El arribo de don Pablo Díaz como barbero a orillas del río Cauca se remonta diecisiete años en el tiempo: al 3 de diciembre de 2001, cuando estableció su barbería. Su primer cliente fue un campesino que traía en su cabeza hasta cascaras de arroz. Desde entonces, y hasta la fecha, Pablo trabaja diez horas diarias de lunes a lunes.



Cuando era un muchacho de no más de veintidós años, su papá le enseñó el ofició. Y él se lo enseñó después a uno de sus cuatro hijos, y también a un nieto que desde muy pequeño mostró interés por aprender.



A la hora de cobrar, don Pablo sabe muy bien cuánto puede pagar cada cliente. Su tarifa es $5.000, pero en ocasiones deja la motilada a mitad de precio y, para algunos, es gratis. Para él la bondad más grande es ayudar con lo que sabe hacer.






Al borde del río don Pablo ha visto bajar muertos. Pero también ha hecho florecer a su familia con unas manos con las que hace cortes serios, como denomina a su estilo de motilar. Pero esa seriedad no le quita simpatía y, al contrario, le da más valor a su profesión. Este es don Pablo, el barbero del bajo Cauca.






