Biblioteca Comfama Itagüí: laberinto de letras y rincón de plenitud
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Un sol resplandeciente se reflejaba en las calles de Itagüí, al sur de Medellín. Eran las 9 de la mañana y Mariela Ruiz, con su bolso de mano, salía de su casa hacia uno de sus lugares preferidos: la Biblioteca Comfama. En el camino llegaría a un laberinto en el cual, al final, siempre encuentra un libro abierto para elevar su imaginación, crear y afrontar retos que nunca pensó.
Con un caluroso saludo a Arbey, promotor de lectura, y a los empleados de la biblioteca, Mariela busca su asiento, en la cabecera de una mesa larga, con la luz detrás de su espalda. El espacio silencioso es perfecto para entrenar sus ojos. Sí, Mariela ejercita su vista, inclinando su mirada hacia arriba y hacia los lados varias veces. Pone sus manos en el escritorio y al empuñarlas recuerda con gracia los almuerzos de domingo con su esposo y sus 4 hijos.
“Mijo, ¿quiere más arroz?
—¡Erdaaa, negra! Sí ombe, sí ombe”. Imita Mariela, frunciendo el ceño y moviendo sus hombros, la respuesta de su compañero por 52 años, quien falleció hace 8 meses por COVID-19.
Desde la muerte de su esposo, Mariela encontró un refugio en la Biblioteca, en los libros, audiolibros y poemas que recita con facilidad y que nunca antes, en sus 81 años, habían sido su pasatiempo.
De cabildante a lectora: la experiencia de Mariela Ruiz
Viajera, activa, tejedora. “Una mujer de vida alegre”, se define Mariela. Desde que llegó la edad de la plenitud, decidió ponerse al servicio de las personas mayores de 60 años a través de la participación ciudadana. Por tres periodos consecutivos, hizo parte del Cabildo de Adultos Mayores de Itagüí.
De hecho, fue en medio de su actividad política que conoció la Biblioteca Comfama de su municipio: un rinconcito en el tercer piso de la sede de la Caja de Compensación, el final de un laberinto azulado entre un patio que refleja el sol, clases gimnasia y estudiantes de preescolar.
Computadores, libros, mesas para estudiar y trabajar. En el centro, una isla de cojines bajitos y mini estantes de madera llenos de libros de colores. Pensó en sus nietos y en su lectura diaria por la tarde. Por eso, la primera visita que hizo a la Biblioteca por su cuenta fue para prestar un par de libros infantiles.
Entonces conoció a Arbey Salazar, promotor de lectura de la sede. La invitó a un costurero en que se leen historias. Luego de pasar allí unas semanas, aceptó una nueva invitación de Arbey que se convertiría en reto: unirse al club de lectura virtual, todos los miércoles, con personas que no se parecían en nada a ella porque estaban acostumbradas a leer.
"Me sentía como mosca en leche. Yo hacía fuerza para que Arbey –quien conduce los encuentros– no pidiera mi opinión, creía que me iba a equivocar”, cuenta Mariela.
Pero Arbey tiene otra versión: “Leímos un libro sobre la depresión. Nadie quería comentar sobre él. En realidad, a nadie le gustó. Pero fue Mariela quien destapó la olla y se atrevió a decirlo. De ahí en adelante, todos empezaron a comentar”.
Como participante del Club de lectura de la Biblioteca de Itagüí, Mariela descubrió que es buena lectora. No solo porque a veces se queda leyendo hasta las 3 de la mañana, o porque suela terminar los libros mientras que sus compañeros apenas los están comenzando, sino porque, siendo católica, ha leído tanto el Evangelio de la Biblia como la obra de ficción de José Saramago en que Jesucristo se enamora de María Magdalena.
“Yo nunca me matriculé como lectora, ahora soy feliz leyendo”.
Mariela abre su bolso y tantea sus gafas, para leer uno de sus poemas favoritos: ¿Qué cuántos años tengo?
“Tengo los años en que el amor, a veces es una loca llamarada, ansiosa de consumirse en el fuego de una pasión deseada. y otras… es un remanso de paz, como el atardecer en la playa... ¿Qué cuántos años tengo?... “, recita conmovida.
Mariela, amante de la naturaleza y la música colombiana, no tiene mucha afinidad con los libros de violencia y terror. Sin embargo, el Club de lectura ha traído grandes retos para ella y los asume con compromiso: “no me gustan esos libros porque a mi papá lo mató una bala perdida, un 16 de diciembre. Entonces, por eso los escritos de violencia me aterran. Pero no me cierro, estoy en el Club de lectura y es un reto conmigo misma de aprender, mirar los libros de otra forma”.
La Biblioteca Itagüí: un laberinto de letras
Anteriormente era una fábrica de textiles, llamada Artex. En un inicio se pensó para que fuera una biblioteca con contenidos empresariales. Cuenta Arbey Salazar, promotor de lectura, que esta biblioteca es la única de Comfama que no ha sido modificada.
Hoy acoge a lectores y escritores adultos que no solo son residentes de Itagüí. Durante la semana llegan adultos a leer el periódico, libros y usar los computadores. Dos de sus habitantes frecuentes están leyendo La ética de Aristóteles y libros de Anatomía de hasta 600 páginas. Y los fines de semana, el espacio se llena de niños.
“Para usted llegar tiene que descifrar cómo entrar y ese laberinto es lo que vuelve este espacio un espacio mágico”, afirma Arbey Salazar, promotor de lectura.
Con el Club de lectura, Arbey reúne de 6 a 10 personas en una experiencia virtual, llena de opiniones y aprendizajes. En el proceso reflexivo y crítico, han leído libros como Cosas perores de Margarita García Robayo, La intermitencia de la muerte de José Saramago y El libro de la selva, de Rudyard Kipling.
Arbey recuerda algunas de las anécdotas con Mariela y resalta su compromiso: “Viajó a Santa Marta y desde allá se conectaba a sus clases”. El grupo sigue creciendo, ha leído más de 15 libros y los retos continúan.
Ahora, la biblioteca cuenta con 30.000 libros para que niños, niñas, jóvenes y adultos se abran al aprendizaje.
Servicios de la Biblioteca
Laboratorio de escritura creativa – Todos los miércoles a las 4:30 p. m.
Brújula y letras: Club de lectura presencial para adultos – Todos los jueves a las 5:00 p. m.
Club de lectura infantil – Todos los viernes a las 3:30 p. m.
Érase una vez una biblioteca: Hora del cuento – Todos los sábados a las 10:00 a. m.
Biblioteca Comfama Itagüí: laberinto de letras y rincón de plenitud