El Llanero Solitario. Esa sería una buena forma de llamar a Joaco. Tiene sesenta años y una historia de vida atravesada por la tragedia: sus padres fueron asesinados cuando él tenía seis meses de vida. Por eso un día decidió enfrentar sus miedos y romper con el dolor que lleva clavado en su corazón marchándose en una bicicleta con la que ha recorrido todo el Cono Sur.
En ella cruzó el desierto de Atacama, la Patagonia, el Amazonas colombiano y muchos otros rincones, pedaleando a diario, lustrando zapatos, haciendo de albañil, cultivando el campo, publicitando negocios en los lugares por los que pasaba en su búsqueda de lo que había perdido hacía tantos años.
Pero llegó el momento de tomar la valiente decisión de regresar a Santa Rosa de Osos, su hogar, y reconstruir el camino que de joven su madre adoptiva le enseñó. Con esto dio un gran paso en su vida: a los cincuenta años terminó finalmente bachillerato estudiando los fines de semana en el colegio digital. Lo hizo para poder conversar con más propiedad con los jóvenes de su territorio, enseñarles sus experiencias y demostrarles que es posible lograr objetivos con persistencia y valentía.
Aún hoy su vida la hace sobre su bicicleta, pesada y rígida. Viaja para liberarse de los fantasmas que lo rodean, para encontrar en cada camino gente nueva que le inyecta un poco de amor. A Joaco, como le dice la gente, la bicicleta le dio todo: vida, dinero, reconocimiento y libertad. Es una terapia y hasta la muerte estará junto a ella.
A sus sesenta años, Joaco reivindica la bondad. Trabaja por una vida saludable, de recogimiento y armonía con su entorno y de apoyo a su comunidad. ¿Para que? Para llegar al cielo tranquilo y andar libre por las nubes pedaleando en las estrellas.
