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Crónicas del barrio y de la región

Crónicas del barrio y de la región: Lina María Pino

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Crónicas del barrio y de la región: Lina María Pino

Lo podemos hacer más sencillo

«Más que tener derecho a ser iguales, es tener igual derecho a ser diferentes. La inclusión no es un favor, es un derecho». Decía una pancarta sostenida por dos personas durante una movilización nacional por la discapacidad, premisa que hoy me permite proponer una reflexión desde mi rol como fotógrafa y como ciudadana frente a temas que me han motivado a crear a partir de las imágenes.

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Durante septiembre se conmemora la Primera Edición del Congreso Mundial de Personas Sordas, en el que población proveniente de diversas naciones comparte anualmente sus sueños y lucha. Previo al mes en cuestión, recibí esta invitación retadora: elaborar una crónica visual sobre una mujer sorda. Lo primero que sentí fue temor de no conseguirlo, temor a no generar empatía con esta mujer y finalmente, un interés profundo en lograr un resultado digno y honesto. Mi búsqueda en la fotografía es relatar las diversidades, las corporalidades e identidades de seres humanos que están en permanente transformación e interacción con el mundo que habitan. Es por eso que intento poner mi voz en imágenes que suscitan la reflexión y para hacerlo me pregunto por las implicaciones de una discapacidad y, como sociedad, qué tanto las reconocemos.

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El sol de la mañana brilla en las joyas que una mujer organiza sobre una mesa. La observo pensando: ¿será ella?, detiene lo que hace y me mira con un gesto serio que luego se convierte en una amable sonrisa. Se acerca y me saluda, le respondo intentando ayudarme de algunos gestos, pero me dice: «tranquila, yo puedo escucharte un poco».

Lina María Pino Serna es una mujer habitante de la ciudad de Medellín, integrante de la Mesa de Derechos Humanos de Personas con Discapacidad de Medellín. A su vez, forma parte de la Corporación Seres Globales, cuyo propósito es visibilizar a la comunidad con discapacidad, apoyar emprendimientos y realizar asesorías jurídicas a dicha población. Es artesana, se dedica a la joyería y le gusta leer novelas históricas, conocer la historia de Medellín y realizar recorridos por las calles de la ciudad.

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«Todas mis actividades son manuales, la joyería, la bisutería, los pesebres… Me desenvuelvo muy bien con eso, a mí me ponen a hacer alguna actividad mental y no me interesa, prefiero lo manual», cuenta mientras organiza las joyas que dispone para la venta. Se pregunta constantemente por qué a los jóvenes se les niega el acceso a espacios en los que ella ha podido estar, cuestionamiento que la ha motivado, a ella y a sus amigos, a impulsar, no solo a personas sordas, sino también con otras discapacidades; para ella todos tienen habilidades y diversas formas de enfrentar la vida.

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Nació sorda, su familia le facilitó la interacción permanente con personas oyentes desde su infancia, lo cual le permitió comunicarse con mayor facilidad y realizar actividades que le ayudan en la comunicación, gracias a eso desarrolló su voz. Esto le permitió estudiar Rehabilitación de laboratorio dental en la Universidad Autónoma de las Américas y comunicarse conmigo, apaciguando el temor inicial que sentí.

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Gracias a este encuentro aprendí que existen tres tipos de sordera: primero, la sordera profunda, es decir, no oyen nada de lo que se habla y solo pueden oír algunos sonidos muy fuertes; segundo, la sordera hipoacúsica, en la que un oído escucha parcialmente y otro está apagado completamente; Y tercero, ensordecimiento, en otras palabras, cuando los oídos de una persona se apagaron por algún accidente o con la edad adulta.

Lina pertenece al segundo tipo, tiene niveles de audición que le permiten escuchar con ayuda de audífono, sin embargo, son muchas las dificultades que se le han presentado en la comunicación y en la aceptación porque, como cuenta «hay mucha gente que dice ´Ah no, no contemos con esa sorda, para estar explicándole y repita y repita y repita…´ entonces lo bajan a uno, pero yo seguí mi vida normal y he hecho muchas cosas». Esto no ha sido impedimento para que Lina apoye a personas en situaciones similares a la que ella vive o para disfrutar de la música ochentera, las baladas de los sesenta y, sobre todo, de la salsa.

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Con Lina y sus amigos aprendí que el lenguaje de señas implica mucha gestualidad con el rostro y el cuerpo. Aprenderlo puede resultar incluso terapéutico, porque además del lenguaje, exploras la expresividad y te enfrentas con el temor al expresarlo. Este no es un lenguaje universal, así como los acentos, el lenguaje de señas tiene palabras diferentes en cada región y como todos los lenguajes, tiene mucho que ver con la cultura. De este acercamiento aprendí también que lo más importante es saber cómo nos dirigimos al otro o a la otra, generar espacios de comunicación incluyentes y participativos que permitan generar herramientas que nos posibiliten entender la emocionalidad y el sentir del otro.

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Omitir lo anterior es lo que genera la discapacidad, la barrera; más que la deficiencia que tenemos en el cuerpo. Quizás el mundo pudo haber sido siempre con rampas, con semáforos que suenan para indicar cuándo podemos pasar o líneas táctiles que nos indiquen los pasos peatonales. Pese a los esfuerzos de ciudades como la nuestra para ser más accesible para las personas con discapacidad, hay un tema de cultura que no permite operar esa inclusión, por eso es tan importante la existencia de personas como Lina y su participación en colectivos u organizaciones con iniciativas de visibilización, generación de espacios formativos y garantía de derechos.

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“Especiales, son las pizzas. Capacidades especiales, tienen los superhéroes. Enfermos, hay en los hospitales. Atrasado, viene el colectivo. Capacidades diferentes, tienen una taza y una olla. Angelitos, habrá en el cielo. Cuando quieras referirte a una persona con discapacidad solamente di eso: persona con discapacidad o llámala por su nombre”.

Esta frase fue leída por Paola Toro Ángel, una mujer psicóloga con discapacidad múltiple - visual y física - durante un carrusel organizado por la Mesa; Paula, igual que Lina, se considera mediadora para generar oportunidades a otras personas. Estamos acostumbrados a maquillar las palabras generando más cargas y brechas, según ella, lo podemos hacer más sencillo, pues las discapacidades desaparecen cuando generamos oportunidades.

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