Ciertamente el milagro de la vida es el más grande tesoro de la tierra. Con todo, nosotros, las criaturas terrestres, nos encargamos de cuidarla y protegerla. Al contrario. Cada mes arrojamos millones de toneladas de desperdicios venenosos al mar viviente. Muchos de nuestros lagos, ríos y aguas costeras han recibido ya su herida mortal. El agua no es potable y los peces y crustáceos, si es que existen, están contaminados.
“No digo esto en forma superficial. Durante los últimos treinta años mi grupo y yo hemos pasado miles de horas buceando con Aqua-Lungs y otros aparatos submarinos. Durante este tiempo he observado y estudiado, y con mis propios ojos he visto enfermarse nuestras aguas. Algunas barreras de coral que hace sólo diez años bullían de peces, están hoy casi deshabitadas. El fondo del océano ha sido violado por las redes de arrastre que llevan algunos buques pesqueros, y en todas partes hay viscosas manchas de petróleo, deshechos plásticos y nubes invisibles de residuos venenosos. ¿Está todo perdido? No lo creo. Si lo creyera, no estaría escribiéndoles hoy”. (J.I. Cousteau).
Y es precisamente esta forma de pensar la que ha impulsado al comandante Cousteau a dedicar todas sus energías al estudio y preservación de los sistemas acuáticos de la tierra, que incluyen no sólo los océanos y mares sino también ríos, lagos y en general toda el agua continental.
Por esta razón, luego de haber trabajado en mares y ríos de casi todo el planeta, Cousteau ha decidido embarcarse una vez más a bordo de la “Calypso”, para explorar el río más grande del mundo; fue así como en junio de 1982, Cousteau comenzaba sus investigaciones en el río Amazonas, en la que él mismo llamaría “la expedición más importante de mi carrera”. Luego de recibir el apoyo entusiasta de los gobiernos de Brasil, Colombia, Venezuela y Perú, la “Calypso” zarpó de su puerto base en Norfolk, Virginia, con destino a Sur América. Una vez en el estuario del Río Amazonas, la nave ancló en el puerto de Belén, preparándose para seguir su ruta río adentro que incluyó los puertos de Santanarem, Manaos, Tefé, Leticia e Iquitos. En cada uno de estos sitios, “Calypso” se demoró el tiempo suficiente para aprovisionarse y estudiar a fondo la región, sirviendo al mismo tiempo como base de operaciones para los miembros de otras expediciones terrestres, aéreas y anfibias, formadas por pequeños grupos de buzos, biólogos, fotógrafos y otros científicos encargados de observar y anotar el comportamiento animal y vegetal del río Amazonas y sus tributarios.
Bien equipada con los más avanzados instrumentos registradores, la nave “Calypso” guarda cientos de muestras para ser analizadas más tarde en laboratorios americanos y europeos. Además de la tripulación de planta, en este buque oceanográfico se reúnen científicos suramericanos que aportan sus conocimientos sobre las zonas que se están estudiando. El grupo que trabaja a bordo de la “Calypso” cuenta además con lachas veloces, un helicóptero y un “hovercraft”. Las otras expediciones usan un buque que sólo cala 60 cm., especial para navegar en ríos, llamado “Anaconda”, un hidroavión, un enorme bote inflable, kayaks y dos camiones, uno de los cuales es anfibio y puede llegar a los 100 km: por hora en carreteras despejadas, el otro tiene cabida para 9 pasajeros, pesa 16 toneladas y está equipado con dos refrigeradoras, un depósito con aire acondicionado y un generador de 5 kilovatios.
De este modo, cada uno de los grupos se dedicó por su cuenta a explorar los distintos tributarios del Amazonas: Jean-Michel Cousteau, por ejemplo, como director del grupo terrestre, llevó a su equipo hasta el nacimiento mismo del río en el monte Mismi al sur del Perú, y estudió sus alrededores en los ríos Apurimac y Ucayalí.
