Aula 310. 4:00 p. m. Claustro Comfama. Baldosas verdes y amarillas, resuenan los pasos y el eco de la música. “¡Calentemos!”, dice Claudia, la instructora, y los estudiantes, ahora bailarines, se dejan llevar por el ritmo.
Compañeros y compañeras, amigos y amigas. ¿Y cómo se conocieron?, pues bailando. Y ahí están: Alonso, Diana y José Marcos, Edilia y Piedad. Los cursos de Comfama fueron ese epicentro para forjar una amistad que trascendió el salón de clase.
“Ya los DJs nos conocen y nos ponen la música que nos gusta”, Alonso Cadavid lleva más de 10 años en baile y allí conoció a Diana y a José Marcos. Los tres, cada quince días sin falta, salen a bailar.
Las pistas de Bello, Copacabana, Envigado y San Juan han sido testigos de esa pasión por la danza, de ese sentimiento por moverse y vibrar por medio del baile. “Desde que nos conocimos hubo una química, nos fuimos invitando a salir y de ahí se afinó la relación”, explica José Marcos.
“Parecemos una familia, disfrutamos de la amistad y eso le hace falta a uno”, Edilia Chica conoció a Piedad Saldarriaga también en clase, se volvieron muy cercanas y al igual que Alonso, Diana y José Marcos también salen frecuentemente a bailar. Edilia es ama de casa y Piedad pensionada, de los cursos Comfama destacan el ambiente y la calidad de los y las instructoras. Se conocieron bailando y el resto es historia.
Y a este grupo de amigos y amigas se une Claudia Suárez, la instructora. En sus 14 años en Comfama ha visto cómo se tejen lazos: amistades, noviazgos, matrimonios. Para ella “bailar no es solo venir a mover el cuerpo, también es mover el alma y cuando uno mejora en baile, mejora de adentro hacia afuera”.
Según Claudia, además de la amistad, la seguridad personal, la confianza, la disciplina y el respeto son los pilares que se fortalecen con el baile. Asegura que desde su formación como tecnóloga en Servicio Social “ayuda a las personas para que descubran sus talentos y habilidades”. Termina de sonar la última nota de un pasodoble, se acaba la clase, pero la amistad sigue ahí. No saben dónde será el próximo encuentro, “por WhatsApp cuadramos”, dicen y se despiden.
