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Al rescate de Guayaquil

El presente trabajo, elaborado por el Taller de Arquitectura de Medellín, es fruto de la labor iniciada por dicho Taller en 1982 en torno al sector de Guayaquil, con el fin de proponer una forma diferente de participación y acción urbana en las ciudades colombianas; Julio 22, 1984.

Este artículo se publicó en el espectador entre el 1983 y 1999. Ahora lo retomamos en el marco de la exposición el Magazín que fue realizada en alianza entre Comfama y Confiar y Universo Centro.

Al rescate de Guayaquil
Al rescate de Guayaquil

En los centros tradicionales de las ciudades colombianas, se viene presentando un fenómeno que unos llaman desarrollo urbano y que otros llamamos desalojo, deterioro o desidia oficial. Y es el caso de un elemento urbano de nuestras ciudades, donde se empieza a notar la furia demoledora de este desarrollo; los mercados y sus zonas aledañas, considerados como zonas sucias, feas y malolientes que debe arrasarse porque desmejoran el aspecto estético de la ciudad. Concepciones secundarias, que obedecen a criterios de gusto que en ningún momento responden a las realidades sociales, económicas, políticas y culturales preponderantes en estos sectores de gran importancia para cualquier ciudad del mundo. 

Si hacemos un breve recorrido por algunas ciudades colombianas observamos cómo los sectores en que están ubicados los mercados y ellos mismos, han sido menospreciados en la mayoría de los casos, cuando no, sometidos a remodelación urbana a través de la demolición y el cambio total de imagen y de uso, lo que resulta un fracaso. Véase el Centro Administrativo La Alpujarra en Medellín y el Centro de Convenciones en Cartagena, intervenciones que son consecuencia del desconocimiento de lo que es una ciudad por parte de quienes la manejan y la transforman: no se tiene en cuenta el equilibrio que debe existir entre los elementos que componen la ciudad y el uso de ellos, se piensa torpemente que los mercados son zonas que por lo sucias deben desaparecer. 

Es así como en Cartagena, el antiguo mercado usado por todos, se remplaza por un edificio fachista para impresionar. En Bogotá, San Victorino se hace ver como el escenario propicio para el asalto y el peligro. En Bucaramanga, el Mercado Central se incendia y en lugar de reponerse se traslada como en Medellín.

Porque el Taller de Arquitectura de Medellín cuestiona estos ultrajes, viene trabajando sobre el sector popular de Guayaquil, con el objeto de proponer una forma diferente de participación y acción urbana en las ciudades, considerando urgente replantear el Urbanismo de los desalojos violentos que está destruyendo estructuras construidas por sus habitantes y establecidas como repertorio cultural en el transcurso de muchos años.

Cómo se formó

Guayaquil nace en 1984 con la construcción de la plaza de mercado y como en casi todas las ciudades de Colombia, toma el papel de sitio de abastecimiento de productos para toda la ciudad, escenario del comercio y la vivienda, presentando para esa época una configuración urbana de considerable importancia. 

Aquí la Estación Medellín, la Estación Amagá y la Plaza de Cisneros donde se hacían las mayores manifestaciones públicas cuando Gaitán, Gardel y Olaya Herrera, enriquecen el diseño urbano. 

Guayaquil además de abastecedor de productos, se comporta como sitio de llegada, distribución y congregación de la ciudad dando cabida a otra serie de servicios: cantinas, hoteles, depósitos, cacharrerías, salas de billar y juego, harineras, tiendas de abarrotes, etcétera. Se incrementa la vivienda, el comercio adquieres su importancia, aparece la industria en el sector y el tranvía tiene por allí su paso obligado. Estos hechos crean un sistema de producción y mercadeo especial en Guayaquil: llegada de la materia prima, elaboración del producto, almacenamiento y distribución a través del ferrocarril o el tranvía.

Para la década de los 50, la ciudad toma otro rumbo basado en el nuevo urbanismo propuesto por el Plan Piloto: se descentralizan los servicios hacia las plazas satélites en la periferia de la ciudad, lo que ocasiona la clandestinidad de la plaza de mercado ubicada en la Guayaquil. A partir de estos hechos, el sector paraliza su desarrollo y se apropia del lugar una clase social determinada: Guayaquil ya no es de todos.

En 1965 “se incendia” la plaza de mercado, y su destrucción total obliga al comerciante a buscar la calle para establecerse y poder vender a bajo costro sus productos. “Coincidencialmente” en Bucaramanga años más tarde pasa igual con su Mercado Central.

