Su nombre completo es Mardo Cristóbal Forero Rodríguez. Tiene cincuenta y un años y en su sangre hay algo de ascendencia alemana. Llegó a Bello a trabajar después de recorrer medio país buscando dinero y fortuna, que lo llevó a descuidar su vida personal.
Recién llegado recorrió todas las calles y las avenidas, y así hizo buenas amistades. De todas partes llegaron ayudas.
Se enamoró de toda esa gente que hoy en día, cuando lo ve, lo abraza con cariño. «Quién no se va enamorar de este paraíso», cuenta. En Bello también conoció a Sandra, su actual compañera, con quien tiene dos hijos: Miguel Ángel y Emanuel. Ellos le cambiaron la vida.
Una separación tormentosa y haber descuidado a su hijo mayor –que hoy tiene veinticuatro años y se graduará de abogado en Bogotá– lo condujeron a un gran cambio personal y de ahí a convertirse en líder de la comunidad. Hay errores que no quiere volver a cometer, heridas a las que no quiere echarles sal.
Su lucha actual de cada día y cada hora es por el respeto a las personas. Trabaja por su comunidad, por implantar allí amor por el arte y crear la figura del artista como héroe y como un ser libre. No toca piano, órgano y clarinete como lo hacía Beethoven, pero en cierto sentido está ligado a él por el amor y la pasión por la música. Mardo cree que cuando un niño toca un instrumento nunca tomará un arma.
