En el barrio San Marcos de Envigado, me encontré con un taller de lutería, dícese, de esos lugares que para mí siempre han estado como hechizados, donde se conjuga la magia de las manos con los sonidos de un instrumento, un lugar donde se practica el arte o técnica milenaria de construir o arreglar instrumentos musicales de cuerda.

Al tocar el timbre, la "bienvenida" estuvo a cargo de un fuerte ladrido, la hermosa Cremona, una perra grande y amorosa que me acompañó durante toda mi visita.

Con tan solo entrar al taller, comienza la magia a hacer efecto en los sentidos, ese olor a maderas y resinas, los colores... de fondo, el encanto de guitarras y voces del Blues.
Me encuentro visitando el taller de la maestra, luthier envigadeña, Cristina Bedoya. Se describe como una enamorada del arte, estudió danza moderna, artes plásticas y hasta enfermería. Poco antes de graduarse se dio cuenta que el dolor humano la deprimía y retorna a los caminos de las artes y la danza.

En el año 2008, el SENA realizó una convocatoria para músicos y luthieres, para profesionalizarlos en el mundo de las cuerdas frotadas (violines, violas, chelos, contrabajos que se tocan con un arco). En ese momento era un mundo muy desconocido en nuestro país. Se presenta a la convocatoria con un maestro portugués, el maestro luthier Nelson Guerrero Nobre. Tuve la fortuna de quedar seleccionada entre las 10 becas. Como artista que soy, inicialmente el sueño era hacer mi violín durante el curso y ya, un aprendizaje más; nunca imaginé que se convertiría en mi profesión.
Lo que creí sería una gran experiencia, se convirtió en una confrontación con las emociones, en un reclamo constante de "no eres músico, no eres de familia de luthiers". Quedó más demostrado aún cuando no sabía coger un cepillo o una gubia, comparado con otras personas que ya habían hecho instrumentos o traían conocimientos del oficio por "genética heredada" de algún luthier existente en la familia. Era una burla constante por no saber el oficio. El violín que estaba haciendo, justo era el primero que tenía en mis manos. Por esa presión "machista" me iba a retirar del curso y el maestro Guerrero fue quien me llenó de fuerzas, motivaciones y me dijo: "Tú puedes, te elegí para estar aquí, terminas el violín".
Me llené de alegría ante sus palabras y madrugaba una hora antes al taller, me quedaba después de clases aprendiendo y trabajando en mi violín. Logré terminarlo junto con los demás.

En enero de 2009, vino a Medellín una delegación y la presidencia del BID (Banco Interamericano de Desarrollo) y el SENA presentó ese proyecto y expuso los 10 violines fabricados. Uno fue entregado al presidente del BID, otro al expresidente Bill Clinton que estaba invitado y un tercer violín fue comprado en US$ 1000 por una violonchelista mexicana. Ella probó el resto de los violines y el comprado, para sorpresa de todos y gran alegría, fue mi violín.
"Suerte de principiante", me decían mientras me daban la palmadita en la espalda. De nuevo ese fantasma machista y de "exclusividad" para querer desanimarme, pero yo misma me demostré que podía hacerlo.
Luego del curso, no pensaba seguir en el mundo de la lutería en vista de lo vivido. Deseaba terminar bien el proceso con las prácticas y ya continuar con lo que antes hacía. Pero se presenta la oportunidad de trabajarle a los instrumentos de la Red de Escuelas, calibrando puentes, reparando clavijas, practicando... Ahí me di cuenta de que sí era lo que yo quería y me enamoré del oficio.

En el año 2012, el Ministerio de Cultura y la Fundación SALVI (La misma del Festival de Música de Cartagena) abren una convocatoria de Luthiers a nivel nacional. Nos presentamos 30 personas, escogieron una sola persona por ciudad y tuve de nuevo la fortuna de ser escogida para estudiar con maestros italianos de la lutería Toscana. Era una beca por tres años; cada dos meses se iba a Bogotá durante 8 días para reunirme con los maestros y me regresaba a casa para seguir trabajando con la Red de Escuelas por medio de la Fundación.
Como era de esperarse, de nuevo el fantasma del machismo increpando: ¿por qué había ganado la beca?, ¿por qué estás aquí si no eres música?, ¿si no tienes herencia del arte? Ese momento yo lo aproveché para hacer un trabajo de crecimiento personal, para decirme a mí misma todos los días: "yo sí puedo", pese a que había días donde quería desfallecer por los reiterados señalamientos. Una vez llegaba al taller yo sentía que amaba la lutería y ello me fortalecía cada día.

A lo largo del tiempo que estuve en la beca con la fundación, tuve la oportunidad de trabajar en Cartagena con la orquesta "Música por Colombia", les reparaba sus instrumentos. También con el festival de música clásica. Regresé a Envigado y seguí con la Red de Escuelas, reparando los instrumentos y enseñando a los niños el cuidado que debían tener con ellos y así darles más tiempo de vida útil a sus instrumentos. Si a un niño se le enseña a manejar los instrumentos de la escuela, cuando ellos ya tengan sus propios instrumentos también van a tener ese conocimiento de cómo cuidarlos.
La beca y el proyecto fue del año 2012 al 2015. Del año 2015 al 2018 regresé y estuve trabajando en mi propio taller. En el 2018 vino el maestro colombiano, paisa, Giorgio Grisales, muy reconocido en Europa. Su taller se encuentra en Italia, en la ciudad de Cremona, que está catalogada como la capital mundial del violín. Es una eminencia en lutería y es el presidente del consorcio de lutería en Cremona. Vino a Medellín a desarrollar un taller en la universidad EAFIT, ahí tuve la oportunidad de estar y conocer su trabajo.

