El año 2020 nos hizo reconsiderar cosas que ya dábamos por sentado, un septiembre en el que, bajo la sombra de los árboles del Jardín botánico Joaquín Antonio Uribe, nos reuníamos a compartir un café, a escucharnos en conversaciones que nos invitaban a reimaginarnos, a caminar entre libros con un bono de lectura como el mapa de un tesoro, a jugar y a vivir un mundo de historias en la Fiesta del libro y la cultura de Medellín, en el que nos sentimos como una gran biblioteca de puertas abiertas al mundo.
Y luego, un octubre en el que las historias se personificaban en los escenarios y las calles, el lugar en el que todo puede ser válido y el único en el que deberían suceder las tragedias y sus vejámenes. El Festival de Teatro San Ignacio nos reunía a disfrutar espectáculos del mundo, obras que hasta el momento solo llegaban al legendario Festival de Manizales o al Iberoamericano de Bogotá.
Ahora, luego de meses de replantear muchas cosas, llega un mes en el que seguimos reafirmando que las artes y las letras siguen siendo el mejor camino para descubrir lo que somos.