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Por SYLVIA DUZÁN

“Si uno no mata lo matan a uno”

En ese permanente rastreo por las anomalías y carencias de una sociedad que se cree perfecta, la autora de esta entrevista explora las raíces dolorosamente humanas del mundo interior de un joven sicario. Septiembre 16, 1990.

Este artículo se publicó en el espectador entre el 1983 y 1999. Ahora lo retomamos en el marco de la exposición el Magazín que fue realizada en alianza entre Comfama y Confiar y Universo Centro.

“Si uno no mata lo matan a uno”
“Si uno no mata lo matan a uno”

Dicen que en Medellín se mata por ver caer. El gobernador del departamento de Antioquia murió como consecuencia de una explosión de varias cargas de dinamita. Varios jueces han caído bajo las ráfagas de los asesinos de la moto. Los ladrones de tercera categoría son aniquilados por manos misteriosas. El alcalde de la ciudad triplicó su número de escoltas. Y en los barrios obreros existen grupos de treinta o cuarenta muchachos alimentados por el mercado clandestino de armas, constituidos inicialmente como galladas de territorio, que hoy son bandas de sicarios. Profesionales que cobran por matar. Seres que viven de quitarle la vida a otras personas; reciben contratos de los capos de la mafia, de las organizaciones paramilitares, de cualquier advenedizo que tenga un negocio pendiente sin solucionar.

Uno de estos grupos es el de “Los Magníficos”. Se trata de Los Magníficos que no salen en televisión, pero defienden su barrio del crack colombiano -allá dicen basuco-. Luchan contra los ladrones de billeteras de cien pesos. Acuden al llamado de auxilio de una pobre niña que tiene un puesto en la plaza.

Quieren ser el ejemplo de los que vienen detrás. Igual que Fass, Murdoch, Mario Barackus y el coronel Aníbal Smith.

Al contrario de ellos, no necesitan viajar a Latinoamérica para derrocar dictadores porque les gusta la democracia; en realidad, no se sabe si les gusta; además, ya están allí; jóvenes, sus escapularios de María Auxiliadora en el bolsillo trasero, sus reebooks, sus partidos de fútbol interbarrios sus motos farragosas de quinientos c.c. sin silenciador avanzando a lo largo de las calles de los barrios obreros del sector de la comuna nor-oriental de Medellín. Allí nadie los acusa de haber arrojado Napalm sobre los niños. Allí no luchan contra el ejército más poderoso del mundo. Allí, al contrario de los cuatro héroes incapaces de matar disparando una M-16 a quemarropa, tienen armas más letales que la navaja suiza de color rojo de Aníbal Smith. Desarrollan úlceras. Reciben contratos repentinos, borran cualquier reato de conciencia con el sacramento de la confesión.

Muren. De los antiguos cincuenta que limpiaron su barrio de indeseables, hoy sólo quedan doce o diez. La mayoría fueron liquidados por otros sicarios que también supieron representar de memoria el papel asignado en cada contrato. Jorge Hernando fue de los pocos que sobrevivió; la excepción de la regla, un hálito de vida en el mundo del sicariato que le confiere una dimensión desconocida al concepto de productividad.

Se define a sí mismo como un asesino especializado. No como una maquinaria ajustada incapaz de deparar la menor sorpresa.

Según él, este trabajo es más que seguir el texto, más que recitar frase por frase. Por eso en su facha no existe el menor indicio que evoque su trabajo y su cotidianidad; facciones aindiadas, corte de pelo ligeramente punkero, bluejeans de calidad, de pronto la nostalgia del que no puede volver a empezar. Está endurecido. Tiene que responder por los cargos de tortura moral, homicidio y concierto para delinquir. Sabe que lo único seguro en su vida es que su mamá lo quiere. Lo quiere con todo y los riesgos del pistolero de rueda suelta, el plomo y el dinero del contrato. Lo quiere porque dentro del negocio de la muerte su hijo es sólo uno de tantos que han transformado el delito en algo normal: un sicario. Una persona que le gusta hacer lo que hace, y lo hace porque quiere y por obligación. Es de la filosofía de que al dinero no se le debe correr, “Trabajas poco, ganas el doble o triple, vives hasta los 22 años si estás de suerte, pero que por lo menos te recuerden por haberle regalado una nevera a tu mamá”.

