Cada lunes después del mediodía, una mesa larga y unas 20 sillas están preparadas para recibirlos. A las 3 comienzan a llegar los tejedores. José, Carlos Mario y Cristian son los primeros. Sacan sus ovillos de algodón, sus ganchos y obras iniciadas: una mochila, un tendido de cama, un muñeco. A las 4 la mesa está llena.
El Costurero de la Casa existe hace más de 5 años y se llama así porque nació en el vecino La Casa centro cultural. Habitó el Teatro Pablo Tobón Uribe y hace poco más de 3 años se mudó al Claustro, justo al lado de la cafetería, donde cada persona que pasa tiene que ver con ellos. Algunas solo se quedan mirando, otras se atreven a más: “¿Qué hay que hacer para estar ahí?” Pregunta gente de todos los géneros. Pero en este costurero solo se admite quien que se identifica con el masculino.
“La idea de costurero son unas señoras en su casa, muy elegantes, tomando el té. Nosotros somos hombres de todas las edades y no tejemos en el ámbito privado, sino en la ciudad”, narra Leonardo Romero, coordinador del costurero y tejedor hace 14 años. “Estamos en una sociedad que le propone al hombre planes como ir a fútbol o tomar cerveza, pero pocos espacios para hacer cosas con las manos, para tejer hermandad”.
Tejedores, diversos, hermanos: hombres
José Eladio Pérez era chef. Solía invitar a sus compañeros del costurero para tejer y degustar platos sorpresa en su casa centenaria de Prado Centro. No faltaba a los encuentros en el Claustro cada lunes, de 3 a 7 de la noche. Hace 2 meses murió y el Costurero de la casa, en su siguiente encuentro, conmemoraron con flores, frutas y velas el tiempo que la vida les permitió compartir con él.
La memoria de José Eladio, uno de los más de 20 integrantes del costurero, es prueba de un vínculo que va más allá del hilo y las agujas. La hermandad se construye con saberes compartidos –cada uno tiene algo qué enseñarle al otro: puede ser una puntada o una experiencia de vida–, también con intercambios de libros, complicidad, compañía en los momentos difíciles y unas reglas de juego para respetar la autonomía, el aprendizaje y la diversidad: no se le dice a nadie cómo tejer ni cómo ser hombre.