Consciente del importantísimo papel que juegan los ríos (sin mencionar los demás sistemas acuáticos) en la ecología de nuestro planeta, que él mismo llama “Planeta Agua”, el comandante Cousteau ha sido uno de los pioneros en la exploración de los grandes ríos de la Tierra; de todos estos, el Amazonas es, en su opinión, el río del futuro, no solamente porque es tal vez el menos contaminado sino por su tremendo potencial energético; como él mismo ha escrito. “Cuando el agua dulce de un río se mezcla con la salada de los océanos, suelta una parte substancial de la energía que ha extraído del mar en el proceso de evaporación. La energía liberada entonces es casi la misma que aquella liberada por una cascada de 200 m. de altura. Imagínense toda el agua del Amazonas cayendo desde una altura de 200 m. La tecnología moderna hace posible la transformación de un 25% de esta energía directamente en electricidad. Entonces, hay en las bocas del Amazonas una formidable promesa de energía renovable, que podría ser parcialmente derivada sin daño ecológico alguno”.
El propósito final de esta monumental expedición de un año de duración (que se completa en junio), es tratar de entender cómo los vastos recursos de esta inmensa área podrían ser explotados armoniosamente. Basados en la información que reciben diariamente, en los resultados de los análisis de las muestras, y en cientos de metros de película que continuamente llegan a Norfolk, un grupo de ecólogos, economistas y técnicos, usando datos científicos, sociales y políticos, tratan de bosquejar las medidas más efectivas para la solución de los problemas de desarrollo que la comunidad global del Amazonas debe urgentemente resolver.
Al comienzo de la expedición, los esfuerzos del grupo a bordo de la “Calypso” fueron dedicados a cuantificar la distribución vertical y horizontal de productividad acuática a lo largo del Amazonas, determinado para esto su contenido clorofílico, y a estudiar la contribución de los principales ríos tributarios a la totalidad de nutrientes y sedimentos que salen al Océano Atlántico. Para lograrlo se midieron la clorofila, el ph, la temperatura, la conductividad y la turbieza del agua. Los datos obtenidos fueron automáticamente correlacionados con la posición del “Calypso” y la hora del día, y almacenadas en los cassettes del computador a bordo de la nave. Cousteau espera que la información obtenida a través de estos muestreos sirva para ser publicada en forma de un atlas que podría ser usado luego en estudios más especializados.
Junto con la recolección de muestras de agua, se hicieron grabaciones de los sonidos de peces y delfines, se filmaron miles de metros de película incluyendo bellísimas tomas submarinas, y 20.000 fotografías aéreas, terrestres y bajo el agua.
Al mismo tiempo, la expedición que trabajaba al sur del Perú coleccionaba muestras de plankton y sedimentos del río Apurimac y de su confluencia con un tributario que baja desde las minas de plata de Cailloma. Una comparación de las muestras reveló que las aguas de la mina son 100 veces más turbias. El Apurimac es rico en copépodos y otros tipos de plankton, mientras que el tributario está casi deshabitado. Más abajo, sin embargo, las aguas del Apurimac reciben los afluentes de otra mina, y pierden toda su claridad y riqueza biológica. Entonces es claro que “el río Amazonas está mucho más contaminado en sus orígenes, lo cual se nos muestra como una advertencia de lo que podría pasar con una explotación descuidada”.
Trabajando incansablemente, Cousteau y su grupo han podido comprobar hechos bastante interesantes con respecto a los ecosistemas amazónicos:
1). Debido a que cada año, durante la época de invierno, el río Amazonas crece enormemente (hasta 40 pies) inundando vastas áreas de la selva, hay momentos en que los peces tienen que alimentarse de nueces y bayas de los árboles. Al retirarse la inundación, las aguas del río quedan cargadas de matas y sedimentos.
2). Existen en el Amazonas y sus tributarios dos tipos de aguas: los ríos de “aguas blancas”, que tienen mucho sedimento y por lo tanto presentan un color caramelo, y los ríos de “aguas negras”, que, aunque claras, (son como “coca-cola diluida”), llevan poco sedimento y materia viviente porque son muy ácidas.
3). Debido a la gran cantidad de sedimentos contenidos en las “aguas blancas”, un 99% de la luz que golpea la superficie es reflejada en el primer metro de la columna de agua; en las “aguas negras” la luz es absorbida por su alto contenido acídico, contrastando con la zona iluminada del océano, que varía de 50 a 100 metros de profundidad.