“Si uno no mata, lo matan a uno…”

Jorge Hernando. ¿qué es lo que piensa en el momento preciso de apretar el gatillo?

Que todo salga bien, que no lo vaya a coger a uno la ley. En salir, hacer el trabajo bien hecho, que no lo vean a uno, que no lo quede conociendo nadie. Que no lo sigan.

¿Siente nervios?

Si. Pero ya como costumbre, ¿no? Eso de que le doy o no le doy. Alguien que le dice a uno: “dale, pues, dale” y uno con el fierro en la mano que no se atreve… Pero alguien hace “ta-que-te-ta-que-te” y le da.

El cliente murió. Usted coronó. ¿No siente algo de remordimiento?

Si. Eso de matar a alguien que no le ha hecho nada a uno que ni yo lo conozco ni él me conoce a mí, matarlo así, fríamente, es duro. Cuando uno se va a acostar, siempre piensa en la persona que mató y le da brega dormir. Quisiera uno como devolverle la vida. Pero ni modo: ya lo que se hizo se hizo y uno no piensa sino en plata.

¿No le surgen conflictos en su relación con Dios?

No. Antes de salir yo le rezo a él y a la virgen para que me protejan. Que no me vaya a pasar nada malo. Que me den valor. Que todo salga como se planeó.

¿O sea, que su trabajo no entra en contradicciones con la religión?

No. Yo sé que una de las leyes de Dios es no matar, pero mi caso es que hay que matar para poder subsistir. Yo mato a conciencia, porque necesito dinero. ¿No ve que estoy trabajando y tengo que vivir de algo? Además, a uno lo contrata alguien que está haciendo lo de él y necesita algo preciso. Y lo que uno no hace lo hace el otro. Y si uno no mata a esa persona, esa persona sí lo mata a uno. Sobre todo, cuando se entera de que a uno le están pagando por matarlo. Y si uno tiene un enemigo que lo puede matar a uno, tiene que matarlo más rápido. ¿No ve que primero es uno, segundo yo, y tercero yo? De ahí para adelante, el que decida. Porque uno se muere cuando Dios quiera. No cuando alguien quiera.

“Empezamos apuñaleando ladrones”

¿Cómo nacieron Los Magníficos?

De una gallada común y corriente del barrio. Éramos como cincuenta y nos reuníamos para jugar futbolito. Teníamos peleas jugando por cualquier cosa, que no tapaban un gol, peleas de defensa, puñaladas contra los ladrones que se metían con nosotros, pero éramos sanos.

¿Y el nombre?

Se lo debemos al programa que pasan en la televisión de los Estados Unidos. Son cuatro, ellos trabajan muy bien y… así nos quedamos. Y cuando algún acto delictivo empezó a pasar en el barrio ya eran los magníficos…

¿En qué momento decidieron profesionalizarse y dejar de ser una simple banda de barrio?

Cuando nos cansamos de molestar en el barrio y quisimos salir a otras partes. Usábamos puñales, pero siempre nos había gustado mucho el revólver. Veíamos muchas películas del oeste, películas de vaqueros. ¿sí? Un compañero de nosotros tenía un trabuco -que es de un solo tiro- después yo le robé un revólver a un señor que vivía a tres cuadras de mi casa. Ya en el barrio estábamos manchados. Todo el mundo nos conocía. Tocaba hacer negocios grandes por cuenta de nosotros mismos. Ir a El Poblado, a esas residencias que son grandes, de mafiosos, ¿no? Entrarnos allá y sacar todo: betamax, televisores, carros, de todo. Ahí fue cuando nos comenzaron a echar la ley sobre nosotros y empezamos fue a matar por defensa contra la ley.

