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Biblioteca Comfama Bello

Una biblioteca para reconocer el territorio que somos

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Una biblioteca para reconocer el territorio que somos

Es viernes y son las siete de la noche. La Biblioteca Comfama de Bello sigue abierta porque en uno de sus salones las ideas están despiertas, saltando. Los miembros del Club de periodismo barrial están descifrando la historia detrás de unos objetos encontrados en la calle.  

“Yo me encontré una tuerca y me la voy a quedar. Es la que le falta a mi mamá. Hace unos años tiene Alzheimer,” dice una voz. “Y esta muñeca sin brazos”, se une otra, “es Bello, el municipio nuestro, porque ya van más de 20 cuerpos desmembrados los que han encontrado acá, como el de mi papá”, añade.  

Algunos lloran. Se dan cuenta de que descifrar el relato de una ciudad a través de sus objetos perdidos es encontrar dolores y rutas para sanar. Sin embargo, también es descubrir pistas para celebrar procesos y esperanzas. “A mí me gustaría hallar un objeto que me hable de la comunidad ancestral Niquía o de los canelazos comunitarios que se hicieron para construir las primeras canchas”, interviene Julián García, promotor de lectura de la biblioteca. 

El grupo se propone una serie de tareas para llegar a la esencia de la memoria del municipio, esa que no está escrita en las noticias ni en los libros de historia, sino que habita en las narraciones familiares, en las recetas de la abuela, en el jardín de la casa de la infancia, en los relatos dolorosos que se omiten en las cenas, en las coincidencias que florecen en las conversaciones. 

Pero llega la pandemia y, con ella, la pausa de los encuentros y la dispersión de los proyectos Este espacio, fundado en 2019 orgánicamente por un grupo de jóvenes apasionados por la radio y la fotografía, entra en una espera de un año, hasta que en julio de 2021 regresan los encuentros.  

Son tres mujeres las que llegan a reinaugurar este espacio a, con la guianza y la compañía de los promotores, explorar de nuevo el patrimonio y la memoria colectiva de su territorio, a la par que aprenden de los diversos formatos del periodismo del presente. Alba Lucía Velásquez ya había asistido un año atrás, pero para Julieta López y Mariana Vásquez esta es su primera vez en el Club. 

Luego de presentarse, descubren que, aunque son muy distintas, tienen en común que disfrutan ser autónomas, sentirse mujeres libres. Alba y Julieta están recién jubiladas; Mariana, por su parte, tiene 16 años y es la representante estudiantil de su colegio.  

“Mi sueño hoy es ser feliz y en esta biblioteca estoy siendo feliz, ¡así que tengo los sueños cumplidos!”, dice Julieta entre risas. “Yo no estoy bien de los ojos, entonces leo como los niños: viendo las imágenes. Uno abre un libro y ya con eso está viajando, pero me contaron que en este Club, además de leer libros, leemos a Bello. Quiero aprender sobre el lugar que ha sido mi hogar por más de 60 años”, añade. 

Al igual que a Julieta, a Alba, que también es plenaria, le entusiasma nunca dejar de aprender. “Considero que la pasión, la libertad y el aprendizaje son tres estados que tienen un hilo conductor. El primero es el fuego interior que enciende los sentidos, el segundo estimula que disfrutes de ellos y el último es el que les da sentido a todos. En la Biblioteca puedo mantener vivos los tres”.  

Su amor por este espacio es tanto, que elige anotar en su libreta las ideas sobre lo que significa habitar la Biblioteca Comfama de Bello: 

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La sesión del Club termina. Ya es de noche y ambas quedan con la tarea de rebuscar en sus propios recuerdos aquellas anécdotas que constituyen lo que fue en algún momento la vida de Bello, mientras que Mariana se compromete a socializar con sus compañeros del colegio su mirada sobre el municipio.

Para la próxima semana, cada una presentará un pitch, como sucede en los grandes medios de comunicación, con sus hallazgos, para entre todos elegir la mejor historia y hacer un podcast sobre ella.  A la par que eso sucede, Julieta emprenderá una misión especial personal:  

“Vine a este Club porque lo vi al azar en la cartelera del centro de salud de Comfama, acá en la sede, pero estando aquí, rodeada de un espacio que invita a quedarse, tomé una decisión: voy a regalarle un libro a mi nieto cada vez que cumpla meses de vida. Mejor dicho, le quiero hacer su propia biblioteca, quizá no tan grande como esta, pero igual de linda y completa, para que, cuando crezca, pueda explorar esta conmigo”.