Logo Comfama
Ayuda
Por GASPAR LEON

Caro y su mata de maíz

Diciembre 11, 1983.

Este artículo se publicó en el espectador entre el 1983 y 1999. Ahora lo retomamos en el marco de la exposición el Magazín que fue realizada en alianza entre Comfama y Confiar y Universo Centro.

Caro y su mata de maíz
Caro y su mata de maíz

En la fila que medio formaban los espectadores ansiosos de ver al Teatro Odin de Dinamarca, resaltaba un personaje. Tres mochilas de diversos colores le envolvían el cuerpo. Un viejo sombrero campesino que alguna vez pudo tener forma, cubría una parte de su particular corte de pelo: patillas volantes al frente y casi nada de cabello por detrás.

  • Gaspar se dijo -tiene que ser Antonio Caro- y le dirigió la palabra, en forma muy correcta.

  • Pláceme saludarlo señor Caro

  • Encantado de verlo, ¿cómo se encuentra usted don Gaspar?-, respondió Caro

Gaspar le comentó que había tenido noticias de su exposición en la Biblioteca Pública Piloto de Medellín a raíz de dos cartas que habían llegado a la redacción del Magazín. Una de ellas señala que se trató de una exposición “no muy cara por cierto” y la otra es una mordaz nota del poeta Darío Jaramillo Agudelo en la que despotrica contra el arte colombiano actual, dejando muy bien parado a Caro.

Gaspar le dijo al artista que hacía varios días lo estaba buscando, para ver si tenía fotografías de los trabajos comentados en las cartas. El artista respondió que sí y se concertó una cita. (Antes de continuar, y para que sepamos todos a qué nos referimos, veamos qué dicen las mentadas cartas).

Cara impresión

La carta del lector dice: “Aquí en Medellín, en días pasados, se celebró la exposición de pintura del pintor Caro, no muy cara, por cierto. Como que todo consistió (o consiste) en unas simples matas de chócolo, como dicen los paisas marrulleros, muy fáciles de pintar, pues basta un tarro de pintura, una brocha gorda y un antropitecus con rudimentos en el blanquimento para realizar un cuadro de esos. Quizá en esa facilidad consista el arte.

“Pero no es eso solamente lo que yo quiero resaltar, sino contarles las impresiones que se formaron los cientos de ociosos que ante la exposición desfilaron -unos cien mil desempleados, por lo menos, todos poetas hambreados que temprano en la mañana salen a deambular las calles d Medellín-, los cuales hicieron constar sus impresiones en un cuaderno que había sobre un escritorio a la salida de la sala. Una de las personas consignó: ‘¡Eso es todo! ¿Cuándo va a traer Caro la exposición, pues?’. ¿Eso será brutalidad o asombro estético?, me pregunto yo. De Usted, atentamente, Ramiro Hernández Restrepo. C.C. 8.396.599. de Bello.

Caro en Medellín

La nota de Darío Jaramillo Agudelo viene precedida de una pequeña presentación anónima: “Su trabajo -el de Caro-, un tratamiento especial de su Mata de Maíz cargado de un lirismo y de una nostalgia del paisaje siempre exuberante de América Latina, es -a decir de los entendidos- la muestra más original y valiosa del presente año en Medellín”. Ahora sí el texto de Jaramillo Agudelo.

“En el -con contadísimas excepciones- estéril y monótono y mediocre panorama de la plástica colombiana, no existe, hoy por hoy, una obra tan insistente, tan terca, tan reiterativa y, a la larga tan eficaz, como la de Antonio Caro.

