En la calle, en la cuadra, en el callejón, en el barrio... es allí donde Arbey Antonio Gómez halla un escenario para gestar sus luchas, sus ideas, deseos y pensamientos; es allí donde encuentra unos lugares desde su quehacer como activista social-ambiental y fotógrafo, en los que disfruta de los paisajes urbanos y de sus gentes que se revelan cada día frente a sus ojos, algunos con pies descalzos y otros con botas y sombrero.



Considerar una reflexión en relación a las micro revoluciones y los grandes cambios que ha vivido un sector como Moravia en el norte de la ciudad de Medellín, solo es posible nombrando las luchas de sus gentes, de las comunidades negras, campesinas e incluso desplazados de la misma ciudad que fueron a parar a lo que antes era llamado el basurero municipal; y que hoy se convierte en un espacio histórico de luchas, encuentros y desencuentros. A lo largo de los años ha ido convirtiéndose en un referente socio- cultural para Arbey, además de ser un lugar también íntimo y cercano, ya que lo habitó algunos años de su infancia.



La observación crítica y la reflexión que él hace al darse cuenta de cómo se configuran las prácticas de los habitantes de este sector, como los procesos sociales y culturales, le han ido dando forma a lo que hoy podemos mencionar como “soberanía”. Esta palabra entra en un marco de búsquedas de las personas hacía su autonomía de pensamiento, de sus prácticas alimentarías y culturales. La autonomía en este contexto es entendida entonces como procesos locales de cada territorio y cada comunidad; la soberanía es el sistema de autonomías donde se amalgaman los pueblos y los territorios que caminan procesos autónomos. Esta explicación se hace necesaria para entrar en lo que significa para Arbey Antonio la “Soberanía Alimentaria” como sistema que precisa unas transformaciones en diversos sistemas de la sociedad, como la salud, la educación, los territorios, los alimentos, etc; y que cada persona se tome su papel como sujeto político, soberano de su pensamiento y en esta vía soberano de su alimento, tanto nutritivo para el cuerpo como el alimento que nutre las ideas y el espíritu.



Como parte de un colectivo llamado Tricilab que busca descentralizar propuestas audiovisuales, de investigación, culturales, ambientales y de desarrollo comunitario en general, va tejiendo un camino que usa como hilo principal la educación popular, los encuentros comunitarios y trabajos pedagógicos con niños en sectores barriales. En este sentido se está llevando a cabo una huerta comunitaria en el Barrio Santa Cruz al nororiente de la ciudad de Medellín como medio para el encuentro de niños y niñas, y con esto fomentar la huerta como una práctica no solo agroecológica si no pedagógica y continuar sembrando semillas, pensamiento crítico y sujetos políticos.



Es importante también nombrar el territorio o la territorialidad como concepto y como práctica vivida en un país como el nuestro donde se hace imposible hablar de soberanía y menos aún de soberanía alimentaria sin antes hablar de territorio. Sin territorio no hay cultura, no hay comunidad, no hay vínculos que formen un tejido social. Por esto mirar de manera reflexiva y crítica la privatización y modificaciones de semillas, la privatización y explotación abusiva de las tierras, el desplazamiento de familias y comunidades enteras y la violencia, solo por nombrar algunas de las consecuencias que trae consigo las dinámicas de este país y que nos han llevado a entender que una de las únicas maneras de poder lograr una soberanía en todo su sentido es volver habitar los territorios que pertenecen a las comunidades, para recuperar las maneras saludables de explotación de la tierra, para recordar y recuperar la siembra, el policultivo, los cantos y las danzas que se dan alrededor de los alimentos, y todo lo que culturalmente se quiere recuperar, después de que se les arrebatara la tierra y las costumbres. Así pues, una de las conclusiones es que soberanía alimentaria no significa sembrar o tener una huerta únicamente, significa sujetos políticos que conozcan sus deberes y exijan sus derechos.



Por todo esto “Soberanía Alimentaria y Territorio” se convierten en hermanos Siameses condenados a vivir separados, pero que, con esfuerzo, juntanza y dedicación de las comunidades podemos volver a unirlas para el buen vivir de las gentes, sus territorios y su emancipación como pueblos.