¿Cuál fue su primer contrato?

Una mujer. Lo hice un compa amigo mío que está muerto ya. Es una taberna nos dijeron que era para matar a una mujer. Nosotros la íbamos a encarar, así que le pedimos dos motos, dos pistolas y doscientos mil pesos. Al otro día yo maté a la pelada cuando se bajó de un bus. Eso fue un viernes y nos fuimos a amanecer a la casa de la que nos iba a pagar, y el sábado, cumplidos, nos pagaron. Ese día era el día del amor y la amistad y nosotros teníamos doscientos mil pesos, dos motos, dos revólveres, estábamos hechos.

“Un sicario es un hombre de palabra”

¿Cuántos muertos se necesitan para ser un sicario profesional?

No muchos. Pero el problema no simplemente matar. Es aprender lo que se está haciendo. Sacar alguna cosa provechosa para uno. ¿Ya? Seguridad. Confianza… Que uno es capaz de hacer algo y hacerlo bien hecho. Que tiene habilidad.

¿En qué se refleja esa habilidad?

En el manejo de las armas. La primera vez que uno dispara un 38, el primer tiro que uno hace no llega. Nunca llega porque uno no está enseñado, tiene que coger el arma con las dos manos, y cuando la pólvora estalla a uno se le mueve la mano. ¿ya? Pero después de cierto tiempo, uno fresco compra bastantes balas, se va para una parte sola, a ensayar y a ensayar, hasta que coge el pulso y ya, coge puntería, y… ya maneja uno más bien el arma… con una mano ¿sí?

¿Cómo debe ser el sicario modelo?

Un hombre de palabra, primero que todo. Un hombre, en definitiva. Un tipo alejado del vicio; que no sea regalado, de esos que no estiman la vida, no estiman la libertad y hacen trabajos peligrosos más baratos, por menos. Que no sea un vulgar ladrón, de esos que roban relojes y pagan 30 a 40meses en la cárcel por un reloj.

Debe ser difícil sobrevivir…

Si. En este oficio uno crea muchos enemigos y a fin de cuentas no sabe quién es el que le va a dar. ¿Cuántos no estarán planeando matarme a mi o a los otros muchachos? ¿Así como nosotros estamos planeando matar a otras personas? Pero de todas maneras existe un medio para vivir unos diítas más.

¿Cuál es?

Ser derecho y no dormirse en los papeles: ser derecho para que cada persona no lo esté matando por sapo, por falso. Si dio que iba a hacer tal cosa, hacerla. No hablar por hablar. Estar bien con los compañeros, porque si yo le falto a un compañero, sé que me voy a morir más rápido, porque él tiene más oportunidad de matarme, sabe por dónde ando, le pueden dar más dinero. Mantener los ojos bien abiertos, no emborracharse, saber tomar sus tragos hasta donde se los va tomar, no eso de quedar como una triste hueva en el suelo, que le quiten los zapatos a uno y le peguen sus tiros. No, estar siempre activo; persona rara que llegue aquí, y que lo esté marcando o mirando, atento uno: ese que llegó raro, pues marcarlo uno primero a él. Tener buena condición física. Que lo cojan a uno pero que lo cojan en forma.

No confiar en nadie. Todos los días se confía menos. Uno tiene que pensar en la posibilidad de que los amigos lo traicionen. El día menos pensado están dando plata para que lo maten a uno y la plata es jodida.

¿Se acuerda de haber oído el término sicario antes de que usted fuera sicario?

Si. Cuando empezaron a buscar a Pablo Escobar. Cuando dejó de salir en televisión, de ir a todas partes fresco. Lo empezaron a buscar y se empezó a hablar de él, de los sicarios de Pablo.

¿O sea, que lo relaciona directamente con Medellín?