“Caro no está por está por esa blanda belleza decorativa de tantos pintores señoreros, tan comerciales ellos, que se han limitado a sustituir, sin apenas notarse la diferencia, las domésticas reproducciones de Renoir en las salas de viejos y nuevos ríos. Ni, tampoco, ha sucumbido a la variable moda de unas vanguardias que suelen durar menos que un merengue en la puerta de una escuela. Es verdad que cuando surgió, muy joven, en el Salón Nacional de 1970 hubiera podido afirmarse, atendiendo a la actualidad de entonces; ya desde el 69, en la segunda Bienal de Medellín, había surgido una manifestación conceptual sólida y original en la cada vez mejor obra de Salcedo; pero no: el tiempo, que todo lo vence y lo dimensiona en sus proporciones justas, terminó dictaminando en favor de Antonio Caro: por encima de las momentáneas manifestaciones del facilismo disfrazadas de arte conceptual, más allá de esas obras teledirigidas por galeristas, trascendiendo la anécdota, la obra de Caro va quedando como un testimonio estético y documental perdurable y válido sobre la Colombia de nuestro tiempo.

“la primera paradoja es esta: deliberadamente descuidado, convirtiendo cierta rusticidad en una muy pensada parte del oficio, trabajando con materiales efímeros (sal solidificada con agua, papel periódico, montajes que duran el tiempo de la exposición), Caro ha logrado dar en el clavo -con ingenio, con poesía- en puntos neurálgicos que tocan directamente con la identidad propia de nuestro país; dicho así suena demasiado trascendental, pero el arte de Antonio Caro ha consistido en hacer perdurable su mensaje a pesar de la exigüidad de los medos y darle un toque de humor, de brillantez y de creatividad, que convierten sus obras en el más auténtico y vigente arte.

“Desde sus críticas al colonialismo cultural en esa irónica exposición en que utilizó la grafía de Coca-Cola para escribir la palabra Colombia, y que magnificó hasta el sarcasmo el logotipo de Marlboro, hasta esa dolida y profunda reivindicación de Quintín Lame, y aún hoy, cuando la tierra se vuelve experiencia visual con sus repetidas plantas de maíz, Antonio Caro ha sido y seguirá siendo una hilarante y aguda conciencia crítica del arte colombiano”.

Caro

Caro llegó la sede del periódico dos días después del encuentro con Gaspar. Contó que viajó a Medellín pocos meses antes de la exposición, llevando apenas la ropa que tenía puesta y la seguridad de que el tema de la exposición sería la mata de maíz (esa mata de maíz de Caro en las que los observadores acuciosos ven una afirmación de lo americano o un fondo indigenista o…). averiguó cuál era el espacio que le habían asignado para su exposición y se dedicó a echarle cabeza al asunto. Días después, compró doce frascos de tinta, del mismo color, y un pincel gordo. Comenzó entonces a trabajar, en las noches, cuando no había casi nadie en la Biblioteca. Transcurrieron muchas noches de trabajo y días en los que dormía al lado de su naciente obra, desde el amanecer hasta el mediodía, en un sleeping. Terminó y allí quedaron, por un tiempo las matas de maíz de Caro, pintadas en una pared que hoy debe estar nuevamente retocada con pintura blanca.

Hablemos ahora con Caro.

  • ¿Qué significan sus matas de maíz?

  • Los artistas nos debemos decir cosas sobre las cosas. Ahí están las cosas que hacemos.

  • ¿Quién es Caro?

  • Para comenzar a explicarme es más fácil decir que soy pintor… No sé. Todavía no he logrado la perfección.

  • ¿Por qué pinta Caro?

  • Porque me emboqué en esto y no sé qué hacer nada más.

  • ¿Qué es el arte para Caro?

  • Es una faceta de la cultura. Es una suma de manifestaciones, a la larga, de unas gentes en un sitio. Es un juego, para mí. Porque creo que yo llevo la parte intuitiva del paseo. Pero de hecho cumple unas funciones.

  • ¿Por qué, después de haber figurado en los primeros lugares del arte nacional, Caro no se volvió “vedet”?

  • Porque de pronto soy yo.

  • ¿Proyectos?

  • Ninguno 

  • ¿Algo más?

  • Yo creo que no.