Hárrison Pérez Suárez, movimientos al límite.
Harri, de pie frente al gran espejo del salón, con sus rodillas un poco flexionadas y su espalda inclinada hacia delante en un ángulo de 45°, levanta sus brazos lentamente extendiéndolos como un par de alas que se preparan para volar. Detrás de él un grupo de 7 chicos repiten este movimiento sincrónicamente con una devoción de respeto por el instante; como si levantar los brazos de manera conjunta fuera lo vital en este momento y de ese hilo que los teje a todos en armonía dependiera la vida. Todos, profesor y estudiantes, se quedan congelados en esa posición por unos momentos. Lo mismo hacen sus reflejos duplicados en el espejo que cubre toda una pared. La luz que entra por los ventanales de un costado atravesando las ramas de un par de flecheras, rebota contra las paredes blancas y se posa con suavidad sobre sus espaldas. Son una bandada de aves en reposo que sostienen al sol con sus alas. A los pies de Harri hay una libreta abierta con apuntes sobre budismo, confucianismo, la teoría samurái de los cinco anillos y algunas citas propias de las filosofías orientales. Por un momento pareciera que estamos en una clase de Zen y no de baile urbano. Este corto instante que dura una eternidad, se interrumpe con la señal de movimiento de Harri al que todos responden bajando los brazos con parsimonia.



Lo de Harri es el cuerpo; la mente y el cuerpo. Este joven de 23 años nacido y criado en La Maruchenga, Bello, tiene una formación ecléctica, abarcando estudios en administración, diseño y especializándose en movilidad corporal, preparación física y hasta en cocina. Gracias a esta interdisciplinariedad es que goza de un perfil de profesor, bailarín, DJ (Disc Jockey), gestor y administrador de la academia de baile urbano que fundó en el 2018, Nova Crew. Llegó al baile urbano inspirado por su maestro, su sensei y tío, Rafael Suárez Posada, quien actualmente se desempeña como director de la academia de bailes de salón, Bumayé, y que ha pasado por el reconocido BNF-Ballet Nacional El Firulete e hizo parte de Estilo Urbano, una de las academias de baile urbano más grande del país con cerca de 700 bailarines. Gracias a él fue que Harri cambió la kizomba, la salsa y la bachata por el hip-hop, el popping, el house y el breaking. De su tío heredó también la inquietud por complementar las técnicas del baile con el conocimiento y sanación del cuerpo a través de métodos como el funtional range y la quiropraxia.



Luego de pasar por varios procesos colectivos con diferentes nombres, estos derivaron en lo que ahora es Nova Crew, una academia de danza urbana que tuvo como primera sede de entrenamiento la Casa de Cultura Pedregal pero que tras una presentación en la UVA El Encanto, ubicada en la Comuna 6, entre los barrios Doce de Octubre y Santander, conocieron a Ximena y Dorian de la fundación Casa Mía, con quienes iniciaron una alianza estratégica para establecer allí la sede de la academia. Es así como en Casa Mía, una casa de puertas abiertas a su comunidad, donde se comparten talleres de artes y se fortalecen procesos culturales y comunitarios, se ha transformado el salón principal del segundo piso para convertirlo en un salón de baile, que recibe de dos a tres veces por semana a jóvenes apasionados por la danza y que pagan una mensualidad para poder asistir a dichos talleres. Además, algunos fines de semana o en fechas especiales, la academia realiza eventos multitudinarios como Cyphers o batallas de baile y encuentros alrededor de la música house y otros géneros urbanos, a los cuales los asistentes deben pagar una módica contribución pero que hace sostenible estos espacios y que funcione la alianza entre dichas instituciones.



Este modus operandi que busca un equilibrio entre un compromiso filantrópico y la sostenibilidad operativa es lo que permite que ésta, al igual que otras academias de baile, garanticen su impacto social de transformación y la continuidad de sus gestores de manera activa. A esos integrantes fundacionales y esenciales, Harrison los llama ¨mis muchachos¨ y aunque hay en esta denominación un paternalismo explícito, Harri aclara que son ellos –Santiago Ramos “RS”, Valeria Lopera, Juliana Marín y Dahiana Betancur- quienes muchas veces dan soporte y le avivan la pasión para continuar con este proceso. Son también las salidas o pausas indefinidas de alguno de sus muchachos los momentos más difíciles de sobrellevar; cuando la amenaza siempre latente del deber ser en la sociedad y las necesidades que deben franquear en la cotidianidad, arrastra a alguno de los integrantes para coartarlo al sistema laboral. Es por esto que Harri y su equipo de trabajo, están continuamente generando estrategias de financiación para Nova, tomando como referentes a las academias de baile consolidadas de la ciudad y con el rigor y la dedicación de administrar bien sus recursos.



Mientras veo a Harri dirigir sus clases con maestría, pasearse con desenvoltura por el salón entre sus estudiantes, con la sensibilidad para tocar los cuerpos de sus estudiantes y conducirlos a las posiciones correctas con fraternidad; mientras veo ese fuego contenido en su alma y que se propaga a través de sus manos, sus palabras y movimientos en los demás jóvenes; mientras veo todo esto y más, logro comprender y simpatizar con estas nuevas juventudes abrasadoras que buscan transformar sus territorios de manera coherente, a través de la práctica y el activismo, con expresiones didácticas y artísticas. Son estas acciones revolucionarias, incómodas para algunos, inconvenientes para otros, pero en últimas necesarias para un sistema estatal estático y paralítico que requiere de transformaciones urgentes y que encuentra en su población juvenil –la misma que en este momento, mientras escribo esta crónica, abanderan 16 días de lucha en el marco del paro nacional- no solo el motor, sino el combustible, la carrocería y el conductor del vehículo que nos llevará por nuevos senderos sociales.


Ser joven es moverse entre los límites. Es vivir intensamente buscando las márgenes para romper las fronteras de lo establecido y crear escenarios nuevos. Una ciudad como Medellín permite todo esto; ya sea ofertando a los jóvenes oportunidades de transgredir lo moral y lo legal, viviendo de forma suicida e intempestiva una vida llena de excesos donde el paradigma son las herencias de lo narco, donde abundan el dinero, las fiestas, las drogas y el sexo pagado; o ya sea generando espacios de participación, gestión y construcción de valores ciudadanos, espacios para la creación de identidades libres y diversas, espacios para el libre desarrollo de los cuerpos y el entretenimiento. Esta fue la oferta que tomaron Harri y sus muchachos. La de experimentar con su cuerpo al límite pero sin causarle dolor. La de reconocerse en el baile, el movimiento y la respiración para llegar a una consciencia absoluta y así identificar qué están haciendo y para dónde van. Estos espacios son los que Nova Crew y Casa Mía ofertan hoy a sus comunidades.



Es de noche en Casa Mía. Una tira colorida de luces led rodea el sacrosanto escenario del DJ, iluminando intermitentemente la mesa donde están el computador y la consola de música. Frente a él un círculo de jóvenes vestidos de negro aplauden al ritmo del beat mientras en el centro una chica de cabello largo, delgada, morena y también vestida de negro se contorsiona y quiebra sus articulaciones en una cadencia frenética. Todos están enajenados, fuera de sí y al mismo tiempo ensimismados. Con cada canción van pasando al centro del círculo y exhiben sus mejores y más auténticos movimientos. Cada uno con su baile encuentra una manera de decir “este soy yo y aquí estoy”. Detrás de la consola, provocando todo este desenfreno está Harrison, ejecutando su papel de programador musical, de maestro de la consciencia y la liberación.




