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Nelson Zuluaga, ceramista y heredero de un legado artesanal

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Nelson Zuluaga, ceramista y heredero de un legado artesanal

Nelson Zuluaga es el tercero de una familia de siete hermanos humildes y trabajadores del Carmen de Viboral. Recuerda que su padre, Raúl Zuluaga, lo introdujo desde muy temprano en el arte de la cerámica y que desde niño siempre supo sacarle provecho al barro haciendo cajas refractarias para pequeñas empresas de su municipio.

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Su conocimiento del barro horneado lo completó en 1983, cuando entró a trabajar a la fábrica de cerámicas La Continental. Aunque en realidad allá llegó por el fútbol: más que con la arcilla necesitaban su talento con el balón para reforzar el equipo de la empresa, y así lo engancharon. Con los años se destacó en varios procesos y llegó a ser jefe de producción.

Sin embargo, La Continental cerró en 1997 y Nelson quedó en vilo junto a otros trescientos empleados. Fue entonces cuando, como un ave fénix, montó un taller propio. Aprovechó parte de la mano de obra calificada que estaba cesante y emprendió una idea que llamó Renacer.

Con el apoyo de su amigo, el artista José Ignacio Vélez Puerta, en Renacer no solo incorporó los viejos diseños tradicionales, sino que creó patrones nuevos y propios, a los que ha llamado Alegría, Enredadera o Florelba Tupida de Azul. Hoy son una referencia para la región y la cerámica nacional, y su trabajo tiene un reconocimiento mundial como marca con denominación de origen.

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Son muchas las calles y paredes del Carmen de Viboral en las que se ven aplicaciones en cerámica que evocan una tradición que atrae turistas, coleccionistas y ceramistas de todo el mundo. Entre ellos, Romano Rampini, un italiano que buscó en muchos países un lugar para expandir la tradición de quinientos años de su empresa familiar, Ceramiche Rampini. Tras examinar la calidad de los trabajos y de ver el orden que imprimía Nelson a su taller, Rampini le propuso fabricar las vajillas que ellos hacían en Italia. Al principio no le sonó, pero José Ignacio Vélez le aconsejó no dejar pasar esa oportunidad.

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A diario, Nelson es el primero en llegar a Renacer, Cerámicas Viboral y Rampini, empresas que lidera con el apoyo de su familia. También es uno de los últimos en irse, y verifica en persona, con la disciplina de un relojero, la producción. Quiere seguir modernizando este oficio y apartarse de la imagen del artesano que trabajaba en el suelo, en medio del polvo, el hollín y el humo. Para él es fundamental el bienestar de sus ochenta empelados.

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El crecimiento de su negocio ha sido constante aunque con algunos sobresaltos, como aquella noche que se incendió la fábrica y ayudó a los bomberos a sacar las pipetas de gas que alimentan el horno.

«Uno sabe que para salir adelante se deben arriesgar mil cosas. Hasta la vida».

Para recompensar este esfuerzo, que no es poco, Nelson viaja una o dos veces al año a algún lugar del mundo para descansar con su familia y para buscar piezas de cerámicas únicas.

De regreso, al sentir el fresco clima de su tierra, vuelve a caminar por el bosque con su esposa Luz Marina, a trabajar con sus hijos Wilson, Sergio y Érika Cristina, y a darle gracias a Dios cada domingo.

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Por: Raúl Soto Rodríguez

  • Documentalista y fotógrafo