Vive en el barrio obrero de Apartadó, exactamente el bloque 5. Llego al municipio en la época de la bonanza, vivió la violencia cruda de los años 90 en la región, vio como las balas apagaron las voces de muchos familiares y amigos, pero ella persistió.
Isa María Perea Allin nació en Vigía del Fuerte, es una apasionada por la cultura y la mueven las causas sociales. A pesar de haber vivido la violencia en carne propia, cree fervientemente que el arte y el amor son las mejores armas para construir la paz.


Quien la ve recorriendo las calles de Apartadó, con turbantes de colores en la cabeza y con una sonrisa en el rostro, no se alcanza a imaginar las historias que guarda en su memoria y en su corazón.
«Eso fue en 1994. Yo estaba en embarazo de Lorena. Yo amanecí debajo de mi cama. Eso fue en el bloque 3 y yo escuchaba esos tiros aquí mismo. Yo halé a mi hija y nos metimos debajo de la cama. Estaba preocupada porque el piso era de tierra y mi hija mayor sufría de asfixia y yo tenía miedo por ella, pero como pude tomé una cobija y sobre eso nos acostamos. Ahí amanecimos».
Lo que cuenta es uno de los hechos violentos más impactantes de Urabá: la masacre de La Chinita. Fueron asesinadas a sangre fría más de 30 personas que, paradójicamente, celebraban. Ese día quedó marcado en la historia de la región.


A pesar de todo, Luisa decidió seguir viviendo en Urabá. Veía su futuro en este territorio, aunque sus padres creyeran que era demasiado peligroso para ella y sus hijos.
Hoy, Luisa ve los frutos del esfuerzo de aquella época: cuatro de sus hijos son profesionales y una de sus hijas también lo será pronto. Luisa Perea tiene una carrera universitaria y una especialización en docencia. Es reconocida y querida por sus vecinos del barrio (donde se quedó a vivir desde la época de la violencia), del municipio y de la región. Luisa Perea también es el nombre del grupo de bullerengue infantil que formó. No se imagina dejar a un lado sus grandes pasiones, por eso las juntó: la cultura, la danza y las tradiciones de sus antepasados alrededor de un sueño, su propia academia. Luisa se dio cuenta de que el baile era una posibilidad para sacar a decenas de niños del conflicto interbarrial, que ha recrudecido en el municipio en los últimos años.



Su día a día lo vive entre los quehaceres del hogar, los ensayos con el grupo de bullerengue, la confección y reparación de ropa, el tejido en diversos materiales y la venta de comida los fines de semana. Su jornada comienza antes de que salga el sol y termina, en muchas ocasiones, pasada la medianoche.



Docente, bullerenguera, cultora, líder social, madre, hija, modista, artesana, emprendedora. Luisa Perea no solo divide su vida en esas facetas, sino que se destaca en todas. Hace cada cosa, grande o pequeña, con pasión inagotable.


“Como yo les digo a mis hijas: hay que luchar para salir adelante porque para uno aprender a ser mujer, tiene que sufrir mucho primero”.