Recuerdo todavía a mis profesoras de escuela: Nohelia y Fabiola. Ellas eran amorosas conmigo, dulces y comprensivas; tal vez por eso, de toda la primaria, son las únicas que se quedaron grabadas en mi memoria. Aunque recuerdo la escuela con mucho amor, en general tengo que hacer un gran esfuerzo para recordar incluso a los amiguitos.
Un domingo de esos en los que la escuela primaria ni siquiera se me pasa por la cabeza, camino desde la estación Universidad hacia Paraísos de color para conocer a la profesora Diana. Llego primero a una calle atestada de camiones que no me gusta mucho, pero sigo caminando para encontrar a la mujer que ha llevado a sus niños desde Aranjuez hasta el espacio sideral. Sonriente, me recibe y me abre su universo. El paisaje hostil de los camiones cambia cuando entro y veo un mural lleno de estrellas y astronautas y empiezo a comprender que no estoy en una escuela común, muy diferente a aquella en donde yo estudié y que tan poco recuerdo.
El deseo de educar nació en Diana desde que vio a su padre convivir con los niños del barrio; él fue su modelo a seguir, e impulsada por esa conciencia de comunidad y por la educación de su hijo, decidió crear una escuela que se diferenciara de las otras. Conoció la pedagogía Waldorf y la aplicó a su vida y a sus niños en un espacio que años atrás era su casa.
Con su trabajo, el de sus compañeros, el de los padres de familia y los estudiantes, ha logrado que varios de los niños vayan a la Nasa. Todo gracias a su visión particular de la educación, que está basada en la literatura, la ciencia, el amor y el respeto. Escucharla hablar de sus niños y de la importancia que tiene enseñarles a valorar la diferencia, es entender la ilusión que la impulsa a cruzar con ellos fronteras y a viajar fuera de este espacio a que conozcan las estrellas, los planetas, otras posibilidades y calidades de pensamiento.
Estas fotos son un documento de lo que puede pasar en un día de clase; de la alegría, el festejo y la libertad de los niños que allí asisten. Y, sobre todo, del amor que ellos le retribuyen. Seguramente estos niños jamás la olvidarán, ni a sus compañeros, ni al paraíso que construyeron juntos mientras crecieron.
