Eran las 4 p.m. del 20 de agosto de 1987. Llegamos a la oficina del Comité Permanente para la defesa de los Derechos Humanos o consultorio del médico Héctor Abad Gómez y en los últimos meses sede de la campaña del precandidato liberal a la alcaldía de Medellín.
Subimos las escaleras que conducían al segundo piso, recorrimos el patio anterior a la oficina. Es un espacio abierto, adecuado para la recepción, nos recibió Isabelita (la secretaria). Detrás de ella se veía, a través de la puerta abierta de una pieza, una camilla, de las que usan los médicos para examinar a los pacientes, llena de papeles y libros, no muy lógico, pero comprensible si se considera que el doctor Abad ejercía su profesión en la docencia.
Isabelita nos indicó el salón de la izquierda: amoblado con una mesa redonda y seis sillas negras alrededor. Las paredes exhibían los diplomas del médico. Al fondo, en el extremo izquierdo, y apoyado en la pared, había un cartel de madera, pintado de blanco y letras rojas, con la leyenda: Comité de Derechos Humanos. Era el cartel que siempre llevaba en sus manos Héctor Abad Gómez, para presidir las marchas. Lo cargó por última vez el 13 de agosto en la marcha por la vida organizada por la Asociación de profesores de la Universidad de Antioquia, a raíz de los asesinatos de estudiantes y profesores de ese claustro; los muros de la ciudad aún nos recuerdan los gritos de angustia y esperanza que unieron las voces del doctor Abad, el senador Pedro Luis Valencia, el doctor Leonardo Betancur y tantos otros que cantaron: “Por la vida hasta la vida misma”.
Los tres estudiantes de Comunicación Social, ansiosos por un reportaje de personalidad para la clase de Periodismo II, no llegamos a imaginar que íbamos a entrevistar por última vez al doctor Abad y que asistíamos al primer anuncio de la lista de 23 personalidades a matar.
El doctor se encontraba al frente de nosotros, hablando por teléfono en la biblioteca, su sitio preferido; entrar en ella, era entrar en su intimidad, con las fotos de los nietos rodeando al abuelo y de la esposa, Cecilia Faciolince. Allí guardaba celosamente su vida familiar, los recuerdos del pasado y meditaba el presente, era allí donde surgían la mayoría de los escritos de Salud Pública, Derechos Humanos, la Universidad… la precandidatura.
Mientras esperábamos escuché la voz del médico que decía “¿Carlos Vives? Y… ¿Por qué?
Luego de terminar la conversación telefónica, Héctor Abad se sentó con nosotros. Al saber para qué habíamos ido, empezó el relato de su vida, desde los primeros años en Jericó, su tierra natal, la que, según él, tiene uno de los cielos más azules del mundo.
“Cuando vino la crisis del treinta, tuvimos que irnos a una finca de mi papá dejé de estudiar… Después nos fuimos para Sevilla, Valle, yo apenas de tercero de primaria, de diez u once años y mi papá dijo: ‘no, este muchachito es muy inteligente, metámoslo a primero de bachillerato’. Eso fue un trauma… les estoy contando mis traumas”. Nos decía entre carcajadas.
“En Sevilla éramos penas seis compañeros de grupo, porque el colegio era muy pequeño, todos fueron asesinados en la violencia, por cuestiones políticas… Yo soy el único sobreviviente de esos seis del Liceo de Sevilla.
La conexión con la Universidad de Antioquia
Para Héctor Abad, el contacto con la Universidad de Antioquia fue fundamentalmente en su formación humana.
En 1939 ingresó al Liceo Antioqueño (dependencia de la Universidad de Antioquia), para hacer el 6° de bachillerato, y en 1940 entró a la Facultad de Medicina.
“El interés por a salud pública surgió cuando estaba haciendo el internado en el hospital San Vicente y vi que se morían de difteria noventa muchachitos al año, y mucha gente de tifoidea.
Yo sabía, por lo que había estudiado, que la tifoidea se podía prevenir, simplemente, poniéndole cloro al agua. La difteria y la tosferina, poniéndole vacuna a la gente… entonces hice un debate en el Concejo de Medellín, muy grande, en el que les decía asesinos a los concejales, porque dejaban morir a la gente”. Diciendo esto se paró del asiento y corrió a la biblioteca a traernos el “U-235”, uno de los primeros periódicos estudiantiles, fundado por él, donde estaba registrado el debate.
