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Por EDUARDO GARCÍA AGUILAR

23 razones para el inminente fin de la narrativa hispanoamericana

Texto leído en el VII Encuentro de Narrativa en la feria del libro en Guadalajara, México, 1992.

Este artículo se publicó en el espectador entre el 1983 y 1999. Ahora lo retomamos en el marco de la exposición el Magazín que fue realizada en alianza entre Comfama y Confiar y Universo Centro.

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23 razones para el inminente fin de la narrativa hispanoamericana
  1. La novela -género muy joven, apenas de unos cuantos siglos, está ahora más muerta que nunca, y su vigencia estética es casi nula, aunque por un espejismo comercial parece vivir uno de sus momentos más prósperos.

  2. La crisis de la palabra y de la escritura, perecederas también como todo en el mundo, asesta un golpe definitivo a esas monstruosas construcciones basadas en la torpe reiteración de personajes y mundos aptos para aquellos siglos que no tenían aún cine, televisión ni radio.

  3. Los novelistas de hoy pueden volverse famosos sin ser leídos: son antes que todo figuras públicas de un odioso show bussines, repugnantes vedettes que -una vez asentadas en su pedestal histriónico- viven de la tontería de la masa manipulada por la publicidad y los comerciantes de la edición.

  4. Los novelistas de hoy en casi todo el mundo son cada vez más tontos, no miran más allá de sus narices y a diferencia de sus antecesores buscan sólo la fama y el éxito: para cumplir ese objetivo se han convertido en tristes empleadillos sin sueldo de las editoriales, regentadas a veces por verdaderos analfabetas.

  5. A los novelistas, a los narradores en general, les tiene sin cuidado si son o no leídos y son cómplices de esa gran farsa por la cual logra sobrevivir el género: la gente dice que Fulano es un gran novelista o un gran escritor, pero no lee sus inútiles y vacuos mamotretos.

  6. Desde hace varios años no he leído ni escuchado una sola frase interesante de un novelista, incluso de algunos de los que más fama tienen en el mundo. Su persistencia en un género literario industrializado y muerto los convierte en mercaderes del templo, loros, onanistas de su propia torpeza.

  7. Los últimos grandes narradores del mundo fueron todos unos fracasados: Kafka, Proust, Joyce, Céline, Musil, Broch, Roussel, Wolf, Barnes, entre otros especímenes humanos de la era anterior al reino de Walt Disney. La novela murió antes que sonara el 31 de diciembre de 1945.

  8. El drama de los narradores radica en que al usar cantidades absurdas de palabras mustias, pierden la perspectiva de su labor y cual bestias elefantiásicas palatean en escenarios sin público, incapaces de lucidez frente a su obtusa empresa: indigestados de palabras sólo escuchan el rumor de sus pútridos intestinos literarios.

  9. Sólo la codicia del éxito los mantiene montados sobre sus computadores como bobos agricultores que trabajan de sol a sol cultivando maleza, soñando -ilusos- en sus fabulosas ganancias.

  10. Los narradores latinoamericanos de las últimas décadas fracasaron todos porque estaban convencidos que algún día se acostarían con Jane Fonda. En cuanto a las narradoras latinoamericanas, su estruendoso fracaso radica en que aman demasiado a los hombres, cuando es bien sabido que -casi sin excepción alguna- las grandes escritoras tuvieron poco apego por ellos.

  11. la poesía, practicada ya desde hace milenos, sigue por el contrario viva porque es verdadera y mucho más flexible: es un instrumento elástico y resistente, versión microscópica y maravillosa del big-bang de la creación.

  12. La poesía es el único género literario a salvo de la industrialización y sus cultores son sabios porque se saben fracasados de antemano.

  13. La crisis de la narrativa latinoamericana se inició con el derrumbe de sus tres pilares básicos: los enormes penes garciamarquinos, los loros de las portadas y los cocodrilos.

  14. Abandonada por sus padrinos europeos y estadounidenses, la narrativa del nuevo mundo anda como perro en misa recibiendo patadas de sus abuelas desalmadas.

  15. El “boom” fue una terrible equivocación porque instituyo la neurosis verbal y la histeria logorréica en sus cánones absolutos: en vez de rastrear la verdad, los latinoamericanos sólo intentaron lucirse ante los desdenes de su horrible madrastra.

  16. La narrativa latinoa-mericana murió con Felisberto Hernández y aún no encuentra a su nuevo pianista.

  17. Estamos viviendo ya en otra placa tectónica a la deriva aferrados a palabras que no suenan y a personajes que nos huyen: los novelistas de hoy son abuelitas locas en mecedoras desvencijadas.

  18. Los narradores latinoamericanos deben seguir escribiendo por un acto de aridad: de lo contrario cundiría el desempleo en los hogares de profesores y críticos.

  19. La palabra de los escritores latinoamericanos sólo se escucha en los depósitos de cadáveres.

  20. Picabia decía que los pintores trabajan para adornar los consultorios de los dentistas. Los narradores latinoamericanos lo hacen para probar que en cada familia siempre hay un hijo calavera.

  21. Tristram Shandy de Lawrence Sterne inauguró la decadencia de la novela: como el protagonista de ese libro, la narrativa latinoamericana fue engendro de un espermatozoide disminuido.

  22. Preguntada una escritora de este continente sobre las temáticas narrativas de sus congéneres, los hombres latinoamericanos de hoy, exclamó: “Mucho pene, mucho pene…”

  23. Muchas personas creyeron en los años 60 y 70 que el réquiem para la novela por parte de los adalides del Nouveau román francés fue sólo una escaramuza en el largo camino triunfal del género. Seis lustros después, su entonces delirante aserto se volvió más que obvio. El auge posterior de la novelística y su absoluta industrialización, son pruebas de su fin: su buena salud es sólo como negocio, pero no desde el lado estético. Los novelistas de hoy deberían reflexionar un poco para darse cuenta que viajan en un barco pronto a naufragar para siempre, aunque queden aún algunos siglos de negocio más o menos próspero y declinante. Las razones para la existencia del género han desaparecido en estos tiempos: cada noche los cientos de millones de espectadores de telenovelas muestran lo inocuo de ese género construido, por demás, con la palabra, ese otro elemento con talón de Aquiles.