Si. Yo creo que hoy por hoy, los asesinos profesionales, los asesinos netos, han nacido acá, en Medellín. Aquí hay de todo. Es la ley del más fuerte. Vea que en otras ciudades también hay otras bandas, pero menos importantes. Yo no he oído mencionar que de Bogotá salga otro Pablo. Vea el cartel de Cali, es gente de acá que se fueron para allá, son antioqueños, todos.

“Vivimos de todo lo que sea delito”

¿Qué tipo de trabajo hace la banda hoy en día?

De todo. Asaltos, homicidios, secuestros. Nos dedicamos a todo lo que sea delito, porque de eso es que se vive, ¿no?

¿Y en el barrio?

Matamos ladrones cochinos que se roban cualquier cosa. Los sacamos y los que no se quieren ir, los enterramos.

¿Por qué?

Porque nos han obligado. Aquí sube mucho ladrón y nos obligaron a tomar las armas. A tener que valernos por nuestros propios medios y a defender el barrio. La regla es que acá no se roba.

¿Dónde consiguen las armas?

Las compramos o muchas veces las quitamos a la gente. Y los policías mismos que las quitan nos las venden a nosotros. ¿Y sabe que baratas? Esta P-38 (la muestra) vale 150.000 pesos. Claro que la policía -a veces- más favorable, a 120 o a 110. Sin salvoconductos ni papeles, eso sí.

¿Cómo llegan los contratos?

De repente. Sin planes. Todo comienza porque la gente se da cuenta que usted es un matón. Luego, cualquiera que tenga un problema y necesite de nosotros se relaciona de alguna manera. “Vea, hay tal cosa para hacer, hay tanto”, y uno ve si lo hace. Lo visita, tantea a ver. Si está de acuerdo lo hace. Si no, pide más.

O sea, que hay contratos que no se aceptan…

Si. Pero son poquísimos. Casi todo se acepta porque tenemos que mantener las entradas. ¿No ve que uno entre más dinero gana, más gasta?

¿Cuál es el negocio más común?

El de motos. Traerles más motos a los dueños de motos, para que le monten los motores a una moto que está muy mala. Ellos compran una moto barata, un chasis, una carcaza y le dicen a uno que consiga un gallo para la moto; uno tiene ochenta mis pesos por esa moto.

¿Qué es lo más normal en los contratos a muerte?

Que sean por venganza o negocios. Que hicieron un negocio y usted le robó el dinero a otra persona, entonces la otra persona no es capaz de matarla a usted, pero contrata quien la mate.

¿Cuál es el precio del servicio?

Depende del sitio donde el cliente esté y lo cuidado que esté. A nosotros nos dan a veces treinta mil pesos por matar a un cliente y a veces lo hacemos por cinco millones. Mucha diferencia. ¿Por qué? Porque el uno nos lo entregaron y lo matamos. Y el otro hay que trasladarse, vigilarlo y tiene un combo de gente, todos muy armados, cuidándolo. Entonces uno tiene que ir allá sin nervios. Y no solamente tiene que matarlo a él sino que tiene que entrar matando a muchos porque él no se mantiene solo en ningún momento.

¿Qué pasa cuando no se corona?

Depende. A veces el iniciador que es de tal forma, y uno va al negocio y no es tal. Entonces no se hace. Otras veces regresamos y tampoco lo hicimos porque no llegó el cliente. Un cliente que llegaba todos los días a las ocho de la mañana a una cafetería a tomarse un tinto, que lo iban a matar, ese día no llegó. O llegó acompañado, que es lo mismo. O que en el momento en que nosotros íbamos a hacer algo, pues hombre, llegó la patrulla. Llegó la policía y nos tuvimos que desaparecer porque nos estábamos calentando.

¿Y cuando se dispara y sólo se hiere?

Perdemos nosotros. Si usted necesita muerto a este señor, me da 100.000 peros, yo voy y le hago el atentado de matarlo, pero resulta que le hice nueve tiros de revolver y no se murió. O se me abrió a correr. O se me entró a una casa herido y se salvó.

