Diego Pulgarín: la fuga del gato y la pulga
"A mí me pegó muy duro la pandemia... ese encierro... mucho tiempo solo y callado", me confiesa Diego mientras hurgamos en su pasado y la travesía musical que lo ha llevado a superar cada altibajo, siempre a su propio ritmo. Hoy, después de dirigir varias orquestas y aprender de grandes maestros, además de ser un músico talentoso, es un artista sonoro que, con su proyecto experimental, Entorno Sintético, busca a partir de la plástica del sonido y el ruido "guiar al espectador a través de un viaje sensorial que estimula sus recuerdos, emociones y pensamientos".

Como me dijo que era un andante y tenía todo Aranjuez en la cabeza, nos decidimos por retomar los pasos del gato protagonista de 'Azules de Abril', una obra narrativa de paisajes sonoros en la que trabajó y que cuenta la historia y desarrollo del barrio, siguiendo la aventura del felino que, compartiendo el hartazgo por el aislamiento de 'Pulga', como también le dicen a Diego, se las arregla para escaparse de su casa y encontrar en Aranjuez y sus lugares emblema, un hogar aún más grande. Él ya sabía que este recrear de la fuga del gato sería un revivir de sus recuerdos.

Dimos obertura en la parroquia San Nicolás de Tolentino. Un, dos, tres y... "Todo estalló cuando mis papás biológicos murieron". Era octubre del 94, tenía 7 años, al mes siguiente, quizá para arrojarle un salvavidas, la música lo buscaría con platos, bombo y redoblante en el colegio Agustiniano. Aquí comenzaría su carrera, su pasión y su propia terapia, pero no sería tan sencillo, pues las visitas a funerales y misas se harían frecuentes, por lo que su, antes tía, luego madre, preocupada por faltarle también un día cercano, lo soltó rápido para que cogiera calle y fuera independiente, plan que no incluía este nuevo afán de dizque ser músico, así que a la petición de una guitarra a sus 10 años, ella simplemente respondió: "No hay plata y no quiero músicos en la casa".

Entró tarde esa consigna, pues Diego ya había compuesto su futuro, el cual sonó primero a rock, a grunge, probablemente influenciado por las tardes cuando lo llevaban al teatro de Comfama a ver videoconciertos de Nirvana, rodeado de punketos y metachos muy bien portados, o las horas incontables viendo Musinet, Vh1 y MTV, intentando sacarse los acordes a oído al tiempo que miraba la mano derecha de Cobain, mientras que la suya rasgueaba la guitarra que compró trabajando para el jefe de su difunto padre y que aún atesora. Primero de muchos instrumentos y aprendizajes que le aguardaba el tic-tac del metrónomo.


Las manos le temblaban, había escuchado audiciones impresionantes de los anteriores candidatos, pensaba que iba a hacer el ridículo y que su amigo Manuel había desperdiciado la plata que le prestó, y que le sigue debiendo 14 años después, para los pasajes del bus y el pin de inscripción de la carrera de música en piano de la Universidad de Antioquia. Comenzó a tocar y antes de que pudiera terminar su interpretación, unas manos lo interrumpieron y una voz de autoridad le dijo: "Usted estudia conmigo", era Teresita Gómez, quien, cumpliendo con su palabra, lo acompañó durante muchos años en su deseo de ser pianista, el cual, con el tiempo, fue en diminuendo, ya que su arte y su voluntad resonaban en otra dirección.

Como si de la suerte de John Cage estuviéramos hablando, Diego se alejó de la música clásica y se adentró en lo experimental, haciendo de su grabadora y su computador, del sonar de Aranjuez y la ciudad, de los objetos cotidianos y la naturaleza, sus nuevos instrumentos a disposición de Entorno Sintético, una propuesta que, desarrollada junto a su colega, otro Diego en esta cantata, serviría como su refugio, su fuente vital y catarsis. Así, en esos días oscuros del 2020, de los que el mundo entero no se ha recuperado por completo, que trajeron consigo una nueva pandemia en salud mental, este hijo de Aranjuez componía su serie de atmósferas sonoras 'Meditaciones', para, como el gato, fugarse en espíritu.

A pesar de las múltiples pérdidas en su haber, la pulga sobre el gato ha podido gestionar su bienestar emocional a través de la música, en su acepción más extensa, incluso, sin importar que sus ídolos de juventud pertenecieran al triste Club de los 27, pues Diego mantiene en su vida la capacidad de asombro, o, en sus palabras, "la motivación es la sorpresa", lo anterior, sin visitar nunca a un psicólogo, por más que siempre será una buena recomendación, especialmente en el mundo artístico, donde la presión económica y la autoexigencia pueden ser abrumadoras.