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Francisco Vallejo, el hombre increíble de Aranjuez

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Francisco Vallejo, el hombre increíble de Aranjuez

Entre montañas de libros, discos y objetos esotéricos Francisco Vallejo, el santero de Aranjuez, limpia compulsivamente un DVD. Alguien pasa, lo saluda y me explica: «Es un tipo al que le estoy ayudando; una mujer le hizo un sortilegio. Está siendo víctima de una mujer malvada y estoy tratando de romper ese maleficio. La magia negra es una porquería».

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Francisco es un santero que también es matemático empírico. Se debate desde niño entre la lógica y la fe. Combate maleficios con el tabaco, lee el tarot, pero también pasa tareas escolares a máquina y escribe cartas por encargo. Confiesa que antes de dejarme entrar necesitaba confirmar que yo no fuera un espía.

«Ahí mismo identifico a un policía o a un sicario. A veces vienen a hacer inteligencia, pero los espíritus me cuidan», dice.

De ahí que la puerta de la calle permanece abierta todo el día.

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Estuvo en el Ejército y después un hermano lo invitó a Nueva York. Allá aprendió inglés en los bares de Broadway, la avenida que él define como «una especie de Guayaquil». Al regresar de Nueva York se radicó en Bogotá, donde se hizo matemático y santero. De las matemáticas, dice, recibió una señal en el metro neoyorquino, una vez que se encontró un periódico en español con un encabezado retador: «No sea analfabeta en matemáticas». Se encerraba a estudiar cuatro o cinco horas diarias en la biblioteca Luis Ángel Arango, y al salir iba a los bares de La Candelaria en busca de profesores de ciencias exactas. Allí cambiaba tragos de aguardiente por explicaciones de problemas que no podía resolver «y esa fue mi graduación de matemáticas», cuenta.

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En Norteamérica había empezado a leer sobre ocultismo pero fue también en Bogotá donde sintió el llamado y se hizo santero cuando conoció a Emma, una experta en leer tarot. «Me metí en el esoterismo y eso me paró los vicios. Llevo más de quince años sin consumir».

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¿Cómo conviven en su casa las fórmulas matemáticas y la lectura del tabaco? Francisco tiene clara la respuesta: «Al no haber explicación científica para muchos fenómenos, yo, que soy matemático, creo en las ciencias ocultas. Es un acto de fe; hay que creer». Y para rematar, me dice: « ¿A cuál de mis apodos le quiere tomar fotos? En el parque de Aranjuez me dicen Kalimán, estoy empapado de la literatura de ese personaje. Yo soy el hombre increíble».

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Por: Adrián Franco Jaramillo

  • Comunicador social y periodista