Ese debate y las primeras investigaciones que hizo Héctor Abad con sus alumnos, cuando ya estaba vinculado como profesor de medicina preventiva y salud pública, le hizo adquirir fama de revolucionario y comunista.
“Con las investigaciones descubrimos una cosa muy obvia: que mientras más pobre era la gente, más se enfermaba de diarrea y cuestiones respiratorias. Y… un señor, que se llamaba Gonzalo Restrepo Jaramillo, dijo en el Club Unión que yo era el marxista más estructurado que había llegado a la Universidad. Yo no había leído ni una sola línea de Marx, absolutamente ninguna y confundía a Engels con Hegel, sonaba tan parecido…, pero no tenía ni idea de marxismo-leninismo, ni de nada; pero como decía, que los pobres se enfermaban más que los ricos… Pero de todas maneras enseñaba que había que hacer justicia social y que la economía tenia que ver con la enfermedad”. Fue con esta filosofía que Héctor Abad logró la fundación de la Escuela de Salud Pública en la Universidad de Antioquia.
En los primeros meses de 1987, un decreto del, en ese momento, rector de la Universidad, Saúl Meza, licenciaba a los profesores mayores de 65 años. El decreto cobijaba al doctor Abad, entonces sus compañeros de oficina, la doctora Ligia Sánchez y el doctor Leonardo Betancur, hicieron las gestiones para que lo dejaran como profesor honorario, porque todos sabían que la vida del médico era la docencia, el contacto con la juventud
Los derechos humanos y la poliatría
“La medicina me ha dado la ocasión de inventar otra profesión, que se llama poliatría, que ahí está en el libro mío”. Nuevamente va hacia la biblioteca y trae en sus manos el libro “Teoría y Práctica de la Salud Pública”, editado por la Universidad de Antioquia en abril de 1987.
“Miren…”, muestra la contraportada y señala donde está la definición de Poliatría: Polis= Ciudad, Atría=tratamiento
“hay que hacer algo por la ciudad enferma. Siempre he considerado la salud como un derecho fundamental. La salud no es sólo la usencia de enfermedad o afección, sino el estado de bienestar físico, mental y social. El derecho a la salud todo el mundo lo debería tener, es un derecho político”.
Así nos fue introduciendo al tema de los Derechos Humanos porque para Héctor Abad, el interés por la defensa de los Derechos Humanos no se generó a partir de su vinculación al Comité en 1980 sino desde los primeros años de su juventud. Sin embargo, él se empeñaba en decir que fueron sus colegas del Comité: Avaro Tirado Mejía, Carlos Gaviria y otros los que le enseñaron de ello.
“Se pensaba que el Comité serviría para detener las violaciones. Creo que sí ha servido para detener algunas. Porque el Ejército y todos estos cuerpos de seguridad, le tienen mucho miedo a la denuncia pública, es a lo único que le tienen miedo, a la denuncia pública, a la denuncia internacional”.
“Al principio de este gobierno pareció haber mejoras, nos hacían más caso en algunas denuncias que hicimos: de un muchacho que desapareció la policía en Santa Fe de Antioquia, una muchachita que mató la policía en Dabeiba, cinco campesinos que mataron en Belmira… en ese nos hicieron caso, les hicieron un consejo de guerra y condenaron a un capitán del Ejército. Estábamos consiguiendo que algo se hiciera. Pero después vino una racha tal, que no sé qué pasó”.
Héctor Abad consideraba que las más graves violaciones de los Derechos Humanos son las que hace el Estado porque abusa de su autoridad contra los individuos sometidos a él, olvidando que su función primordial es la defensa de los ciudadanos. Crítica que extendía a las fuerzas guerrilleras que están establecidas en diferentes regiones del país.
“Una fuerza militar que tenga poder, que tenga armas y haga cosas por la fuerza, también es violadora de los Derechos Humanos, porque se constituye en su región casi como un Estado…”
“Pero es más grave que el Gobierno, que tiene como tarea defender la vida, honra y bienes de los ciudadanos, tanga cuerpos armados violando esta misión específica y fundamental del Estado. Es mucho más grave que la sal se corrompa, es el SIDA que ataca precisamente a los linfocitos, a las células que defienden de otros microbios”.
En toda la trayectoria de trabajo social, el médico Héctor Abad se convirtió en un ser crítico tanto de los partidos tradicionales y el Ejército como de la izquierda y las fuerzas guerrilleras, estaba en contra de toda violencia, oficial o no.
