Gonzalo Ospina es una de las caras más visibles de la Orquesta Filarmónica de Medellín. Esto obedece no solo a que es el concertino de la orquesta, (el violín principal), sino a que pertenece a ella desde sus inicios, hace 40 años. Conversamos con él para entender cómo la música sinfónica, tan asociada a la cultura europea, se manifiesta y se enriquece desde Latinoamérica.

1.Una relación de ida y vuelta
Según Gonzalo Ospina, para entender la relación entre la música clásica y Latinoamérica hay tener claro que toda la música clásica, que algunos asocian con elitismo o música académica, se alimenta del folclor y la cultura popular:
“El origen de la música sinfónica se halla en las danzas populares. Bach, Mozart, Beethoven o Brahms se inspiraron en el mundo popular para hacer sus creaciones. De la misma manera, los compositores y músicos de nuestro continente lo que hacen es introducir nuestras tradiciones musicales al pentagrama de la música clásica”. De hecho, agrega Gonzalo, hay ritmos clásicos que se afianzaron en Europa, cuyos orígenes se le atribuyen a esta parte del hemisferio: “La chacona, por ejemplo, que es una danza típica europea, es originaria del Perú; la danza habanera, tal como su nombre lo indica, tiene raíces cubanas y da origen a muchos ritmos, tales como el tango y la milonga. Incluso, y espero que no me tilden de loco, yo pensaría que también es el origen del reggaetón”.
2. Una tradición muy reciente
Pese a que este diálogo musical entre América y Europa se inició casi en el periodo mismo de la Conquista, para hablar de una tradición sinfónica en el continente no hay que ir muy lejos, según Ospina: “Realmente es posible hablar de orquestas en Latinoamérica solo desde finales del silgo XIX. La falta de recursos y formación hizo que solo cuando vinieron algunos maestros europeos, principalmente italianos o alemanes, que se enamoraron del trópico y decidieron quedarse, surgieron unas primeras orquestas. Venían desde Europa compañías ambulantes y hacían un recorrido desde Buenos Aires hasta México, y allí puede rastrarse buena parte del origen de nuestra tradición. Posteriormente, músicos nacidos en Suramérica se van a estudiar a Europa y Estados Unidos y traen esa formación a sus países. Fueron muchos importantes, pero podríamos hablar de Heitor Villa-Lobos (Brasil), Alberto Ginastera (Argentina), María Grever (México), Carlos Chavez (México) o Silvestre Revueltas (México), por mencionar solo algunos. Hay que agregar que a México se le debe gran parte de esta tradición latinoamericana, porque fue pionero en el desarrollo de muchas artes, incluida la música clásica”.
3. Partituras que no se llevan a la imprenta
Y, aunque hoy podemos ver una impronta muy vigorosa de Latinoamérica en la música sinfónica, con intérpretes y compositores del continente en todo el mundo, hay una característica particular de nuestra música que no ha sido de gran ayuda, de acuerdo con el concertino: “el mundo editorial no abordó la música con la misma fuerza que lo hizo con la literatura, por ejemplo. Aún hoy es difícil llevar a imprenta la música sinfónica. Son pocas las editoriales que se han encargado de imprimir partituras manuscritas y seguimos intentando salvar ese patrimonio tan rico. Esto también obedece a que tenemos la costumbre de tocar de oído, y verter eso en el papel no ha sido tan sencillo”.
4. El caso venezolano
Para conocedores y no conocedores de la música clásica es fácil relacionar este género con Venezuela. Nombres como el de Gustavo Dudamel, Teresa Carreño, pianista y compositora de principios del siglo XX, Alexis Cárdenas, violinista reconocido internacionalmente, o Pacho Flores, trompetista y compositor que tiene presencia en los principales escenarios del mundo, detonan la pregunta por cómo este país se convirtió en un referente mundial de la música clásica. Para Gonzalo, gran parte de esa respuesta está en otro nombre, el de José Antonio Abreu:
“Él fue algo así como el ángel revelador, el arcángel que anunció que podíamos hacer música de alta calidad en un país tropical. Gracias a él Venezuela se convirtió en el ejemplo de países tan desarrollados como Alemania. Lo que conocemos como El Sistema, todo el sistema de escuelas y formación venezolano, nació con él y se replicó por muchas latitudes. Incluso directores de primer nivel de todo el mundo siguen visitando ese país, en el que el Estado apoyó, y no sé si aún lo sigue haciendo, la formación musical de una manera decidida. Lo cierto es que hoy Venezuela sigue siendo un lugar en el que se encuentran músicos de altísima calidad, cuatro de los cuales están en nuestra orquesta”.
5. La impronta Latinoamericana
Puesto sobre la mesa el hecho de que es importante y creciente el aporte latinoamericano en todo el espectro de la música sinfónica, cabe preguntarse cómo se manifiesta esta presencia en la música misma y si nuestras composiciones tienen una identidad definida. Ospina considera que sí:
“Yo diría que es algo relacionado con nuestra forma de ver y vivir el mundo. Hay una especie de estallido en nuestra cotidianidad que contrasta con el mundo europeo, y en esa medida la música expresa esa diversidad. la música sinfónica occidental tiene compases muy formales o regulares. La nuestra tiene ritmos más irregulares, estallidos naturales que se hacen audibles en nuestras creaciones, algo que es maravilloso a la hora de crear e interpretar”.