Siguiendo el mismo impulso con el que buscó fortuna en el Amazonas siendo un adolescente, Ramón aceptó ser actor de cine a los 66 años de edad.
Un día, al acopio de la plaza de mercado de Puerto Berrío donde estaciona el moto carguero en el que trabaja, llegaron unos productores buscando actores naturales para una película que se rodará en el pueblo. “Yo alcé la mano de una, no sé si sea una virtud o un defecto, pero a mí no me da pena hablar” afirma orgulloso. Le tomaron fotos, presentó el casting, se lo ganó y le confirmaron que hará parte del elenco de la película.
El futuro actor es oficial de construcción del SENA, también ha sido pescador, sepulturero, jíbaro y comerciante. Pero si la aventura fuera un oficio este sería el principal de Ramón.
Sus historias transitan el filo que divide la vida y la muerte. Y en ese trayecto de existencia las ánimas del purgatorio han sido su guía: “siento que me llaman y les hago caso”.
Cuando vivió en la Amazonas protagonizó varias aventuras, en una de ellas lo secuestraron. Lo iban a ajusticiar por un error que cometió. Viéndose sin escapatoria se encomendó a las ánimas y lo salvaron, desde ahí les tiene fe y siente que ellas le hacen favores.
Al Amazonas había llegado por invitación de un tío. “Que en paz descanse mi tío, me pintó pajaritos en el cielo, que me iba a enseñar a trabajar y sí aprendí, pero a la fuerza, porque me abandonó por allá”, relata con ironía. Estuvo “perdido” de su familia durante 22 años, cuando regresó lo daban por muerto: “un hermano me consideró un vivaracho, un impostor, yo les comprobé con hechos que no estaba muerto, sino que andaba de parranda”.
Siente que también por intercesión de las ánimas terminó trabajando en el cementerio de Puerto Berrío. Lo visitaba con frecuencia y cuando el antiguo sepulturero renunció lo contrataron a él. “Le hice el cajón” cuenta entre risas. En esa época los habitantes del pueblo adoptaban, simbólicamente, a los cuerpos sin identificar que bajaban por el río Magdalena. Ramón llegó a adoptar dos NN que considera le hicieron favores. Su fe creció al ver la del pueblo, que se volcaba a adoptar personas regularmente asesinadas río arriba.
Su encuentro con las cámaras no es nuevo, cuando era sepulturero protagonizó el documental Réquiem NN (Juan Manuel Echavarría, 2013) que relata la historia de las tumbas milagrosas del cementerio. La película fue estrenada en el Festival de Cine de Cartagena y presentada en el MOMA de New York.
Mientras llega la oportunidad de volver a las salas de cine, esta vez con una historia de ficción, Ramón recorre en su moto carguero las calles de Puerto Berrío, como si fueran locaciones perdidas de películas pendientes de estreno.
A sus viajas amigas, las ánimas, se encomienda para que le vaya bien en la nueva hazaña.