Creía firmemente en la democracia colombiana y se preocupaba por defenderla, por eso validaba la crítica, y decía: “Estoy en contra de toda violencia, pienso que solamente en un gobierno que cierre absolutamente todos los medios de expresión es legítima la rebelión contra la tiranía… Pero en un gobierno de este tipo, donde hay posibilidades de votar, decir, hablar, de tener una emisora, no creo que se justifique para nada la guerrilla ni la violencia”.
“Los Estados Unidos tienen razón en exigirnos, a los latinoamericanos, que no seamos bases de una potencia extranjera; pero no tiene razón en coger a la CIA y adiestrar a los militares de aquí, para que maten comunistas. Me opongo totalmente a que eso se haga”.
“Actuando he conocido cuáles son las violaciones y las he denunciado… Y ahora dizque estoy en una lista, que me leyó un periodista, de 23 personalidades que va a matar el Ejército”.
Era la primera vez que hablaba sobre la posibilidad de su muerte. No se notaba ningún gesto de preocupación, por el contrario, se acomodó mejor en su asiento y rió a carcajadas. Volvió a hacer lo mismo con la pregunta de Gabriel, que me pareció imprudente en el momento:
G. ¿Y usted le teme al Ejército?
“Pues… Claro, porque tienen armas. Me preguntó el periodista de la radio qué decía yo; Me siento muy honrado en estar entre estas personalidades, porque está Matallana, Ligia Riveros, el doctor Vázquez Carrizosa, hasta Carlos Vives… Esta es la primera vez que me amenazan, ahora recibí la llamada, de Supernoticias, mientras estaban ustedes aquí…”
“Pero, qué te dijera, he hecho tantas cosas en la vida que no me da miedo morirme”
Sobre los grupos de autodefensa
“Creo que un pecado de leso gobierno, de lesa humanidad, es auspiciar y mucho más desde el Gobierno, los grupos de autodefensa. Considero que es lo más antiliberal, antijurídico, antiestado, reconocer la debilidad del mismo Estado, y darle vía libre al MAS, a los Tiznados, y a grupos como “Amor por Medellín”.
El partido liberal
“A través de la historia creo que la tradición del Partido Liberal ha sido buena: con Murillo Toro, Uribe Uribe y, sobre todo, en este siglo, con López Pumarejo: hizo unas reformas muy profundas en la Constitución y en las leyes, en favor de los trabajadores. Gaitán, que realmente tenía tesis muy socialistas, cuando decía que el hambre no era ni conservadora ni liberal, me atrajo mucho. Después López Michelsen empezó con el Movimiento Revolucionario Liberal, que parecía también bastante en favor del pueblo, pero en su gobierno no llegó a hacer todo lo que esperábamos de él. En este momento me gusta Samper Pizano, Álvaro Uribe Vélez, proponen cosas buenas; el doctor Guerra es un hombre muy batallador, muy trabajador y que sabe cómo producir votos, que es lo que da el poder”.
“Obviamente, da vergüenza de Turbay y Arias Carrizosa, no merecen ser liberales, deberían ser conservadores derechistas”.
La candidatura a la Alcaldía
Cuando empezamos el tema de la elección popular de alcales, inmediatamente el rostro afable y bonachón de Héctor Abad Gómez, resplandeció, cambió sus facciones, ruborizado como el niño atrapado en plena picardía.
Se le aceleraron todos los tics… cerraba y abría continuamente los ojos.
Por último, apareció una amplia sonrisa.
Estaba seguro de que si era elegido candidato por el Partido Liberal iba a ganar la elección popular de alcaldes:
“Sería como el doctor Belisario Betancur, que recogía más votos que el partido Conservador y eso es lo que dicen en ese comunicado que enviaron a radio Super (el de la lista de las 23 personalidades a matar): peligroso porque tiene mucha simpatía popular para alcalde”. Dice esto y suelta una estruendosa carcajada.
Lo más difícil era conseguir ser el candidato por el Partido Liberal, pero consideraba que las reglas de juego, expuestas por la Dirección Nacional Liberal, le favorecían.
“Nombraron un compromisario, el doctor Germán Zea Hernández, un hombre inteligente, de experiencia, que tiene que venir aquí a consultar con los otros grupos liberales, de los que creo no tengan nada contra mí, porque he sido presidente del comité ideológico del partido, donde he propiciado la unión de todos los grupos liberales. Además, tengo una hoja de vida limpia, honesta y con cierta experiencia administrativa”.
