Modesta, sin pretensiones, algo tímida. A veces se resta mérito aunque sea admirada por tantos, incluso por un expresidente de Colombia.
«Apreciada Lucía, mil gracias. Estoy en Katábasis, gustando, regustando, saboreando, leyendo, releyendo, intuyendo, a Pedro Arturo, a Mircea Eliade. ¿Leyó Maitreyi. La noche bengalí? Abrazotes, el expre...”. Esa nota se la escribió Belisario Betancur, quien la admiraba.
¿Qué hay en Lucía que ella no reconoce, pero sus lectores sí? Ella dice que solo se trata de generosidad, o de simple admiración por amistad. Definitivamente es modesta.


Lucía escribe en una libreta con un bolígrafo sencillo, aunque a veces la inseguridad la obliga a usar un lápiz con borrador, por si lo que lee después le parece muy descabellado. Escribe desde los catorce años, aunque reconoce «una época anterior en la escritura, la de la infancia, la de la ensoñación». Agradece que los cuentos que escribió en su adolescencia ya no existan, pero aquellos de la infancia quisiera que permanecieran toda la vida.
¿Sobre qué escribe? Imposible describirlo. Para eso hay que leerla. Ella dice que nunca ha tenido un plan de escritura:
Dice que sus poemas son sugerentes, verticales, intuitivos, abiertos, y llenos de claros y oscuros.



No todos los días escribe, porque su trabajo no le deja el tiempo que quisiera. Además de poeta, también es gestora cultural y ha trabajado como coordinadora cultural de la Casa Museo Otraparte desde hace doce años. Ese es su segundo hogar.
Se describe a sí misma como intuitiva pero insatisfecha. Sus poemas atrapan, los lectores nos identificamos con ellos, y aunque afirma que no busca comunicar nada con lo que escribe, sabe que con ellos abre una pequeña puerta en la que alguien puede verse reflejado como en un espejo.


A Lucía Estrada le gusta estar a la sombra. Disfruta la soledad que obliga la escritura. Incluso en un escenario parecería preferir leerle a la silletería vacía. Pero para eso, contradictoriamente, tendría que dejar de escribir. O al menos dejar de publicar. Y hacer esto significaría, simplemente, dejar de ser ella. Imposible.


