulo trascendental de la existencia humana: la muerte, una experiencia tan humana como la vida misma, una para la cual nunca estaremos preparados para entender, una experiencia tan intrínseca a la vida como el propio acto de respirar. Nos enfrentamos a ella con la vulnerabilidad de quien camina por un sendero desconocido, y así le damos un significado inmensurable al "despedirnos" de quienes en su presencia física solo quedarán en el recuerdo vivido de la imaginación, sueños e imágenes que contemplan el pasado.
Este es un relato que con imágenes nos acerca a esta valiente mujer, Alba Janeth Villegas, quien desde sus 14 años de edad trabaja entregando su arte al servicio de la muerte.
Una historia tallada a mano
Una mañana de sábado acordamos vernos. Cruzando las puertas del Cementerio San Pedro, un lugar icónico de la ciudad y un punto de encuentro para el arte y la cultura donde la vida y la muerte se mueven en equilibrio. Llegué a la esquina de la carrera 51 en el Barrio Aranjuez y me encuentro con la marmolería de Janeth, un lugar tranquilo, iluminado y con un tinte de respeto y silencio. Y allí, ella, con una sonrisa como su primer saludo. La conversación y su experiencia de vida me darían un bonito aprendizaje y un relato sensible y único para retratar.

Una mujer muy amable y de aspecto tranquilo accedió a contarme su historia y el porqué decidió dedicarse a elaborar lápidas. "Un negocio familiar, una tradición y herencia", fue su respuesta. Su padre, quien comenzó, la llevaba desde pequeña a aquel lugar donde tal vez muchos no querríamos trabajar. Se convirtió en el sitio donde su juventud y muchos años de su vida se forjaron y donde su arte se convirtió en la transformación de las piedras naturales, convirtiéndolas en altares de muchos seres que físicamente ya no están.
El arte de tallarA tallar le enseñó un escultor y año tras año se fue convirtiendo en un arte al servicio de la muerte. Una mujer con una empatía y capacidad de comprender y sobrellevar el dolor ajeno, eso es Janeth, quien con sus palabras y experiencia da un bálsamo de paz y recuerdo tallado en piedra para quienes las palabras se quedan cortas para el sentir de una partida. Y ella, con paciencia y discernimiento, entrega su trabajo para evocar en un epitafio lo que era una persona. De sus hermanos fue la única que quiso continuar con el legado y aportar desde su ser y gran sensibilidad a entregar un emotivo recuerdo para los que quedamos en este plano.

Alguna vez hemos topado con la muerte, en la cara de un ser querido, un conocido o una persona que alguna vez vimos. A eso no es ajena Janeth. Llegó sin avisar, como en la mayoría de casos, marcando para siempre su vida y creando en ella un vacío y un aprendizaje que solo los años le mostrarían. Su padre fue asesinado en un robo a la marmolería. Ella cuenta con sus palabras lo devastador, abrumador que fue verlo partir de este plano en sus brazos. Solo ella puede evocar ese momento y su memoria remueve el recuerdo con fortaleza, amor y un sentimiento que solo ella podría explicar. La muerte siguió tocando la vida de Janeth y al morir su madre, el negocio familiar de tantos años veía bajar su bandera para pasar a ser un recuerdo. Ella, con gran entereza, decidió quedarse y honrar ese legado.

Janeth acompaña el dolor de cada partida, entendiendo y transmutando el sentir de la familia o individuo. En palabras de ella: "Tú debes apersonarte siempre del dolor de las personas". Eso se lo transmite a sus colaboradores, quienes comprenden el sentido de ser empáticos, loables en la labor que desempeñan. Su trabajo recoge tantas historias, momentos de dolor, sentimiento de tristeza, paz que sorprende su capacidad para empatizar y generar siempre una solución que ayuda a trascender tantas emociones. Han sido ya muchos años de tallar y construir un recuerdo en piedra y en cada tallaje siempre existe una palabra de aliento, una sonrisa que reconforta y un recuerdo que con el tiempo será parte de un aprendizaje de cada ser y de la certeza de que somos parte de un universo que se transforma constantemente.
Un arte lleno de memoriasJaneth vive entre la paz y alegría de la vida, aquella que comparte con su hija, quien también, a pesar de seguir otro camino, aporta y ayuda a su madre. Y el recordar a quienes la muerte llama, ella ha tallado su vida superando las dificultades que se han puesto en su camino, inspirando paz, armonía y respeto. Su sonrisa reconforta, sus palabras guían con experiencia y entregan calma.

Una breve caminata nos conduce al Cementerio San Pedro, donde la serenidad del lugar se encuentra impregnada de historias que solo el silencio revela. El rostro de Janeth se ilumina con una sonrisa genuina mientras nos dirigimos hacia el altar de sus padres. A medida que ingresamos, los saludos cálidos y las sonrisas familiares de los colaboradores del cementerio dan testimonio de la conexión especial que Janeth tiene con este lugar, donde es conocida y querida por todos.
No lejos de la entrada, en el costado derecho, su mirada se eleva hacia una de las bóvedas. No hace falta un mapa para inferir dónde reposa el altar de sus padres. Destacando entre el mármol blanco, el altar se adorna con flores frescas en tonos suaves de rosa y blanco. Un momento de silencio antecede a nuestro encuentro con este santuario que Janeth misma ha forjado. Lo que su mente y corazón piensan y sienten en este instante es un enigma que solo ella comprende. Una vez más, su voz y su mirada me guían hacia la lápida, una obra maestra esculpida por sus propias manos. En este momento, Janeth se sumerge en su propia introspección, y yo me quedo, testigo silencioso, ante la certeza de estar junto a una mujer extraordinaria.

En su silenciosa conexión con el arte de la memoria, Janeth revela una fortaleza que trasciende el tiempo y una capacidad para amar la vida que se refleja en cada trazo de su obra. Cada día es un lienzo en blanco que ella llena con asombro, y su dedicación a servir a aquellos que llevan el peso del duelo es un regalo a la muerte: una obra de arte tallada en piedra con entereza y amor.