Hace un par de décadas, en una de las montañas que bordea uno de los cerros tutelares de Medellín, El Pan de Azúcar, caras de otras tantas zonas de Antioquia y Colombia empezaron a encontrarse, crear comunidad y a hacer de un territorio inhabitado, su hogar. No fue ni es fácil, pasaron muchos años para que pudieran contar con los servicios básicos, para que se les nombrara como parte de una ciudad en crecimiento e, incluso, para que estudiar no se convirtiera en una hazaña que cumplían solo unos pocos.
También por esos años, en el Carmen de Viboral, un municipio del Oriente antioqueño, Fanny Arbeláez se graduaba como normalista. Ella es parte de una familia de doce hermanos en la que estudiar era un verdadero privilegio. Sin embargo, aunque veía lejana la posibilidad de graduarse algún día de la Universidad, su mamá siempre le sembró en la mente esa posibilidad. Tambi én sus profesoras de Décimo y Once. Ellas insistían en que tenía que continuar su camino de formación, destacaban lo buena que era para las matemáticas.
Luego de graduarse, trabajó en una corporación social, se involucró en la Pastoral Juvenil del pueblo y empezó a descubrir que su verdadera pasión y vocación es servir. Cree en los espacios abiertos, en la cohesión comunitaria, le gusta rodearse de gente y ayudar.
Después de un tiempo de trabajo comunitario en la corporación, se casó, dio a luz a sus dos hijas y la idea de pisar la Universidad de Antioquia y algún día salir de allí con un título, no se esfumó. Con su llama interior como brújula y apoyada por sus pequeñas hijas y esposo, se presentó, pasó y se formó como licenciada en educación con énfasis Matemáticas.
Se graduó en 2008 cuando ya tenía varios años de trabajo comunitario. Vive en el barrio Pedregal y desde hace 16 años atraviesa la ciudad para llegar hasta la comuna 8 de Medellín (Villa Hermosa), en donde está ubicada la institución educativa Joaquín Vallejo Arbeláez sede Altos de la Torre, de la cual es coordinadora.
Allí ha sido testigo de la inequidad que existe en el país, la informalidad en las formas de sustento de muchas familias y de las injusticias que se extienden por toda la geografía nacional, como el desplazamiento, el conflicto armado y la ausencia de entornos protectores para niños y niñas en formación.
En su caso no son cifras, hay montones de historias que ha hecho suyas, familias que han pedido su ayuda en momentos difíciles, niños que le han confesado sus más íntimos miedos.
Y están también las transformaciones que ha logrado de la mano de líderes sociales, maestros, organizaciones y personas que creen en su liderazgo. Allí, en Altos de la Torre, que queda en el centro oriente de la ciudad, la conocen como “Profe Fanny”. No hay quien no la conozca, incluso en barrios cercanos como Las Golondrinas, Llanaditas y Pacífico saben de su labor en favor de la educación y el desarrollo social.
Cuando en 2005 pisó por primera vez la institución educativa, que era más un salón construido por líderes del barrio con madera que habían extraído del cerro Pan de Azúcar, no se imaginó que años más tarde ese justamente sería el punto de encuentro de la comunidad, el lugar en donde se llevan a cabo las celebraciones de Navidad, el Mes de los derechos de los niños y niñas, las jornadas de vacunación, reuniones de grupos de mujeres o juveniles, encuentros con la Junta de Acción Comunal. Al ser el único espacio público con el que cuentan, lo conciben como un centro de desarrollo, desde donde se han creado proyectos tan fundamentales para el barrio como la posibilidad de contar con redes de acueducto.
Años después de su llegada, que se dio por encargo de la Corporación para el desarrollo comunitario y la integración social (Cedecis), de la que también hizo parte hasta su disolución en 2015, formó una alianza con otras instituciones, y en articulación con la Corporación Cedecis, se logró la construcción de otro bloque con tres salones, una biblioteca y un salón para que los estudiantes recibieran el refrigerio.
Su impacto en la comunidad de Altos de la torre se traduce en las vidas que ha tocado desde la comprensión de sus realidades y el poder de la educación. Actualmente, 308 niños y niñas en grados de Prescolar a Quinto de Primaria, hacen parte del colegio.
Desde 2016 este colegio hace parte de las instituciones públicas adscritas a la Secretaría de Educación de Medellín, pero que aún hoy, como cuando se fundó, tiene a la “Profe Fanny” como faro y líder.
Sobre el premio Mujer Cafam
El Premio Cafam a la Mujer es el principal reconocimiento que se realiza en el país a las obras, acciones y programas de mujeres de cualquier edad y condición socioeconómica que se han destacado por sus iniciativas en beneficio de la familia y de la comunidad en general. Dichas mujeres son ejemplo de solidaridad y de valores humanos, sociales y morales.
En 1988 nace la propuesta de premiar a aquellas mujeres que lideran acciones humanitarias con el propósito de ayudar a personas, familias y comunidades que por diferentes circunstancias necesitan comprensión y solidaridad para superar las dificultades que las agobian. Esta iniciativa tuvo acogida de inmediato y se materializó con la postulación de las candidatas por parte de los periodistas de todo el país. A lo largo de estos 33 años el Premio Cafam a la Mujer ha recibido 700 iniciativas, más de 4.800 postulaciones y ha premiado a 32 mujeres de todo el país.