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Crónicas del barrio y de la región

Crónicas del barrio y de la región: Lina Marcela Orrego

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Crónicas del barrio y de la región: Lina Marcela Orrego

Vocación más allá del salón de clases

No hace falta repetir una vez más lo que el Covid 19 ha generado en la humanidad entera: los estragos que ha traído para el comercio, la agricultura, el turismo, y, sobre todo, para la educación son indescriptibles.

Sin embargo, la pujanza, las ganas de salir adelante y el no querer dejarse vencer, ha mostrado también la cara valiente de los seres humanos. Y es el caso de la profesora Lina Marcela Orrego, cuya vocación genuina y pura ha superado todos los obstáculos que esta pandemia le ha traído, a ella, a sus compañeros de trabajo, a la institución educativa donde trabaja desde hace cuatro años, y principalmente, a sus estudiantes de los grados sexto y séptimo de bachillerato.

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Desde muy pequeña, Lina sabía que quería ser profesora y enseñar a otros. Le encantaba leer y escribir. De todos los nietos, era la única que se interesaba por las historias y personajes fantásticos que inventaba su abuela, y desde el bachillerato se empezó a perfilar para iniciar una carrera en pedagogía y humanidades.

No se había graduado aún como Licenciada de español y literatura de la Universidad de Antioquia, y ya había conseguido su primer trabajo como profesora en un instituto de asesorías y nivelación académica, donde probó por primera vez su pasión por enseñar, a pesar de haber sido una experiencia dura y un gran reto, ya que los estudiantes de aquella institución eran bastante conflictivos y traían consigo historias de crianza complicadas.

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A partir de allí, ya van 15 años de carrera como docente entre colegios públicos y privados. Hoy, gracias a los concursos abiertos de méritos para docentes y directivos del Ministerio de Educación Nacional, la “profe” Lina accedió a una plaza para trabajar en la Institución Educativa Héctor Rogelio Montoya, ubicada en el corregimiento de San Sebastián de Palmitas, en Medellín, haciendo realidad, no solo su sueño de trabajar en una institución pública, sino también, el sueño de irse a vivir al campo.

Realizada por fin con su profesión, las dificultades que tuvo que afrontar antes de llegar a Palmitas parecían haber acabado. Y, entonces, en abril de este año llegó el coronavirus. En el mundo, nadie había afrontado una situación como esta, y los profes de la Institución Educativa Héctor Rogelio Montoya, muchísimo menos. ¿Qué hacer? En una zona totalmente rural, la virtualidad no era una opción. La mayoría de familias no tiene acceso a internet desde sus casas. La rectora encargada, Diana Carolina Rivera, junto con un grupo de profes, inició un plan de guías que se entregarían a los estudiantes para que cada uno de ellos recogiera en el colegio y se los llevara a sus casas para estudiar a distancia. Pero la corregidora de Palmitas no permitió esta alternativa, previendo que podría convertirse en un centro de aglomeración en el momento en que no solo los alumnos, sino también los padres de familia, fueran a recoger los talleres. Y aún si se hubiera permitido, llegar hasta el colegio, para muchas familias, sin el servicio de transporte que este presta normalmente a los estudiantes, sería muy costoso, pues la gran mayoría viven en las veredas aledañas que quedan bastante retiradas de la institución.

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Nuevamente, ¿qué hacer? Había que llevar las guías a las casas de cada uno de los niños, o por lo menos a un lugar central en cada vereda, donde a las familias les quedara más fácil recoger sus tareas.

Así, el grupo de docentes decidió hacer unos recorridos por todo el corregimiento, y a estos se unió la profe Lina. El plan era entregar 10 guías, una cada 20 días, por lo que restaba del año, y con el apoyo de un transporte que les facilitaba la Secretaría de Educación de Medellín, empezaron a visitar a los niños.

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En una jornada completa, de 7:00 a.m. a 6:00 p.m., los profes visitaban las veredas de La Aldea, La Volcana, Boquerón, entre otras, para entregar guías nuevas, y recibir los trabajos que los estudiantes hubieran realizado en el transcurso de esos 20 días. Aprovechaban también para darle reporte a los padres o acudientes, de cómo iba el desempeño de sus hijos, Sin embargo, para Lina, estas visitas no eran suficientes. “Los chicos necesitan más atención”, decía, “y por whatsapp a veces la comunicación es muy difícil, primero por la mala señal que hay en algunos sectores, y segundo porque para algunos estudiantes es difícil entender las indicaciones por este medio”. Así que, por su propia cuenta, agregó a esta estrategia tutorías personalizadas a sus estudiantes.

En su moto, realizó visitas a las casas de, aproximadamente, 30 estudiantes. Sin importar el clima, lloviendo o bajo el inclemente sol de Palmitas, la pendiente de los rieles, si el camino era destapado o de herradura, si tenía que caminar medio kilómetro de trocha cuesta abajo, muy adentro de la montaña, y regresar subiendo, también caminando. Todo valía la pena, las mamás la recibían felices por su visita. Los niños también, aunque no todos mostraban la misma alegría, incluso uno que otro alcanzó a volarse cuando supo que la profe lo visitaría.

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La situación claramente ha sido difícil para Lina. Mucha paciencia y amor por su profesión y sus estudiantes, y la palabra “reinventarse”, que tanto la hemos trillado, toma verdadero significado ante esta labor. Incluso, ha hecho que la profe Lina reconozca que en este tiempo se ha dado cuenta que la metodología académica debe cambiar. Para ella el conocimiento es global, y cada área o materia están estrechamente conectadas. “La educación está afuera, no entre cuatro paredes de un salón de clases”. Por eso, el futuro de la educación, para ella, es la alternancia, cada niño es diferente y tiene procesos de aprendizaje diferentes. “Sería ideal que los niños estudien medio tiempo en el colegio, para que compartan allí con sus compañeros y tengan el espacio de socialización, pero la otra mitad del tiempo debe ser afuera, en sus casas, en el campo o en la ciudad, pero de manera independiente y personalizada. De esta forma, el proceso es más preciso, los niños se exigen más, pero también aprenden más, y los nodos de estudio, como tienen divididas las áreas de conocimiento en la Institución, se vuelven mucho más comprensibles y se quedan realmente en las memorias de los estudiantes”.

Una labor dura, una vocación pura, y un gran amor e interés porque estos niños estudien, salgan adelante y sean personas con un buen futuro y puedan aportar cosas valiosas a nuestra sociedad. Lina es una profe exigente, pegada a la regla y muy convencional en su profesión, pero amorosa como ninguna con sus estudiantes, y se evidencia perfectamente en el cariño que ellos también le expresan a ella, ya sea verbalmente, a través de cartas, o en pequeñas notas que le dejan al final de cada tarea realizada.

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Para Lina no hay otra profesión en la que se vea trabajando, y tampoco otro lugar en el que pueda vivir, y aún, ante circunstancias tan difíciles como las de este año, ella sigue y seguirá firme con su labor.

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