4). “Los bajos niveles de luz presentan al fitoplankton un interesante problema relacionado con la penetración de la luz: en el Amazonas el plankton podría asemejarse a un regimiento de buzos usando snorkel: La turbulencia trae el fitoplankton brevemente a la superficie, donde este tiene la oportunidad de “tomar una bocanada de luz”, y luego lo lleva rápidamente a la profundidad de oscuras aguas, antes de devolverlo periódicamente a la superficie a reabastecerse”.
5). “La falta de luz también ha motivado el desarrollo de un comportamiento acústico altamente desarrollado en peces y delfines. Las lecturas hidrofónicas revelan un ambiente acústico semejante al de una selva llena de insectos y pájaros gorjeantes”.
6). “La extraordinaria proliferación de peces de gran tamaño allí donde las aguas todavía no están polucionadas, es incompatible con el nivel de producción primaria y demuestra que los materiales orgánicos son tomados de la selva. La selva alimenta al río. La fotosíntesis tiene lugar fuera del agua para alimentar criaturas acuáticas”.
7). “Generalmente las algas crecen en el lado negro de una confluencia de ríos de aguas negras y blancas; por esta razón, los peces, los pescadores y los delfines abundan en estas zonas, y los puertos principales (Manaos, Santanarén, Tefé, etcétera), han sido construidos allí. En cambio, pocos han sido construidos en la confluencia de dos ríos con aguas blancas, como el Amazonas y el Madeira”.
8). “El Amazonas y sus tributarios son ácidos desde Belén hasta Leticia, pero son más y más alcalinos arriba de Leticia y todo el camino hasta Marañón”.
9). Tampoco podía faltar la observación de las famosas pirañas que estaban presentes casi en todas partes; son peces delgados, de lomos rojizos y estómagos amarillos; su cuerpo es ovalado, y sus mandíbulas inferiores protuberantes, cargadas de afilados dientecillos. Las pirañas no atacan a los humanos a menudo. Las gentes que viven a orillas del Amazonas nadan entre ellas indiferentes casi todo el año. Sin embargo, en la época de las aguas bajas, las pirañas están obligadas a concentrarse en hábitats más pequeños, lo cual las vuelve feroces en su competencia por la comida. Desde la orilla los ribereños las ven crear una gran turbulencia en el agua, dándose cuenta de que meterse allí entonces sería un suicidio. Se ha comprobado también que las pirañas atacan animales heridos, probablemente sintiendo su debilidad. “Pero la tenebrosa reputación de las pirañas, al igual que la de los tiburones parece demasiado simplificada”. Hay muchas especies de pirañas, tal vez haya 20 en el Amazonas, y no todas comen carne. Algunas se alimentan de frutas, semillas y hojas, y otras incluso sólo se comen las aletas de otros peces sin llegar a matarlos; estos peces heridos sanan pronto porque parece que en los ríos amazónicos hay muy pocas bacterias.
Todos estos descubrimientos vienen a confirmar el comentario de Jacques Cousteau: “Entre más tiempo pasamos en este fascinante mundo amazónico, más podemos comparar la selva con una barrera coral terrestre. Su complejidad es comparable. Ambos son alimentados por las aguas circundantes; ambos son impresionantemente frágiles; ambos son difíciles de explotar”.
Se trata entonces, no sólo de encontrar algún método racional para explotar los increíbles recursos del Amazonas a largo plazo, sino de ayudar a los colonos que son generalmente gente sin educación, a quienes sólo les importa obtener resultados inmediatos.
“La explotación racional-combinada con áreas radicalmente protegidas. Esta es mi recomendación general.
“El Nilo, río de la antigüedad, y el Danubio y el San Lorenzo, ríos de las áreas industriales modernas, han sido dañados irremediablemente. El Amazonas, todavía prácticamente virgen, es el río del futuro. Y su futuro está en nuestras manos”.
Angela Posada Rockwood es estudiante de Idiomas en la Universidad de los Andes. Motivada por un gran interés y amor al mar, siempre ha estado vinculada a este de uno u otro modo. Hace tres años ingresó a la Sociedad Cousteau, cuya sede principal está en Nueva York, y es un activo miembro en Colombia. Quien esté interesado en ingresar a la Sociedad Cousteau, puede escribir a: The Cousteau Society, 777 Third Avenue New York, NY, 10017, o llamar al teléfono 121069 de Bogotá.