Diana Amaya inspira armonía. Es una mujer con alma de bailarina que llegó a La Ceja hace seis años siguiendo el amor de su compañero. El camino no ha sido fácil y trabaja día a día para ayudar a transformar la escena cultural de su nuevo hogar.
Lo hace desde Anandi, una academia de baile en la que ofrece clases de danza oriental, tribal y fusión. Además enseña yoga y es profesora de ballet en la sede de Comfama en La Ceja. Continuamente está preparando coreografías con exalumnas y el resto del tiempo trabaja en proyectos artísticos que dirige o coordina.





A todas luces se trata de una mujer luchadora, emprendedora, sin frenos ni miedos para encontrar nuevas maneras de revindicar a la mujer a partir del movimiento del cuerpo y la danza. Ama lo que hace y eso le permite llevar a cabo su trabajo en un entorno tradicional y conservador. Comprobé su amor por el baile y la enseñanza, además de su paciencia con las alumnas, cuando la vi montando obras de teatro que posicionan a la mujer en un nuevo lugar, clave para el cambio que necesitamos como sociedad.




Diana es serena y tranquila hasta que empieza a bailar; cuando lo hace se concentra y poco a poco se transforma. Mueve su cuerpo e hipnotiza al espectador como una Loie Fuller, la bailarina, actriz y productora estadounidense que transformó la danza a finales del siglo XIX, pero para que su talento fuera valorado y reconocido tuvo que emigrar a Europa. El movimiento de sus inmensos vestidos de gasa o tul combinados con muchas luces de colores fue la fantasía del público de la época. Al igual que Loie, Diana, desde La Ceja, invita a nuevas maneras de ver, sentir y hacer las cosas.






