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Por EDUARDO UMAÑA LUNA

La lección de Camilo Torres

¿Qué condiciones reales han desaparecido, para que el humanismo predicado por Camilo Torres Restrepo no sea, todavía, una oportuna, justa y seria proposición al pueblo colombiano?, se pregunta este antiguo compañero de Camilo, con quien fue profesor en la Universidad Nacional. Febrero 17, 1991.

Este artículo se publicó en el espectador entre el 1983 y 1999. Ahora lo retomamos en el marco de la exposición el Magazín que fue realizada en alianza entre Comfama y Confiar y Universo Centro.

La lección de Camilo Torres
La lección de Camilo Torres

Sobre la enseñanza universitaria de Camilo se ha creado equivocada leyenda. Se ignora la realidad de la cátedra del joven sacerdote sociólogo, quien sabía manejar exactamente los conceptos, usaba didáctica metodología científica y, además, ejemplarizaba con su propia vida de discurso más sociológico que político.

A finales de 1959, Orlando Fals Borda -en calidad de decano de la naciente Facultad de Sociología de la Universidad Nacional de Colombia- me presentó a Camilo para estrechar los vínculos humanos entre quienes, como él y yo, contribuíamos al desarrollo de la naciente unidad docente, la primera de Latinoamérica en su género.

En las tareas de la Universidad y dentro del movimiento nuevo de las ciencias sociales, tanto en la docencia como en la investigación, observé la labor de Camilo. Demostraba un profundo conocimiento sociológico y de ahí que me atreva a opinar que -en todo el itinerario de Camilo- más que un político a la usanza colombiana, fue un Maestro insuperable de las nuevas corrientes del pensamiento social que había conocido inicialmente en la Universidad de Lovaina, al hacer sus estudios completos como sociólogo.

Las grandes escuelas europeas, lo avanzado de la metodología norteamericana y sus contactos científicos con el materialismo dialéctico e histórico, le dieron esa base ecuménica para su enseñanza y, luego, para su misma acción de unificación de los colombianos de todos los matices en la proyección del movimiento Frente Unido.

Sus experiencias de sacerdote, especialmente su paso por la coadjutoría en la capilla de la Ciudad Universitaria, sus contactos con el universo estudiantil, su análisis de las realidades nacionales, el examen de todas las clases sociales, lo llevaron a presentar desde la tribuna universitaria en principio, y, luego, en la plaza pública, su mensaje sobre las viciadas estructuras, la necesidad del cambio hacia una democracia real, y su defensa por los desamparados de la patria.

Tras de su obligado retiro de la Universidad Nacional, como coadjutor en la Parroquia de La Veracruz siguió en su observación de la realidad; luego dirigió la División de Ciencias Sociales de la Escuela de Administración Pública, con éxito pleno.

Participaciones activas en Congresos (Colombia y Latinoamérica) de sociólogos le dieron oportunidades para elaborar seria producción científica, poco conocida en la hora actual, más de pasiones en el recuerdo que de sindéresis en el estudio de la obra del Padre Camilo.

No se tiene la vanidosa protección de ilustrar al lector sobre Todo lo universal y lo vernáculo contenidos en las enseñanzas del Padre Camilo. No. Se busca en forma sencilla presentar como centro vital de todo su quehacer docente y su trajín investigativo, la tesis central que animó su paso por la Universidad y, por ende, su breve itinerario en la vida pública.

El humanismo: motivo central de su obra y de su vida. El Humanismo Social; el sujeto dentro de la comunidad; jamás aislado de la misma.

Prácticamente el marco de los Derechos de los Pueblos (véase Declaración de Argel: 4 de agosto de 1976) para el recto ejercicio de los Derechos Humanos, fue la visión futurista del Padre Camilo, muerto diez años antes de la Declaración de los Derechos de los Pueblos.

Este brevísimo recuerdo de su obra intelectual versa sobre este vital aspecto del pensamiento ecuménico de Camilo: el humanismo social, como la síntesis de su lección universitaria…

¿Qué clase de humanismo? El humanismo que se basa ante todo en la independencia, autonomía y dignidad del espíritu humano, pero que para la vigencia exige condiciones válidas en las relaciones de coordinación, de integración y de imposición, hacia el encuentro con el nuevo ser humano: vital, desarrollado y logrado.

La profunda formación cristiana de Camilo, sus amplios conocimientos sobre la sociología contemporánea, sus aproximaciones al marxismo (más por el aspecto del materialismo histórico que por el del materialismo dialéctico), fueron las tres bases primordiales que lo hicieron actuar como actuó en las diferentes etapas de su corta existencia y que lo llevarían al final a asumir la conducta heroica hasta las últimas consecuencias en su glorioso sacrificio por la causa de los humildes.

Tal vez tomó conciencia de su porvenir, desde su breve paso, como estudiante por los claustros ilustres de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Colombia. Luego, el Seminario, Lovaina, Europa, Norteamérica, Colombia…

Él, Camilo, tras de largas reflexiones y vigilias espirituales, puedo encontrarse consigo mismo, pero bien pronto (en su intensa actividad de catequesis, enseñanza universitaria, contacto con los problemas sociales, conocimiento de las estructuras económicas) sus relaciones con los distintos grupos humanos (estudiantes, campesinos, obreros, amas de hogar, empleados, sacerdotes, feligreses, etc.) se fueron ampliando, extendiendo y ahondando, puesto que conoció bien los diferentes segmentos de la pirámide policlasista colombiana, después de sus amplísimas experiencias teóricas y prácticas en la Europa continental y en otros meridianos como los Estados Unidos de Norteamérica.

