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Por ANTONIO CABALLERO

“Haciendo la guerra, pero queriendo la paz”

Testimonio de Antonio Caballero. Octubre 25, 1992.

Este artículo se publicó en el espectador entre el 1983 y 1999. Ahora lo retomamos en el marco de la exposición el Magazín que fue realizada en alianza entre Comfama y Confiar y Universo Centro.

“Haciendo la guerra, pero queriendo la paz”
“Haciendo la guerra, pero queriendo la paz”

Conocí a Bateman en tiempos de la revista Alternativa en casa de Jorge Restrepo, a finales del 74. Justo en el momento en que estaba secuestrado José Raquel Mercado. Estaban haciendo toda esa consulta sobre si era culpable o inocente. No recuerdo bien qué era lo que escribían en los muros, si o no. Discutí mucho con él porque yo era enemigo del secuestro como método. Me parecía que, si secuestraban a un tipo como José Raquel, tenían que ejecutarlo o la cosa no era seria y me parecía muy grave que no tuvieran una salida distinta a eso. Pero, en fin, lo conocí en eso y me pareció un tipo muy simpático, como le pareció a todo el mundo, lleno de energía. Era la primera vez que yo conocía un tipo que estuviera haciendo la guerra, pero queriendo la paz. Bateman no buscaba exactamente la victoria militar, ya que la veía como una cosa inalcanzable. Quería una victoria política, y eso fue lo que me pareció más interesante de él. En ese momento no estaba proponiendo diálogo ni cosas semejantes. Lo que estaba buscando era una acción política por medio de la acción militar. De ahí en adelante nos vimos varias veces en distintas circunstancias, no sólo para hablar de política, ni para hablar de lo que estaba pasando con el M-19, sino, por ejemplo, para jugar Risk, Jugábamos Risk con el Turco Fayad y con un amigo Montonero de ellos y mío que estaba exiliado aquí.

Insensatez

Después volvimos a vernos varias veces en un momento duro, que fue cuando lo de las armas del Cantón Norte. Habían detenido a Fayad, a la Mona, como a 50, no sé a cuantos más. Y un día me lo encontré casualmente en la esquina de la séptima con la Avenida Chile. Yo iba en un carrito y, de pronto, un jeep por detrás comenzó a golpearme el bomper… tan tan, y entonces, me voltié y el Flaco estaba exactamente como era. Se había dejado el bigote para disfrazarse. Estábamos en un semáforo. El se bajó del jeep y me dijo: “Nos vemos en el Cream Helado de allí en la 70 con séptima”. Bateman en ese momento era el tipo más buscado de Colombia, y a mí me parecía completamente insensato lo que estaba haciendo él y lo que estaba haciendo yo, porque él estaba en la guerra, pero yo no. ¡Estaba en un Cream Helado a la luz del día con el tipo más buscado del país! Me parecía una insensatez, pero, en fin, así eran las cosas con Bateman.

Arrollador

Bateman nunca pretendió ni reclutarme, ni darme instrucciones, ni tirar línea. En realidad, nunca pretendía eso, sino que discutía y convencía. Primero porque hablaba muy bien; pero sobre todo porque tenía muy pensadas las cosas y tenia mucha razón en lo que decía. No eran improvisaciones tácticas. El tenía una idea de fondo sobre qué era lo que había que hacer en este país. Convencerme a mi no era muy difícil porque yo estaba bastante de acuerdo con él en algunos temas. En fin, el Flaco me pareció un tipo absolutamente arrollador. Arrollador, de empatía y de inteligencia. Un tipo que tenía razón.

… el sancocho nacional

Yo no sé cómo era Bateman echando un discurso en la guerrilla, pero hablando personalmente era muy bueno. En una reunión de cinco o seis personas era un tipo con un poder de convicción impresionante, ente otras cosas a causa del entusiasmo con que hablaba y de su propia convicción. Discutíamos mucho, pero estábamos muy de acuerdo sobre las insensateces de este país. En la época dl Cantón Norte, ya Bateman empezaba a hablar del Sancocho Nacional. Una idea que a mí me llamó muchísimo la atención y que finalmente acabó haciéndose. En la medida en que no se ha hecho por completo el Sancocho Nacional, es que no se ha logrado la paz en este país.

Cinco años más…

Yo me enteré de la muerte de Bateman en Madrid. Me enteré por un amigo del M-19, una especie de diplomático que estaba realizando tareas en Europa y que era muy amigo del Flaco. Me enteré también por García Márquez, porque me llamó a contarme. Una de las cosas graves que pasaron en este país fue la muerte de Bateman. Hubiera sido muy importante que viviera unos cinco años más… Digo, cinco años más porque aquí no se sabe cuánto vive la gente. Me parecía un tipo con una claridad de ideas dentro de la izquierda colombiana, que es un masacote de organizaciones sin ninguna claridad de ideas en general, totalmente ortodoxa, sectaria y dogmática, y eso era lo que no era Bateman. El estaba mirando lo que pasaba en el país y lo que pasaba en el mundo. Sabía lo que ocurría en Washington, lo que pasaba en Trípoli y lo que pasaba en Cuba. Una cosa que me parecía fundamental en Bateman era que ninguno de sus análisis políticos estaba imbuido por el odio o por razones de venganza estratégica. Buscaba lo que fuera de verdad bueno para la pacificación de este país. Una pacificación que evidentemente pasará a través de la justicia. Ya desde esa época se veía que se iban a morir de viejos todos los guerrilleros de Colombia. Bateman entendía que la guerrilla sólo tenía sentido si era para lograr algo en un plazo humano, pero no un plazo de siglos.