Con risa maliciosa agregó: “Si los jefes del partido con inteligentes me nombran como candidato oficial”.
Cómo gobernar
“No soy amigo del Frente Nacional, por sus resultados, porque se prestó a una gran alcahuetería entre los dos partidos y a una unión más de los ricos de los partidos, en contra de los pobres de los dos partidos y se prestó a una gran tolerancia… no había oposición fuerte.
La oposición fuerte es colaboración para un gobierno, porque te dicen, mira lo que está pasando… si fuera alcalde me gustaría que estuvieran vigilando mis actos y los de mis colaboradores, sería la mejor ayuda que podría tener un gobierno honesto”.
Cuando Abad, posible alcalde, hablaba de sus colaboradores en el gobierno municipal, siempre hacía gala de sus proyectos con las alcaldesas populares: “porque las mujeres son más activas en los barrios, son de más iniciativa”.
Héctor Abad confiaba en poder gobernar a su manera, con su estilo rebelde. Consideraba que podía asumir una alcaldía donde sus principales colaboradores fueran los jóvenes, que se le pudiera dar un vuelvo a la forma de gobernar, con la participación de los ciudadanos.
Héctor Abad soñaba con ser un alcalde autónomo, un alcalde que se podría permitir, si era necesario, el liderar un paro cívico en Medellín, para que el municipio no asumiera todo el costo de una obra faraónica como la del Metro y así la Nación tomara parte en el asunto. En los actos públicos a los que asistía, para dar charlas sobre la candidatura, comentaba de ese paro cívico y pedía al público, burlonamente, que no dijera nada, porque de pronto no lo elegían candidato.
La rebeldía no implicaba, para Abad, ningún tipo de obstáculo, al contrario, no deseaba perder la fama de rebelde. Era el símbolo del espíritu joven que habitaba en sus 65, casi 66 años: “No la quiero perder, nunca he sido un arrodillado, no me he arrodillado sino ante mis rosas y no me he ensuciado las manos sino con la tierra de mi jardín.
De manera que es una rebeldía con causa, para que si se es liberal, se sea liberal; si es el partido del pueblo se apoya el pueblo, si se dice que se va a ser honesto, se sea honesto; si se dice que van a escoger los mejores, se escojan los mejores… no porque sean amigos o parientes… entonces eso es lo que concibo, es ser un buen liberal.
Héctor Abad para Héctor Abad
“Yo he dicho que soy cristiano en religión, marxista en economía y liberal en política.
Qué quiero decir con marista en economía: estoy muy conciente de que el capital es formado por el trabajo humano y por lo tanto debe estar al servicio del trabajo humano.
Soy cristiano: me parece que el gran mensaje que trajo Cristo a la Tierra fue el de conmoverse y hacer alto por el sufrimiento ajeno y que todos los seres humanos éramos hermanos.
Liberal, porque la esencia del Liberalismo es la de los Derechos Humanos, del ejercicio del derecho del individuo de la libertad de opinión, de la libertad de crítica, la libertad de asociación… La libertad es la esencia del Liberalismo, por eso soy liberal. La libertad es la única que puede darnos la posibilidad de concatenar las opiniones y los errores y llegar a una conclusión que sea por la razón y no por la imposición de un dogma político, religioso o económico”.
A modo de epílogo
Terminando la charla con el doctor Abad le dije, que, a mi modo de ver, si no obtenía la candidatura era como quitarle un dulce a un niño. A lo que él respondió con una carcajada, y me dice “¿sí?... ¿así me ves?”. Luego agrega: “No, el mismo entusiasmo he sentido con la docencia, en ser profesor, en tener contacto con mis alumnos y con las cosas que me han salido en salud pública: la fundación de la escuela de salud pública, el éxito que tuvieron las promotoras rurales de salud, con la primera campaña de vacunación contra la poliomielitis en Colombia; con mis nietos, cuando cultivo mis rosas… Tengo muchos motivos de alegría”.
Gloria le interrumpe y le pregunta: ¿Usted ya está satisfecho? Ha tenido hijos, escrito libros y sembrado árboles…
Con tono muy fuerte y seguro, Héctor Abad dice:
“Sí, sí, por eso no le temo a la muerte… pero tampoco que me maten no, no quiero, no quiero que me maten, ojalá no me maten; quiero morir rodeado de mis hijos y mis nietos tranquilamente… una muerte violenta debe ser muy aterradora, no me gustaría nada, no quiero que me maten”.
