El director de No Bears, película premiada en el Festival de Venecia mientras él estaba en la cárcel, ha convertido su vida, bajo la represión del régimen iraní, en materia narrativa. Una historia de resistencia como pocas.
Jugarse la libertad y hasta la propia vida por hacer una película. Esa ha sido la constante para Jafar Panahi en los últimos años. Acaba de salir de una prisión en Teherán después de declararse en huelga de hambre y ha rodado sus últimas películas en la clandestinidad. Su último filme, No Bears, fue galardonado con el Premio Especial del Jurado en el Festival de Venecia mientras estaba recluido.
Panahi, de 62 años, es uno de los directores más reconocidos del cine iraní. Abandera lo que algunos críticos llaman la “nueva ola realista” de la producción cinematográfica de ese país, tan prolífica y valorada, a pesar de una censura latente, que por épocas se vuelve manifiesta y radical. Luego de la Revolución Islámica (1979), una gran movilización que derrocó la monarquía e instauró un régimen teocrático (en el que la religión maneja la política de estado), el cine iraní ha tenido que resistir los naturales intentos de ideologización por parte del Gobierno.
El gran calvario de Panahi inició en 2010, cuando lo detuvieron y condenaron a 6 años de prisión por su apoyo a manifestaciones en contra del Régimen. Se le prohibió, además, hacer películas y salir del país por los siguientes 20 años. Aunque después de 3 meses Panahi pudo salir de prisión por un acuerdo de retención domiciliaria, que luego sería libertad condicional, la prohibición de grabar y salir del país siguió en firme.
Bajo este panorama, Jafar Panahi, más que intentar huir de su país, decidió quedarse. Pero no precisamente para acallar su voz y ocultar su mirada. Desde entonces ha rodado 5 películas. Además del mencionado premio en Venecia con No bears, logró el Oso de Oro en la Berlinale de 2015 con Taxi Teheran, una película que grabó desde su teléfono móvil, seguramente para evitar ser descubierto. Según la leyenda, de la que hacen eco varios medios internacionales, una copia de esta película salió de irán en una memoria USB que Panahi envió “empastelada” al interior de una torta de cumpleaños. Fue así como esta obra pudo participar de manera oficial en el Festival de Cannes.
Si no puedes grabar afuera, grábate a ti mismo…
Dadas sus restricciones, Panahi graba en interiores o lugares fronterizos, lejos de las miradas represoras de la capital. Taxi Teherán, por ejemplo, transcurre al interior de un taxi que él mismo conduce, mientras que No Bears tiene como locación principal un pueblo fronterizo de Irán, en límites con Turquía. En 2011, cuando aún estaba bajo arresto domiciliario, grabó Esto no es una película, un retrato sin tamizajes sobre su condición de artista censurado y perseguido.
En todas estas películas, que son algo así como su grito de libertad, valentía y resistencia en una de las etapas más duras de su vida, Panahi es personaje y se llama Jafar Panahi. Se rehúsa a ceder a la represión y cierra filas con su única arma: una cámara (o teléfono) que registra su propia vida, aquello que no le han podido arrebatar.
“Hasta que mi cuerpo sin vida pueda ser liberado de prisión”
El pasado 3 de febrero Panahi fue nuevamente liberado de la cárcel luego de ser arrestado en julio de 2022. En medio de la intensificación de las medidas represivas, capturas y ejecuciones, tras la llegada de Ebrahin Raisi al poder como presidente (2021), Panahi fue capturado y su vieja condena a prisión revivida, cuando protestaba por la captura de Mohamad Rasoulof y Mustafá al Ahmad, también directores de cine iraníes.
Dos días antes de esta última liberación, la esposa de Panahi, Tahereh Saeedi, publicó en su cuenta de Instagram un comunicado firmado por su esposo, en el que declaraba una huelga de hambre y hacía un recuento del atropello al que había sido sometido. En la traducción de la última parte del comunicado, se lee:
Desde el portal de la Agencia de noticias de la república islámica (INRA), agencia oficial del régimen iraní, se informó este 6 de febrero que el Ayatolá Seyed Ali Jamenei (máxima autoridad del país, por encima del presidente Raisi), “acordó indultar y conmutar las sentencias de decenas de miles de convictos”, entre ellos Jafar Panahi, en lo que constituye, según ellos, “un gran paso en el campo de los derechos humanos”.
¿Qué tanto influyó el comunicado y la decisión de Panahi? No es posible saberlo. Lo único que podemos saber es que, por cualquier grieta que quede expuesta, el director de No Bears enfocará la cámara, o el teléfono móvil, para seguir resistiendo y creando grandes películas.