Con el plan vial establecido en esa época, la trama urbana se interrumpe y el desarrollo de la infraestructura interna de Guayaquil se estanca. El tránsito disminuye, aumenta la apropiación de las calles y aceras por parte de los vendedores ambulantes, tal como sucede en cualquier lugar del mundo.

En Guayaquil existe un universo, que fue adquiriendo su propia identidad, su color, olor a bohemia, a trasnocho y tango. Este pedazo de ciudad y cielo creció con Medellín a quien sirvió y sirve todavía. Guayaquil era parte fundamental de la ciudad, de su gente, generando un uso intenso y polifacético que ha dejado huella. Guayaquil fue uso y poema, la función y el sueño, el sitio de mezcla de muchas clases sociales que poseyeron un rincón en este sector durante 80 años y lo sienten suyo, real y próximo.

La ciudad creció. Un crecimiento violento para una estructura insuficiente atropelló ese centro, el equilibrio existente entre esa ciudad servida y ese Guayaquil servidor se rompe. Las erróneas intervenciones sobre un “modelo ideal” de ciudad, ajena a nuestra cultura, inconsulta hacia esa estructura que existía hasta la década de los 60, implementó una política de mudanzas, desalojos y deterioro que aún hoy se sigue realizando, sin implementar en Guayaquil elementos que compensen esa calidad de uso y espacio en una ciudad que no puede con un problema más. 

Hoy…

Medellín ha sido intervenida por un plan vial, olvidando la conexión entre los espacios urbanos, presentándose como una suma de unidades aisladas. Guayaquil, entendida como una unidad, posee una estructura de considerable dimensión, con gran variedad de elementos que la caracterizan.

Guayaquil es hoy una necesaria despensa de productos elaborados, para un mercado popular que encuentra allí, a precios bajos todo lo que la gente necesita. Es además el lugar de encuentro de mucha gente, que por carencia de espacio para recrearse, usa este sector sin estar adecuado para ello.

Guayaquil es un sector de Medellín donde se vende, se alquila y se compra hasta una vía. Ese pequeño mundo, donde hay retretas de salsa y vallenato, donde surge la novela con idioma propio y donde hay una amalgama de hechos, profesiones, oficios, negocios, actividades y empresas, anunciadas en polícromas fachadas. Es el único sector de Medellín, abierto 24 horas y donde hay de todo día y noche.

Hoy la imagen que se tiene de Guayaquil, San Victorino, el Mercado Central, es la del espacio donde se sitúan las actividades más degradadas y se tienen como sitios que se deben arrasar. Pero es una unidad que requiere de un correcto entendimiento para lograr con ello soluciones adecuadas. 

De no ser por Guayaquil, la catástrofe social y económica sería mayor. Lo viven más de 200.000 personas. Genera más de 5.000 subempleos a través de las ventas ambulantes, comportándose como un estabilizador social, en una ciudad enfrentada al desempleo. 

El Taller propone no desalojar a Guayaquil. Debe buscarse más bien, mejorar las condiciones físicas y la calidad de vida de las personas que necesitan este espacio para sus actividades cotidianas.

- Que el sector público solucione estos casos de una forma adecuada, antes de legislar represivamente sin estudiarlos, sin mirar a qué obedece su existencia.

- No se debe dejar perder la identidad del sector. No pueden seguir trasladando sus elementos vitales sin implementar nuevos usos. No se pueden tratas los problemas de Guayaquil aisladamente.

Se debe contar con el concurso del sector público y privado, de la ciudadanía y de los medios de comunicación. No se puede desestimular la inversión privada, por el contrario hay que establecer normas que garanticen la rentabilidad, acompañada de una política de exención de impuestos para aquellos inversionistas y propietarios que participan en el desarrollo del sector.

- No pretendemos un Guayaquil que sólo pueda vivir del recuerdo. No es el deseo de falsificar un pasado para un momento diferente: Es rescatar un espacio que aún queda del desarrollo urbano impuesto.

- La historia de una ciudad no se derrumba: estas anteriores estructuras deben adecuarse a nuevos usos, a exigencias técnicas y económicas, a las nuevas necesidades funcionales y comerciales sin tener que destruirlo todo para volver como si nada allí hubiese antes ocurrido. Cartagena ya no pudo. Medellín, Bogotá, Bucaramanga aún están a tiempo, como están seguramente otras ciudades del país, de conservar su escala, el entorno y el paisaje urbano, satisfaciendo obviamente las necesidades reales: entre ellas el respeto por la cultura de un pueblo.

Rechazamos el actual urbanismo. Proponemos rescatar Guayaquil.