“Siempre le he tenido miedo al compromiso, pero ahora que voy a ser mamá necesito terminar esta película”, se dijo a sí misma Clare Weiskopft durante el rodaje del documental Amazona. ¿Qué es ser una buena y una mala mamá? ¿Acaso eso existe? ¿Puede el cine responder una búsqueda tan profunda como aquella que se pregunta por eso que a todos nos define —como hijos o como madres—, la maternidad?
Diez años atrás, Clare comenzó a registrar la vida de su mamá, Valerie Meikle, quien ha transitado el mundo bajo sus propias reglas con la bandera de la libertad en las manos. Haciéndolo, Claire entendió que esa historia era también la suya y que aún había conversaciones y preguntas pendientes entre ellas sobre aquella balanza subjetiva y muchas veces inexplorada entre ser madre y ser libre.

En los sesenta, Val dejó su vida en Inglaterra para venir a Colombia siguiendo un amor. Tras perder a la hija mayor de su primer matrimonio en la tragedia de Armero, decidió huir a la selva para intentar pasar el duelo y encontrarse a sí misma. Clare tenía 11 años cuando ocurrió esto. “Mi idea era contar la historia de mi mamá: su vida desde mi punto de vista de hija abandonada, sin juzgarla”, dijo la directora en una entrevista.
El resultado fue su primer largometraje. Amazona: en la mitología griega, una mujer guerrera; en Colombia, una selva indomable; en el cine, una pregunta íntima y profunda convertida en una película tan fuerte como una mujer guerrera y tan natural como la selva indomable.
Y es que, aunque ningún otro espectador sea hijo de Val, todos los seres humanos, sin excepción, llegaron a este mundo por el vientre de una madre. Protectora, ausente, amorosa, dependiente, errátil… pero una madre, entre tantas formas de serlo. Es así como un asunto personal e íntimo entre mamá e hija termina convirtiéndose en algo universal y transparente que se detona a través de una pantalla.
Del cine en primera persona
Amazona evidencia que no es necesario retratar lo otro, lo ajeno, lo lejano o lo extraordinario para hacer cine documental. La emergencia de la experiencia propia, la centralización del cineasta, la subjetividad y los relatos íntimos como ejes temáticos y formales en las obras cinematográficas es una tendencia que ha venido tomando fuerza los últimos 10 años.
Esto habla de la búsqueda, no solo de esta sino de todas las artes, de retornar la mirada hacia el interior del ser humano como motor de conocimiento y vida de los conflictos y los relatos poderosos. Así mismo, abre las puertas a nuevos abordajes de la realidad y reafirma al cine documental como un territorio de transformación, experimentación e innovación.
Amazona se atreve a narrar lo propio con un tratamiento y un foco claro, lo cual implica abandonar el miedo al punto de vista, apostarle al autor como elemento primordial de la narración y, con él, las reflexiones que de allí puedan surgir. Para Nicolás Van Hemelryck, también director de esta cinta y esposo de Clare:
Así, alejándose de los sistemas explicativos totalizantes y de la búsqueda por una supuesta objetividad, y acercándose el filtro de la memoria individual y sus emociones, Amazona es un manifiesto que, en contravía con “el mundo es así”, propone un “yo me cuestiono por qué mi mundo es así”, un elemento claro y clave para entender, pensar y concebir el cine contemporáneo de no ficción.