Autor: Juan Carlos González*
Andrei Rublev, de Andrei Tarkovski (1966)

El 25 de agosto de 1966 ya estaba escrito el permiso para la exhibición de la película. Pero la flexibilización cultural que representaba el “deshielo” llegaba a su fin y empezaría para este filme un vía crucis de dudas, solicitudes de cortes adicionales (justificadas –según las autoridades– por la violencia, el naturalismo y el primitivismo del filme), censuras y campañas de descrédito que durarían cerca de cinco años y que tendrían a la película en un auténtico limbo.
En 1967 la película fue solicitada por los delegados del Festival de Cannes donde se planeaba hacer una retrospectiva de filmes soviéticos, pero la respuesta oficial fue que el montaje del filme aún no había concluido. Otros afirman que Robert Favre Le Bret, delegado general del Festival de Cannes, negoció para que Andrei Rublev representara oficialmente a la Unión Soviética en el evento. Sin embargo, una vez llegada la cinta a Francia las autoridades soviéticas exigieron que fuera devuelta sin ser presentada.
Dos años después el gobierno accedió a que la película se mostrara en Cannes –festival que, como medida de presión, estaba rechazando todos los filmes soviéticos–, así como a negociar sus derechos para distribución foránea. Andrei Rublev, con los cortes solicitados por el gobierno comunista, se presentó fuera de concurso en el Festival de 1969 (a las cuatro de la mañana del último día, para ser precisos) para maravilla del público y complacencia de la prensa, que le entregó el premio de la Crítica. El distribuidor que había comprado los derechos la estrenó en París, causando incomodidad en los soviéticos que decidieron archivar la cinta en casa dos años más; luego de una enorme campaña de presión para que la película pudiera estrenarse se logró proyectar a fines de 1971. El escándalo y la expectativa hicieron del estreno todo un suceso, así no se realizara ninguna campaña de difusión en Moscú.
Cero en conducta, de Jean Vigo (1933)

Cero en conducta se estrenó el 7 de abril de 1933 en el teatro Cinéma Artistic en París. Recibió críticas fuertes, algunas sarcásticas, algunas benévolas, pero realmente no pudo ser vista más. Fue prohibida por la censura, por su “espíritu antifrancés” sin que se sepa con claridad si fue el gobierno o la iglesia, el que presionó para prohibir su exhibición. Solo durante la postguerra, en 1945, pudo verse de nuevo en Francia. En otros países, como en Bélgica, sí pudo mostrarse al público, sobre todo a través de los cineclubes.
La patrulla infernal, de Stanley Kubrick (1957)

Tan pesimista y desencantada perspectiva de la guerra tendría obvias consecuencias sobre la exhibición del filme. Retirada por presiones francesas del Festival de Cine de Berlín, La patrulla infernal vino a estrenarse en Suiza en 1970, en Francia en 1975 y en España apenas en 1986. También fue prohibida en las bases militares norteamericanas estacionadas en Europa por su mensaje antibélico. Pero eso a Kubrick no le importaba, su filme –el segundo de los cuatro en los que va a usar la guerra como tema– era perfecto en los términos del absurdo humano que a él le interesaba explorar.
El soldadito, de Jean Luc Godard (1963)

La película fue censurada durante la sesión del Comité de Control el 7 de septiembre de 1960, con 13 votos a favor, 6 en contra y 1 abstención. Por lo tanto, el ministro gollista de información Louis Terrenoire prohíbe la película con las razones:
1) “El hecho de que la tortura mencionada sea llevada a cabo por miembros del FLN no puede cambiar el juicio que debe expresarse contra estas prácticas y sus representaciones en la pantalla ”.
2) “En un momento en que todos los jóvenes franceses están llamados a servir y luchar en Argelia, no parece posible que se mencione, se muestre e incluso se justifique el comportamiento contrario. El hecho de que el personaje mencionado se dedique paradójicamente a la acción antiterrorista no cambia el problema”.
3) “Las palabras puestas en boca del protagonista de una película con la que la acción de Francia en Argelia se describe como desprovista de un ideal, mientras defiende y exalta la causa de la rebelión, constituyen solo, en las circunstancias actuales, razón de prohibición" .
El eurodiputado de extrema derecha Jean-Marie Le Pen incluso propuso en el Parlamento la expulsión de Francia de Godard, que todavía era ciudadano suizo en ese momento.
La dolce vita, de Federico Fellini (1960)

Desde el momento de su estreno en Roma, el 3 de febrero de 1960, y en Milán, dos días más tarde, La dolce vita desencadenó una enorme polémica social y religiosa, y hasta fue prohibida por el Centro Cinematográfico Católico, considerándola vedada para todos los públicos. Véase, por ejemplo, la siguiente advertencia del obispo de Padua:
“AVISO SACRO: entre las señales, que no dudamos en definir trágicas, de la posesión materialista que cada vez más, en estos años, oscurece las conciencias de gran parte del pueblo de la Iglesia, nos es penoso constatar la aparición en los cines de esta ciudad de una película que exalta los peores instintos y las más descontroladas emociones de la Humana Naturaleza. Avisamos a nuestra grey que comete PECADO MORTAL cualquiera que asista a funciones públicas o privadas del filme La dolce vita, e invitamos a la comunidad de fieles a unirse a Nosotros en el ruego por la salvación del alma de Federico Fellini, público pecador.
Que el Señor ilumine los corazones de todos aquellos que inconscientemente se desvían del camino por Él señalado, y lleve luz a la mente de quien confunde libertad con libertinaje, ansia de conocer con turbia indiscreción, emancipación de los tiempos nuevos con decadencia e indecente licencia. Padua, enero 27 de 1960, el obispo, Monseñor Girolamo Bartolomeo Bortignon NB. Aquellos que sólo por motivos de estudio quieran ver el filme, deben obtener dispensa especial de su confesor”.
*Juan Carlos González es médico microbiólogo, escritor y crítico de cine. Editor de la revista Kinetoscopio y papá de Luisa. Algunos de estos textos fueron extraídos de su página web: www.tiempodecine.co