En las noches frías del mes de noviembre, en un acto sepulcral sale Hugo Hernán Montoya. Con una camándula dorada, una campana y un libro de rezos, hace un recorrido para pedir y rezar por las ánimas por las calles de Puerto Berrío, Antioquia. Una tradición que lleva años en el municipio y que, sin importar el tiempo, no deja de conservarse.
El señor Hugo lleva 22 años realizando sus labores como animero, donde inicia realizando una ceremonia antes de la medianoche en el cementerio y luego sale a recorrer las calles del municipio junto a las ánimas del purgatorio hasta el amanecer. En Puerto Berrío, la devoción a las ánimas es algo que con el pasar de los años se mantiene vigente gracias al señor Hugo. Se ha transmitido de generación en generación para dar sentido de vida, esperanza y reconciliación a una comunidad azotada por la violencia.
Donde en la década de los 80, la situación en el orden público se estaba viendo afectada por múltiples actores armados en busca de hacerse con el control del territorio. Gracias a esto, se generó un número muy alto de personas muertas por el conflicto y la violencia, y muchos de ellos fueron enterrados en el cementerio llamados: NN, que proviene del latín Nomen Nescio, que significa ¨Desconozco su nombre¨. La adopción de los NN, siendo un rito en el cual se busca obtener favores del muerto, y el rito del animero, que es sacar a las ánimas del cementerio para no olvidar a sus muertos, pedir a los devotos padrenuestros y avemarías, implorarles favores y orar por los vivos. Una tradición que en Colombia no se practica mucho, sin embargo, en Puerto Berrío, a pesar de los años, aún se conserva.