En enero del año 2019, me nace la necesidad de estudiar y tener la experiencia de estar en un taller en Italia. Quería saber a qué huele un taller de Lutería en Italia. Comencé a tocar puertas con varios maestros y no fue posible concretar con ellos. Recordé al maestro Giorgio Grisales y lo contacté, le conté si me podía recibir, permitir trabajar en su taller y su respuesta fue positiva. No podía creerlo, estudiar en tu taller es todo un privilegio, además de impagable. Solo me pidió tener dónde vivir. No podía creer que iba para Cremona, la capital mundial del violín. La vida, las oportunidades me iban abriendo caminos.
El primer día que llego al taller, me entrevisto con el maestro Giorgio y él llama a su hermano y coordinador de taller y le dice: "Cristina va a trabajar con nosotros durante tres meses, por favor darle el material para que fabrique dos violines, comienza a trabajar desde hoy". Al escuchar esas palabras, fue demasiado atemorizante, un reto enorme, en vista de que, en ese momento, me demoraba hasta 8 meses para construir un violín. Comienzan las inseguridades a rondar mi cabeza: ¿A dónde me metí?, ¿sí seré capaz de cumplir? No sabía que nuevas técnicas de trabajo y herramientas podrían posibilitarlo; sería parte fundamental del aprendizaje.

Comencé a trabajar con estudiantes avanzados y especialistas de muchas partes del mundo, representaciones de Hungría, Japón, Argentina, España... La mayor sorpresa fue la tranquilidad, la paz en que todos trabajaban. Cuando alguien se arrimaba a ver mi trabajo, era para generar confianza y hacer aportes de cómo hacerlo mejor, el conocimiento de todos servido en la mesa para compartirlo, algo bastante diferente a lo que siempre había vivido en Colombia. Se trabajaba de manera muy dedicada, organizada. El reto lo cumplí, en tan solo 2 meses y medio, ya tenía los dos violines prácticamente terminados.
Ya el tiempo de regresar a Colombia se acercaba, y también me había quedado sin dinero. Solo tenía asegurado el vuelo de España a Colombia. Debía ingeniarme algo para que desde Colombia alguien me mandara ese recurso para viajar de Cremona, Italia, a Madrid. A la par, ocurre algo fascinante y es que esa última semana de mi estadía sería la feria más grande del mundo de Lutería. El maestro Giorgio, en su gran generosidad, nos acredita a todos los estudiantes para estar en su stand, al lado suyo.

Es común que días antes a la feria, vayan empresarios a visitar los talleres y a hacer compras de instrumentos. Yo me encontraba en la sala de barnices, dando acabados finales y llega el maestro con un empresario y le dice: "Estos son los violines que van a la feria". El empresario selecciona varios y entre ellos uno de los dos míos. El maestro Giorgio me dice: "Uno de tus violines ya ha sido vendido en US$ 7.000". Aún faltaba ponerle las cuerdas y estaba vendido. Para mayor sorpresa, me dice el maestro: "El otro violín es tuyo y hay un japonés que desea comprar tu violín, mañana lo recogen". Con la venta del violín en la feria pude comprar madera, barnices, herramientas... para hacer otro violín a mi regreso a Colombia. Compré los tiquetes, pude comprarle un presente a mis padres. He sido muy afortunada, la vida te da regalos en la medida que amas lo que haces.

No tuve tiempo de "turistear" la ciudad. Solo me dediqué a conocer ese mundo, conocí alrededor de 300 talleres, técnicas, todo ese oficio que lleva más de 600 años en esa ciudad.
Ahora sí, Cristina, ¿se te hizo el sueño realidad? ¿Nos puedes contar a qué huele un taller de lutería en Italia?
Para finalizar, cuéntanos qué sueños tienes por cumplir, qué viene en el futuro cercano para Cristina. Hace 2 años estoy muy vinculada con la UNA (Universidad Nacional de las Artes en Argentina) y con la red de mujeres. Con ellos se comparten opiniones, conceptos, proyectos, qué se está haciendo en varias regiones.

Tengo tres sueños y es poder enseñar a personas que lo necesiten, comunidades, mujeres o municipios alejados. El otro sueño es volver de nuevo al taller del maestro Giorgio en Italia y el tercero es trabajar con el maestro Giorgio Grisales en Colombia.
Me he convencido de que lo que uno lucha y quiere alcanzar, lo logra. En el 2017 inventé un TRICORDIO y un instrumento para sordos y ciegos que funciona con vibraciones que se transmiten a través de la madera. Ambos instrumentos se encuentran en el Parque Explora.
Termina la entrevista contándome datos como: soy la única mujer de Envigado que ha podido tener la fortuna de estudiar Lutería en Cremona, en el área metropolitana solo somos dos mujeres que lo hemos podido hacer, tengo 15 años de experiencia y he sido muy afortunada de tener maestros europeos.

Ella es Cristina Bedoya, especialista en cuerdas frotadas y pude ser testigo de unas manos que aportan al arte de la música, unas manos que construyen país.