El sacerdote-sociólogo (Seminario Mayor de Bogotá y Universidad de Lovaina) ausculta con racionalidad suprema el porqué de las instituciones, el de las normas (control social formal y también las del informal) la razón de la existencia de las clases sociales, las tremendas distancias entre ellas, la orfandad de vastos sectores de la comunidad, las angustias de las pobrerías y tantas cosas más, para llevarlo a cuestionar seriamente la validez del sistema y del Estado, en sus relaciones internacionales y en su acción interna, para deducir que sin cambio de estructuras resultaría imposible alcanzar el ideal de una verdadera justicia social (Mater el Magistra y Pacem in Terris) complementada con una completa visión de la praxis social a la manera de los marxistas sin rótulos de capillas algunas. Fue su gran aproximación a esa inmensa masa flotante, no alineada en los movimientos tradicionales, ni tampoco en el sin fin de grupos y subgrupos de una izquierda balbuciente y caótica.

Entendió que el humanismo no puede ser una veguedad intelectual. Supo que es una entidad con sus categorías de tiempo y de espacio. Como la historia misma, y todas las ciencias humanas. Una escala de valores óptimos, con sus raíces filosóficas para proyectarse en un cuerpo armónico social.

Y como supo todo esto, salió de su torre de cristal místico para encontrarse con la raíz y sangre de su pueblo, de su realidad, de su desamparo, de su angustia, de su esperar, de sus vacilaciones y vaguedades, de sus ídolos y de sus mitos, de su analfabetismo político, de su desamparo intelectual, de su dolor físico, de su hambre espiritual, moral y física. Y así surgió su lógica rebeldía.

Camilo busca con afán las fuentes de la verdad. Pero la verdad real: la de su pueblo. Y ha de encontrarse ante la escéptica o burlona respuesta de los interlocutores de su alta clase de origen. Otros más puros y sencillos, serán mejores recipiendarios.

En el caos ideológico y el desorden político del sistema a examen, se explica mucho de los titubeos reformistas de los paternalismos a medias, de las dubitaciones de los dirigentes, de la cobardía de los caudillos. Trata de acercarse a ellos, pero encuentra el repudio, la respuesta timorata, la disculpa cobarde, el no querer comprometerse en nada que ponga en peligro alguno la razón de sus innobles preminencias logradas a través de cuatro siglos de explotaciones, de tiranías, de abyección. Y así Camilo se ha de apartar definitivamente de ellos y tenderá a buscar fuente humana límpida para su campaña de cambios socio-económicos.

Hombre puro, casto de alma y de cuerpo, extrovertido, amplio, generosos, recorre los caminos de la investigación y del análisis para toparse con la realidad concreta que busca afanosamente conocer. Y lo logra a plenitud. Se encuentra con el ser y desprecia orgullosamente el parecer. Por eso su lucha se abre a todos los meridianos, altiva, directa, franca, sin tapujos ni recovecos. Y por eso ha de morir “cara al sol” con la mirada límpida. Cuando ve cerrados todos los caminos de la acción urbana y aún de la rural, se acoge a la hospitalidad del guerrillero y él, hombre de paz, tiene que echarse el arma al hombro, y morir en heroica actitud.

Al organizar su movimiento del Frente Unido, sin exclusivismo de ninguna naturaleza, sin dogmas intocables, sin teologías pseudo revolucionarias, supo comprender cómo en nuestra América multiforme y mestiza (por zamba, por mulata, por negroide “por las franjas del ‘blanquizaje’ en todos sus variados matices”) no cabían grupillos de sabelotodo, ni pequeñas capillas de iniciados, sino que debería abrirse a todas las gentes de buena voluntad, cualquiera que fuese su procedencia, siempre y cuando que tuvieran como común denominador la honradez en la lucha y la ausencia de apetitos personales. Su discurso político fue objetivo, claro y veraz. Ni maximalista, ni mesiánico, ni altisonante. Simplemente sencillo, honorable y equitativo. De ahí su vigencia.

El 3 de febrero de 1929 nació Camilo Torres Restrepo en el hogar formado por el directivo universitario, el médico Calixto Torres Umaña y por la bellísima Isabel Restrepo Gaviria (la inolvidable isabelita. Compañera fiel de las postreras luchas del hijo muy amado). El 15 de febrero de 1966, cae Camilo, 37 años de transcurso vital y, ahora, los 25 años de su muerte.

Hoy, 15 de febrero de 1991, cabe preguntarse con patriótica angustia: ¿Qué condiciones reales han desaparecido, para que el humanismo predicado por Camilo Torres Restrepo no sea, todavía, una oportuna, justa y seria proposición al pueblo colombiano? ¿Por qué se habla de su inútil e infantil discurso político?

Camilo es, ciertamente, símbolo de un futuro mejor. ¡Gratitud y respeto para él!.