Crecí en el Popular 1 viendo El Picacho, la montaña del frente. Desde allí veía la puesta de sol en el barrio de Camila. Ella, al contrario, veía el sol naciente y la montaña nororiental bañada por la luz dorada a las cinco de la tarde. Cuando la conocí y supe que era artista y fotógrafa, me pareció muy especial que estuviéramos frente a frente, en dos montañas distintas pero a la misma altura.
Recuerdo un día que nos vimos, un 31 de diciembre; Cami recorría las calles de mi barrio con otros fotógrafos y amigos en común, y llegaron a mi casa después de una caminada larga. Comimos fríjoles que mi mamá había preparado y luego fuimos a celebrar el año nuevo. Un tiempo después fue ella quien me llevó a conocer el cerro El Picacho, que era mi sueño desde niña, y terminamos la jornada comiendo patacones que su mamá nos preparó. Con Cami sentí desde el principio que era mi reflejo: una comuna frente a otra, somos artistas, hacemos fotos y caminamos los barrios.




Pero no todo es semejante. Cami vive aún en Pedregal y tiene un compromiso social que refleja sus convicciones políticas, sus ideales de vida y su entrega a la gente y al arte. De pequeña, la madre las llevaba a ella y a su hermana al taller de Memo, un salón de clase en el que aprendieron a moldear con arcilla.
Este hombre se había convertido en la figura paterna de muchos niños del barrio que crecieron en familias sin padre; les dio amor y les mostró otros mundos. Memo sostuvo el taller durante casi cuarenta años, y después de su muerte, ella y otros compañeros del barrio emprendieron una lucha para no dejar que el taller muriera también. Estas fotos son un acercamiento a la labor de Camila, a su sueño por entregarles a los niños de la comuna un lugar para crear.








