Entrar a la intimidad de Julio y de la Paula, es recorrer un sendero muy espiritual aclamado por el arte dentro de la ciudad. Ese sendero que muy pocos están dispuestos a recorrer por prejuicios o sólo por el hecho de tener una concepción para algunos, “manipulada”. Entrar a la intimidad de Paula y de Julio es recorrer sin escrúpulos La Puerta Rosa, el arte, el territorio y una vez más el espíritu de ellos, como uno solo; no permanecen separados, permanecen unidos en un todo y en un por todo.


Permanece la cocina, permanece la repostería y el amor por la comida francesa, esa magia que incorpora Paula en cada plato y sobre todo permanece la descripción que a través de la cocina ella sana, pero también honra a sus comensales. Hablar con ellos es percibir que la vida siempre triunfa en cada rincón de La Puerta Rosa, pero también fuera de ella y que puede ser un arraigo el servir a otros desde lo que hacemos a diario.



Mientras se conversa con Julio, es relacionar cada relato con su mirada meditabunda, con su alma de cuidador, con sus teorías apasionadas del ser y del estar, y donde su único principio es “nada me afecta y todo me beneficia por amor”. Sus lápices, sus trazos, sus tizas, sus dibujos y su conversar es recorrer la historia y meditar, es concluir el honrar la vida, en un todo y en un por todo.



Estar con Paula y con Julio, también es estar con la integridad de la maternidad, con el arte de ser mamá, con el temperamento de Delia y de Rosa, sus madres, como las han perpetuado a cada una en su lugar, aceptando la historia y fomentando en cada laboratorio cultural la decencia del perdonar. Todo a la final nos lleva a que el arte cumpla su propósito, el propósito de traspasar el alma humana y crear lazos, crear relaciones que favorezcan una vez más a cada persona y así enaltecer la existencia.



Pero a la final no se puede haber despedidas con Julio y con Paula, sino, y siempre solo simples hasta luego. Y regresar a La Puerta Rosa con una sonrisa; aprendiendo a su vez de cocina, de marquetería y dibujo, de fotografía e ilustración. Escudriñando hasta las entrañas, no esquivando las preguntas, pero sí recorriendo muchas certezas. Localizando el amor de Julio por los pesebres y observando cada trazo de tiza. Y de Paula, presumir que no se sabe nada porque ella lo sabe todo con su mirada sobria, con su rincón especial para pintar e ilustrar y con su gran amistad entre la luz y la sombra; ellos y su intimidad es inevitable no honrar.