Entonces usted ya no me va a dar los 100.000 y yo no voy a cobrarle. Si puedo, otro día voy y lo mato y le cobro a usted.

¿No tienen a veces la curiosidad de conocer al cliente?

Si. Hay veces que uno va, observa demasiado a la persona y resulta que es muy sana. Y uno no lo hace y le dice a otro de la gallada. A mi me ha pasado eso: matar a una persona demasiado sana no vale.

¿O sea, que, en últimas, alguien lo mata?

Si. Eso, desde que haya dinero, el dinero borra todo.

¿Reciben muchos contratos para matar sindicalistas?

No. Si a mi me buscaran para matar sindicalistas de la UP (Unión Patriótica) como están matando ahora, yo no lo haría, por más plata que hubiera. Porque a mi me gustan los revolucionarios, me gusta la guerrilla. Donde yo estudié, a nosotros nos enseñaron mucha teoría revolucionaria y a mí me gustan ellos.

¿Pero qué le gusta, su lucha o el hecho de que utilicen armas?

Las armas. Y que están con el pueblo. Contra la burguesía.

¿Y Los Magníficos están conta la burguesía?

Indirectamente sí. Nosotros nunca vamos a ir a robarle a un pobre que no tiene nada. Vamos donde hay plata.

“Me gusta andar despacio”

Si usted tuviera la posibilidad de corregir ciertos errores de su carrera de sicario, ¿qué haría?

Andar más despacio. Ser anónimo. Que la fama que cogimos en estos momentos, se quitara. Que nadie conociera el pasado de uno. 

Pensar antes de actuar. Como ahora, que quiero organizar más las cosas. Ser más metódico. Ahora hay mucha ley y en este momento no quisiera volver a la cárcel. Toca ser calmado, porque de las carreras no queda sino el cansancio.

¿Pero va a seguir siendo sicario?

Hasta el momento sí. Vamos a ver si algún día cambio. Quién quita que de pronto haga un gol en forma, consiga mis milloncitos y me retire.

¿No le gusta pensar mucho en el futuro?

No. Yo sólo creo en el presente, que es lo que estoy viviendo. El futuro es mañana y mañana puedo estar muerto. ¿No ve que para eso nacimos? Para morir

¿No le da temor?

A veces. Hay días que uno amanece tranquilo. Y otros, que uno es con un desasosiego, somo si algo le fuera a suceder. Como ayer, que yo creí que ya me iban a dar, me parecía que todo el que venía me iba a dar.

Pero está preparado, ¿no?

Creo que sí. ¿No ve que ya una vez me vi muerto? Estaba en una heladería del barrio, fresco. Alguien me señaló y al señalarme me pegaron 17 tiros. Me iban a matar, pero yo me caí al suelo. Pensaron que estaba muerto la familia mía me llevó al hospital. Me operaron y me salvé.

Yo he visto tanto caer gente, que ya me imagino más o menos cómo va a ser la muerte mía y pienso que si uno se muere no siente. Se murió y listo. Lo enterraron. Otro más que desapareció. Sí. Porque a mí no me van a tirar con flores. A mí el día que me vayan a coger, me tienen es que matar, matado, matadito. Porque saben que yo no es que me voy a dejar matar.

¿Y no le importa lo que pase con su familia?

Eso ya no es cuestión mía.

¿Inclusive su madre?

Vea, si por ella fuera, yo no haría nada. Ella simplemente quiere que no me pase nada, que no vuelva a la cárcel, pero no se mete en la vida mia.

¿La quiere mucho?

Si. Es que, si uno no quiere a la mamá, ¿qué más va a querer? Y yo le digo, que el día que mi mamá se muera, que se muera así de muerte natural. Que nadie le vaya a hacer nada, porque el día que mi mamá se muera asesinada, por mis propias manos yo mato al que la mató, a su familia, a sus amigos, a los parientes completos.

Segundo semestre 1989