El día que lo mataron yo había ido a su oficina con el fin de ampliar esta entrevista. El doctor estaba muy ofuscado por el asesinato del presidente de la Asociación de Institutores de Antioquia (ADIDA). Felipe Vélez. Sumado a la ansiedad que sentía, pues esa noche empezaban a pegar, por toda la ciudad, los carteles de su campaña política.
Antes de salir me mostró la lista en la que estaba su nombre, entre las personalidades a matar. Volvió a hacer bromas, como el día de la entrevista y la introdujo en el bolsillo del saco, junto a su pecho.
Carta a los jóvenes de Medellín
Por HÉCTOR ABAD GÓMEZ
La ciudad en donde ustedes nacieron o en donde actualmente viven, ha sido construida, organizada o desorganizada, por muchas generaciones anteriores, la falta de tierra, de servicios, de justicia social en las zonas rurales de Antioquia y de otras partes del país arrojaron a muchos de sus padres y abuelos a la aventura de trasladarse a una ciudad desconocida pero atractiva, con mayores perspectivas de trabajo y paz que los campos en donde ellos nacieron. En gran parte, la violencia y la injusticia de nuestra organización nacional ha sido la causa de que ustedes hayan nacido o estén aquí.
Para bien, o para mal. De ahora en adelante, la responsabilidad de sus propias vidas no está tanto en las manos o en las mentes de sus mayores, sino en sus propias manos y mentes. Pero la gran mayoría de nosotros queremos y debemos ayudarlos.
Algunos pocos estamos aprendiendo sobre todo en los últimos tiempos, cuál es su verdadera situación: los hemos visto jugar fútbol en calles escarpadas por donde cruzan veloces buses y camiones, con gravísimo peligro para su integridad física. Los hemos visto apiñados al borde de sus casas y sus calles, jugando cartas, oyendo música, conversando no sabemos de qué, fumando cigarrillo y probablemente otras cosas más peligrosas aún. Hemos conversado con algunos de ustedes y nos han contado sus problemas: ni estudio, ni trabajo, ni sana diversión. A uno de ustedes lo vimos, en una bicicleta dispararle, por fortuna sin éxito a tres de su misma edad, y a otro lo vimos tendido en la esquina de una concurrida calle, recientemente muerto, sobre un gran charco de sangre.
Este es el Medellín que los adultos les hemos construido. No enteramente por nuestra culpa, por nuestra desidia o por nuestro desamor, sino en gran parte por una serie de circunstancias locales, nacionales e internacionales por fuera de nuestro control. Porque hay gente que prefiere la guerra a la paz, gente que prefiere el poder por el poder mismo o por la riqueza que ilícitamente podría suministrar, y no por el servicio. Gente que ha gobernado y sigue gobernando este mundo, nuestra patria y aún nuestra ciudad. Ustedes son las víctimas, no los culpables, como muchos creen.
Esta situación no puede remediarse de la noche a la mañana, ni es fácil de remediar, pero sé que puede y debe remediarse. ¿Cómo? Con el concurso de ustedes mismos y de sus ideas, con la participación de ustedes. En una conversación de media hora con tres jóvenes de uno de nuestros barrios, surgieron soluciones concretas y factibles para Villa del Socorro, por ejemplo, que, con el concurso del Sena, de la Secretaría de Educación Departamental y de una fundación privada, se están adelantando y que estoy seguro se llevarán a cabo.
Existen miles de adultos en sus casas, en sus barrios y en instituciones públicas y privadas que queremos ayudarlos. Solo que no nos hemos puesto de acuerdo en cómo hacerlo mejor. Para eso necesitamos de su concurso, de sus iniciativas, de su inteligencia y de sus aportes en ideas, y, sobre todo, en el mayor conocimiento que tienen acerca de sus verdaderas necesidades y problemas, y de la forma como deben resolverse.
Esto es lo que estoy haciendo y lo que me propongo seguir haciendo en esta campaña política hacia la Alcaldía de Medellín. Necesito que ustedes me digan qué es lo que hay que hacer y cómo debe hacerse. Los llamaremos a que se organicen autónomamente para el uso creativo, recreativo y productivo del valioso tiempo -su principal y casi único capital- que muchos de ustedes están desperdiciando. Deben definir sus propias prioridades, necesitan confianza en sí mismos y confianza en nosotros. No los defraudaremos y estamos seguros de que ustedes tampoco nos defraudarán. Entre todos podremos construir una ciudad más alegre, más segura, más sana y menos injusta de la que hemos tenido hasta ahora.